Pedir perdón no es humillarse, es reconocer que fallamos y
queremos cambiar. Se insiste en que hay que saber perdonar, pero también hay
que saber no ofender ni lastimar.
Debemos tener en cuenta, que pedir perdón y perdonar supone mucho más que una simple palabra, implica comprenderse profundamente a uno mismo y a nuestros semejantes, permitiéndonos entender la razón de por qué lo hacemos. No solo es pedir perdón, es saber por qué lo pides, y demostrar que en verdad estás arrepentido. No es suficiente con pedir perdón, hay que cambiar la actitud y tomar la decisión de que no volverá a suceder.
¿Sabes que el perdón es bueno para la salud mental a largo
plazo? Según un estudio realizado en la Universidad de Harvard y dirigido por
Katelyn Long, el perdón tiene un efecto muy positivo en la salud mental a largo
plazo. Los autores mencionan que abordar nuestros rencores y dejar atrás el
resentimiento nos permite ser mentalmente más saludables y más felices. Estos
resultados confirman las conclusiones a las que han llegado una infinidad de
estudios similares. La tolerancia, el perdón y la empatía son factores que
contribuyen a mejorar el bienestar emocional y mental.
Entre los mejores hábitos que podemos tener en nuestra vida,
está el de saber perdonar.
El perdón es bueno para la psique. Los científicos analizaron
los datos de un estudio a gran escala realizado con 54.703 enfermeras, a las
que se les hicieron varias preguntas sobre sus comportamientos cotidianos y su
salud. Una de ellas era señalar con qué
frecuencia habían perdonado a otras personas por motivos religiosos o
espirituales. Esto, se comparó con las respuestas que dieron sobre su
bienestar.
Los resultados mostraron que las personas que solían perdonar
se sentían más felices y tenían una mejor salud mental. Las personas que
mencionaron no poder perdonar mostraron síntomas de depresión, de ansiedad y
niveles bajos de satisfacción con su vida.
Otra de las conclusiones a las que llegaron los científicos
fue que a las personas mentalmente más estables les resulta más fácil perdonar
que quienes sufren de problemas emocionales o mentales. Sin embargo, los
autores afirman que el perdón tiene un efecto positivo en la psique, y no al
revés.
El psicólogo Mathias Allemand, de la Universidad de Zurich,
quien no participó del estudio, mencionó que las preguntas iban dirigidas hacia
el perdón por motivos religiosos o espirituales. Por ese motivo, no queda claro
el papel que juega el perdón por sí mismo y además, perdonar por motivos
religiosos no supone hacer una autorreflexión.
Dicho estudio se basó en la Teoría de la Selectividad
Socioemocional. La hipótesis es que, con el envejecimiento las personas se
sienten motivadas a mejorar su experiencia emocional y analizar el significado
de sus vivencias. Los adultos mayores son más selectivos en general, ya sea con
las situaciones, así como con sus relaciones.
Esta es también acorde a la paradoja del bienestar en la
vejez. Mientras que la vida suele tener eventos más negativos (enfermedades,
fallecimiento de familiares y amigos, etc.), con la vejez, los niveles de
bienestar se mantienen o aumentan, pero no decaen.
El estudio de Allemand mostró que los adultos mayores están
más dispuestos a perdonar que los adultos más jóvenes. La proximidad social no
jugó un papel relevante en el acto de perdonar de los mayores, mientras que los
más jóvenes tenían más facilidad para perdonar a sus amigos.
El perdonar es un privilegio de los más valientes… Existe las
escalas FOO y FOS para medir el perdón. La importancia que tiene el perdón para
la salud mental se desprende de la gran bibliografía existente. Los psicólogos
incluso han desarrollado escalas para medir el perdón hacia uno mismo y hacia
los demás.
La escala FOO (Forgiveness of Self) mide el perdón hacia uno
mismo, mientras que la escala FOS (Forgiveness of Others) determina el grado de
perdón hacia los demás. Estas escalas se utilizan para muestrear los trastornos
de la personalidad.
Los estudios muestran que los déficits, tanto en FOO como en
FOS, se relacionan con una mayor psicopatología, como baja autoestima,
depresión y trastornos de ansiedad. Incluso, es posible que un individuo pueda
perdonar a los demás con facilidad (fuerte en FOO), pero le sea muy difícil
perdonarse a sí mismo (débil en FOS), lo cual genera una gran carga emocional
negativa, e infelicidad.
El perdón a sí mismo, versus amor propio, es otro de los temas a los cuales los psicólogos le otorgan una alta relevancia para el bienestar mental, pero mencionan la necesidad de diferenciarlo del perdón intrapersonal, lo que podría llamarse amor hacia uno mismo, de la misma forma, el perdón hacia los demás es una forma de amor propio. Las personas que perdonan, no solamente reducen sus respuestas negativas porque son malas para otros, sino que se procura de un mayor cuidado hacia sus experiencias personales.
Piénsalo antes de actuar, el perdón no lo cura todo. Y una
cosa es perdonar y otra recuperar la confianza en quién te hirió.
Hay acciones que dejan una huella imborrable. Cuando alguien
te trata como si no fuera una persona que siente y padece, eso es imposible de
olvidar. La infidelidad es lo más difícil de perdonar. Un estudio sobre el
perdón ante la transgresión, mostró que las personas empáticas que suelen
perdonar se muestran más motivadas para reaccionar con comportamientos muy
positivos. Pero la dificultad radica en el objeto de perdón. Hay algunas
transgresiones que a las personas les cuesta olvidar.
No porque exista el perdón la gente tiene derecho a dañar las
veces que quiera. Perdonar no es olvidar, pero ayuda a dejar ir el dolor.
Ojo, que hay una diferencia importante entre olvidar y sanar.
El olvido tiene que ver con la inconsciencia, mientras que la sanación, con la
aceptación.
Perdonar es un reto, pero hay personas tan generosas que lo perdonan todo, y ni siquiera necesitan que le pidan perdón para perdonar, aunque sí necesitan una explicación. Cuando alguien te traiciona, te insulta,
te agrede física o emocionalmente, te ataca de algún modo, tu reacción natural
es desdeñar a quién lo hizo y albergar un sentimiento confuso pero potente de
frustración, dolor, ira, resentimiento e incluso venganza.
A pesar de ser ésta una respuesta lógica y natural en el ser
humano suele traer consigo diversos inconvenientes emocionales y de salud. Las
ventajas del perdón han sido reveladas por la ciencia en diversas
investigaciones, aunque las diferentes corrientes religiosas ya han predicado su
práctica durante la extensa historia de la humanidad.
Mientras que desde el ámbito religioso se sostiene que
perdonar enriquece el alma y te acerca a Dios, pero los beneficios de perdonar
que desde hace algún tiempo viene reclamando también la atención científica,
van mucho más allá de lo estrictamente espiritual.
Perdonar es un componente relativamente nuevo en la
psicoterapia, que comenzó a incorporarse de manera paulatina en los años 70,
pero no fue hasta la década de los 90 cuando se empezó a considerar como una
herramienta terapéutica de efectos observables sobre la salud física y mental.
En el ámbito clínico se han propuesto distintas
intervenciones diseñadas para estimular el perdón, que en general tienden a
centrarse en la vivencia del daño percibido y en la expresión adecuada de
reacciones conductuales, pensamientos y sentimientos.
Básicamente el perdón es una decisión de dejar de lado el
resentimiento y los pensamientos de venganza. Y aunque a menudo consideramos
que perdonar puede despejar el camino para que el otro individuo continúe con
sus ofensas y humillaciones, es un acto crucial para librarnos de la rabia y el
dolor que se apodera de nuestra emocionalidad en esas situaciones extremas.
No es aceptar lo inaceptable, ni asumir maltratos,
infidelidades, abusos, agresiones, etc. Tampoco significa hacer creer que no ha
pasado nada, porque se estaría obviando la realidad y, por ende, se acumularían
resentimientos o recelos.
Asimismo, no es tratar de olvidar lo sucedido, aunque exige
aprender de estas experiencias negativas. En resumen, perdonar nos hace mejores.
El no perdonar nos vuelve más intolerantes con nosotros mismos y con nuestros
semejantes. De manera que reconocer una equivocación, ajena o propia, así como
entenderla y perdonarla, implica una nueva oportunidad de continuar nuestras
vidas sin cargas negativas, rompiendo el vínculo con las malas experiencias del
pasado y sin arrastrar ningún resentimiento o rencor.
El valor del perdón radica por tanto en su poder de
influencia sobre nuestro entorno y sobre nosotros mismos. Nos permite ser más generosos, más realistas, más tolerantes y más felices. Nos ubica a
nosotros y a los que nos rodean, en un nuevo punto de partida desde el que se
puede comenzar otra vez sin arrastrar vivencias negativas que ocurrieron en el
pasado.
El perdón tiene el poder de liberarnos, tanto a quien perdona
como a la persona que es perdonada. Además, sella la incomprensión y las malas
situaciones pasadas, impulsándonos a enfocarnos en el presente y en nuestro
futuro.
Perdonar es una oportunidad de entender que no somos
perfectos, que es natural cometer errores y que cada individuo es un mundo que
alberga sentimientos diferentes. Pero lo ideal sería que nadie fuera por la
vida dañando al semejante. Pero, si haces daño has de reconocer tus errores.
Fotografía: Internet
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