Tal día como hoy, 8 de marzo, a todos (la gramática no tiene género) se nos llena la boca hablando de los derechos de la mujer como si no tuviéramos derecho a que nuestros derechos se respeten y se apliquen con normalidad. La vulnerabilidad de nuestros derechos tendría que estar penado y castigado por ley, porque lo que no hay derecho es que los gobiernos democráticos permita que se discrimine a un ser humano por su sexo. No se puede consentir agravios comparativos, y por desgracia en España no hemos avanzado adecuadamente. El machismo recalcitrante se sigue imponiendo, es ahí donde se hace evidente que ‘ellos’ no han evolucionado con el paso de los siglos. Por lo que se ve, el primitivismo de ‘machito dominante’ es intrínseco al individuo, pero las mujeres tenemos todos los días para seguir defendiendo nuestra dignidad; no nos callarán.
Mira que el mundo es grande, pues todavía no existe ningún país donde disfruten de las mismas oportunidades las mujeres y los varones. Las mujeres no somos invisibles y los derechos nos pertenecen por naturaleza. Son los regímenes de gobiernos los que los ningunean o los anulan. Nos proponen un día para reivindicarnos, para que alcemos la voz y contemos nuestras historias. Pero, la historia de las mujeres es la historia de los hijos que han parido. Esos machitos engreídos que han olvidado que el vientre de una mujer lo engendró, y esa mujer es su madre. La madre de toda la humanidad es mujer. Concepción Arenal decía: «La sociedad no puede en justicia prohibir el ejercicio honrado de sus facultades a la mitad del género humano».
Mujeres que desde el principio de los tiempos han trabajado y han contribuido al progreso y al bienestar de la población. Mujeres que han dado la vida por mejorar la de sus hijos. Mujeres valientes que con sudor, lágrimas y sangre han abierto caminos dejándose la piel a cada paso. Mujeres que han sufrido violencia y escarnio y que han sido víctimas de sus propios hijos. Mujeres que con su martirio han contribuido a mejorar la situación en algunos rincones del mundo, porque en mayor porcentaje las mujeres viven bajo el sable de la sumisión y del maltrato. A todas esa mujeres mi recuerdo y homenaje.
Porque la vida la vivo por ella… Mi especial homenaje es para una mujer y esa mujer a la que admiro es mi madre. A ella estoy enlazada de alma y unida por el cordón umbilical. Mi madre, para su tiempo, fue una privilegiada. Aunque le tocó vivir la guerra y la posguerra en un ambiente rural, estuvo rodeada de varones que respetaban a la mujer. En la familia las mujeres tenían el valor de ser personas y la estima en el rango de madre, esposa, hijas, hermanas o vecinas… Además, tuvo la suerte de casarse con un gran hombre que la adoraba y ellos me transmitieron valores de respeto para todas las personas.
Quiero dejar patente mi admiración para tantísimas mujeres que a través de la historia han trabajado y luchado por dejarnos un mundo mejor. Mujeres que no se han amilanado frente a los amedrentadores y, abanderando sus derechos, han ido escalando peldaños y construyendo las bases para sostener la solidez de lo andado. Ya la mitología nos habla de mujeres valientes que han impuesto sus fuerzas para gobernar y emprender grandes empresas. Y hoy tenemos a muchas heroínas anónimas que dejan su familia y su país para ir a esos lugares donde impera ‘el hombre, ser superior’, y las mujeres y los niños son abandonados a su suerte. Pero gracias a que llegan esos ángeles ofreciendo su ayuda pueden recuperar un poco de dignidad humana. Ya dijo José Hernández: «Solo los cobardes son valientes con las mujeres».
El mundo sigue sordo y permitiendo que se nos menosprecie y se nos insulte, no porque seamos invisibles, sino porque somos visibles y como si fuéramos de su posesión; nos quieren tener bajo su yugo y dominio y nos arrebatan nuestros derechos y nuestras libertades. A todos esos ‘don nadie’ sigamos plantándole cara, no para que nos tomen en serio, porque eso sería como darle la razón, que no la tienen, sino para demostrarles que no van a diezmar nuestra naturaleza, una naturaleza a semejanza del Creador.
Mujeres con la mirada puesta en el horizonte y sin perder la sonrisa. Nuestros gestos serenos y nuestra palabra clara para seguir integradas plenamente y el resultado va hablando de nosotras como componentes de pleno derecho. Démosle sentido a la vida forjando nuestro camino con el compromiso ilusionado, trabajando y soñando aunque tengamos que derramar una lágrima; eso es porque no hemos perdido la sensibilidad de ser mujer con el poder de ser madre. Decía Gabriel García Márquez: «En todo momento de mi vida hay una mujer que me lleva de la mano en las tinieblas de una realidad que las mujeres conocen mejor que los hombres y en las cuales se orientan mejor con menos luces».
Las mujeres tenemos nuestros derechos secuestrados por bárbaros sin entrañas y espero que, a todos esos ‘machitos’ que han hecho la vida imposible a una mujer, un día les explote la bomba de la conciencia y se sientan atormentados por ser miserables alimañas, y se sientan arrepentidos a los pies de una mujer.
«Las mujeres han servido todos estos siglos de espejos que poseían el poder mágico y delicioso de reflejar la figura de un hombre el doble de su tamaño natural».
Virginia Woolf.
Fotografía: Sam Javanrouh, cc.
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