Juan, con el rostro abatido de pesar se reúne con su amiga Ana en un bar a tomar café.
Deprimido descargó en ella sus angustias: que si el trabajo, que si el dinero, que si la relación con su pareja, que si su vocación. Todo parecía estar mal en su vida.
La amiga introdujo la mano en su cartera, sacó un billete de 50 dólares y le dijo:
—Juan, ¿quieres este billete?
Él, un poco confundido le contestó:
—Claro Ana, son 50 dólares ¿quién no los querría?
Entonces Ana tomó el billete en uno de sus puños y lo arrugó hasta hacerlo un pequeña bola, y mostrando la estrujada pelotita verde a Juan volvió a preguntarle:
—Y ahora, ¿lo quieres?
—Ana, no sé qué pretendes con esto, pero siguen siendo 50 dólares, claro que los tomaré si me lo entregas.
Entonces Ana desdobló el arrugado billete, lo tiró al suelo y lo restregó con su pie, levantándolo luego sucio y manchado…
—¿Lo sigues queriendo Juan?
—Mira Ana, sigo sin entender que pretendes, pero ese es un billete de 50 dólares y mientras no lo rompas conserva su valor.
—Entonces Juan, debes saber que aunque a veces algo no salga como quieres, aunque la vida te arrugue o pisotee, sigues siendo tan valioso como siempre lo hayas sido. Lo que debes preguntarte es ‘¿cuánto vales?’ en realidad y no ‘lo golpeado’ que puedas estar en un momento determinado.
Juan se quedó mirando a Ana sin decir palabra alguna mientras el impacto del mensaje penetraba profundamente en su cerebro.
Ana puso el arrugado billete en su lado en la mesa y con una sonrisa cómplice agregó:
—Toma, guárdalo para que te acuerdes de esta enseñanza cuando te sientas mal, pero me debes un billete nuevo de 50 dólares, para poder usar con el próximo amigo que lo necesite.
No hay comentarios :
Publicar un comentario