Hace mucho tiempo, en una playa castigada por olas gigantescas, había una gaviota desesperada. Acababa de poner sus huevos en la arena y el mar se los había arrebatado. Mamá gaviota se lanzó al mar para recuperarlos y se sumergió en él una y otra vez, pero sus intentos fueron en vano. Con el corazón roto imploró al mar:
—¡Devuélveme a mis hijos, por favor!
Pero el mar no le contestó. Cansada de suplicar el ave lanzó este desafío:
—Si me arrebatas a mis hijos, te secaré. Con mi pico iré sacando agua sin importarme cuánto tarde.
Día y noche hasta casi desfallecer persistió en su irrealizable misión. Su trágica historia conmovió el corazón de las gaviotas del lugar, y poco a poco se fueron uniendo para ayudarla hasta que formaron una enorme bandada, que iba del mar a la orilla en un frenesí sin fin.
La Gran Gaviota que estaba observándolo todo desde lo más alto del cielo decidió bajar para averiguar qué sucedía. En cuanto se enteró de la historia de mamá gaviota y sus hijos perdidos, les dijo a todas:
—Dejad que hable con mi amigo el dios del océano y él devolverá los huevos.
Y así fue. Pero desde entonces las gaviotas aprendieron una gran lección: luchando unidos podemos lograr cosas que solos jamás conseguiremos.
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