Había un general que tenía una gran colección de antigüedades, un día que se recreaba en su apreciado tesoro, casi se le cae un precioso jarrón y exclamó:
—¡Oh! ¡Qué susto!
Sorprendido por su reacción, pensó:
—He dirigido a millares de soldados y me he enfrentando a diversas situaciones de vida o muerte y jamás me atemoricé. ¿Por qué será que hoy, por causa de una vasija, me asusté de esta manera?.
Reflexionando sobre ello, llegó a la conclusión de que el hecho de albergar en su mente «deseo y rechazo» era la causa de su miedo. Entonces para liberarse de ese temor, simplemente tiró el valioso jarrón y lo rompió.
El deseo posesivo nos atrapa, rechazando el afán posesivo podemos liberarnos, ya que el apego a las cosas desata el temor a poder perderlas… y el miedo nos debilita.
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