Un león estaba dormitando tranquilamente bajo uno de los pocos árboles que quedaban en la sabana, cuando un insolente mosquito interrumpió su siesta.
El insecto quería retarle a un enfrentamiento y el felino cada vez más enfadado, aceptó para quitárselo de encima cuanto antes.
El mosquito no le dejó ni reaccionar y empezó a picarle sin parar, ahora en la cola, ahora en las orejas, ahora en el morro…
Por su parte, el león sacaba toda su fiereza en cada zarpazo intentando atrapar al endiablado insecto. Pero todos los esfuerzos del rey de la jungla fueron en vano y su cuerpo acabó hinchado como una bola por el veneno de las numerosas picaduras.
Aturdido y avergonzado aceptó su derrota mientras el voraz insecto, henchido de orgullo y de sangre, y haciendo alarde de su victoria se alejó del lugar bajo los efectos de la ceguera del triunfo.
Como estaba en una nube, el mosquito se descuidó y sin darse cuenta cayó en una gran telaraña. La araña al verlo se relamió de placer con el festín que se iba a dar…
Y es que en la vida los grandes éxitos no deben hacernos perder de vista lo fácil que podemos perderlo todo por un pequeño error.