Un día, un muchacho pobre que vendía mercancías de puerta en puerta para pagar sus estudios universitarios, tenía hambre y encontró que sólo le quedaba una simple moneda de diez centavos.
Decidió que pediría comida en la próxima casa. Sin embargo, sus nervios lo traicionaron cuando una joven y encantadora mujer le abrió la puerta. En lugar de comida pidió un vaso de agua.
Ella pensó que el joven parecía hambriento, así que le trajo un gran vaso de leche.
Él lo bebió despacio, y entonces le preguntó:
—¿Cuánto le debo?
—No me debes nada —contestó ella—. Mi madre nos ha enseñado a no aceptar pago por una caridad.
Él le dijo:
—¡Entonces, te lo agradezco de todo corazón…!
Cuando Howard Kelly se fue de la casa, no sólo se sintió más fuerte, sino que también su fe en Dios y en los hombres era más fuerte. El había estado listo a rendirse y dejar todo.
Años después esa mujer enfermó gravemente. Los doctores locales estaban confundidos. Finalmente le enviaron a la gran ciudad. Llamaron al Dr. Howard Kelly para consultarle. Cuando éste oyó el nombre del pueblo de donde venía la paciente, una extraña luz llenó sus ojos. Inmediatamente el Dr. Kelly subió del vestíbulo del hospital a su cuarto para verla.
La reconoció enseguida. Desde ese día él prestó la mejor atención a este caso. ¡Después de una larga lucha, ella ganó la batalla..! ¡Estaba totalmente recuperada..!
Como ya la paciente estaba sana y salva, el Dr. Kelly pidió a la oficina de administración del hospital que le enviaran la factura total de los gastos para aprobarla. Él la revisó y firmó. Además escribió algo en el borde de la factura y la envió a la paciente.
La factura llegó al cuarto de la paciente, pero ella temía ver la cuenta porque sabía que pagar dicho importe le supondrían los años que le restaba de vida. Finalmente miró y algo llamó su atención… En el borde de la factura leyó estas palabras:
«Pagado por completo hace muchos años con un vaso de leche».
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