martes, 27 de enero de 2015

La sopa de pato

Cierto día, un campesino fue a visitar a un gran Maestro, atraído por la gran fama de éste y deseoso de ver de cerca al hombre más ilustre del país. Le llevó como regalo un magnífico pato. El sabio, muy honrado, invitó al hombre a cenar y pernoctar en su casa. Comieron una exquisita sopa preparada con el pato.
A la mañana siguiente, el campesino regresó a su campiña, feliz de haber pasado algunas horas con un personaje tan importante. Algunos días más tarde, los hijos de este campesino fueron a la ciudad y a su regreso pasaron por la casa del Maestro y le dijeron:
—Somos los hijos del hombre que le regaló un pato.
Fueron recibidos y agasajados con sopa de pato.
Una semana después, dos jóvenes llamaron a la puerta del Maestro.
¿Quiénes son ustedes?
Somos los vecinos del hombre que le regaló un pato.
El Maestro empezó a lamentar haber aceptado aquel pato. Sin embargo, puso al mal tiempo buena cara e invitó a sus huéspedes a comer.
A los ocho días, una familia completa pidió hospitalidad al Maestro.
Y ustedes, ¿quiénes son?
—Somos los vecinos de los vecinos del hombre que le regaló un pato.
Entonces el Maestro hizo como si se alegrara y los invito al comedor.
Al cabo de un rato apareció con una enorme sopera de agua caliente y llenó los tazones de sus invitados. Luego de probar el líquido, uno de ellos exclamó:
—Pero… ¿qué es esto, noble señor? ¡Nunca habíamos comido una sopa tan desabrida!
El gran Maestro se limitó a responder:
Esta es la sopa de la sopa de la sopa de pato que con gusto les ofrezco a ustedes, los vecinos de los vecinos de los vecinos del hombre que me regaló el pato.
Todo tiene un límite... No se puede abusar de la generosidad de nadie.

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