Una mujer (del latín mulier, -eris) es el ser humano de sexo femenino, en contraste con el masculino, que es el varón. Desde la prehistoria, las mujeres, como los hombres, han asumido un papel cultural particular. En sociedades de caza y recolección, las mujeres casi siempre eran las que recogían los productos vegetales, mientras que los hombres suministraban la carne mediante la caza. A causa de su conocimiento profundo de la flora, la mayor parte de los antropólogos creen que fueron las mujeres quienes condujeron las sociedades antiguas hacia el Neolítico y se convirtieron en las primeras agricultoras.
En la Edad Media los autores masculinos pertenecientes a una estirpe (religiosos, tratadistas laicos y, sobre todo, predicadores) hablaron de las condiciones y conductas que les exigen a las niñas, a las jóvenes y a las mayores. La conducta femenina fue pautada para cada momento y situación de la vida. Casi siempre la edad corresponde a un estado civil y a una función de acuerdo a ella. Tal es así que representó la imagen de la prometida, la casada, la viuda, es decir, siempre ligada a un hombre que se responsabilice por su conducta.
El papel más importante atribuido a la mujer era el de esposa y madre. En la historia reciente, los roles de las mujeres han cambiado enormemente. Las funciones sociales tradicionales de las mujeres de la clase media consistían en las tareas domésticas, acentuando el cuidado de niños, y no solían acceder a un puesto de trabajo remunerado. Para las mujeres más pobres, sobre todo entre las clases obreras, esta situación era a veces un objetivo, ya que la necesidad económica las ha obligado durante mucho tiempo a buscar un empleo fuera de casa, aunque las ocupaciones en que se empleaban tradicionalmente las mujeres de clase obrera eran inferiores en prestigio y salario que aquellas que llevaban a cabo los hombres. Eventualmente, el liberar a las mujeres de la necesidad de un trabajo remunerado se convirtió en una señal de riqueza y prestigio familiar, mientras que la presencia de mujeres trabajadoras en una casa denotaba a una familia de clase inferior.
El movimiento feminista ha sido una lucha por el reconocimiento de la igualdad de oportunidades y la igualdad de derechos para las mujeres. Las dificultades para obtener este reconocimiento se han debido a factores históricos, en combinación con las costumbres y las tradiciones sociales. Actualmente, gracias a los cambios económicos, el apoyo del poder económico y los esfuerzos del movimiento feminista de hace décadas y otros movimientos de derechos humanos, en la mayor parte de las sociedades las mujeres tienen acceso a carreras y trabajos, más allá de la atención de los quehaceres domésticos o de ama de casa. Y, aunque sigue habiendo una fuerte discriminación hacia las mujeres a nivel tanto laboral como familiar, puede decirse que, en términos generales, las condiciones de las mujeres han mejorado. Según las estadísticas de 1878 en España, el número de mujeres que sabían leer no superaba el diez por ciento. En 1850, en toda España se contaba con 4.066 maestras, de las cuales solamente 1871 ejercían su profesión con título, cobrando un tercio menos que los maestros, de acuerdo al Real Decreto de 1847. En 1857, fue promulgada la Ley de Instrucción Pública, que establecía la creación de escuelas para niños y niñas, dos por municipio, con una población no inferior a 500 habitantes; en municipios que no alcanzaron esta cifra, se admitía una sola escuela, pero respetando la norma de separación de los alumnos de distinto sexo.
En 1858, se creó la «Escuela Normal de Maestras» con pocos medios y con una serie de asignaturas limitadas a la lectura, gramática, aritmética, religión, pedagogía y labores.
Por todas partes imperan las teorías que sobre la educación de la mujer fueron puestas en vigor en el siglo XVIII, en las que se defenderá una mejor preparación de ésta que la capacitara para ser mejor esposa y madre; teorías que si en el pasado siglo fueron un paso adelante muy positivo, en el XIX debieran haberse dado por superadas. La idea de que la mujer tenía igual derecho que el hombre a la educación en cuanto que individuo, era compartida por muy pocos.
Mujer… Mujer trabajadora, abnegada, valiente y luchadora…
El Día Internacional de la Mujer Trabajadora (o también Día Internacional de la Mujer) se celebra el día 8 de marzo y está reconocido por la Organización de las Naciones Unidas (ONU). En este día se conmemora la lucha de la mujer por su participación, en pie de igualdad con el (hombre) varón, en la sociedad y en su desarrollo íntegro como persona.
La idea de un día internacional de la mujer surgió al final del siglo XIX, en plena revolución industrial y durante el auge del movimiento obrero. La celebración recoge una lucha ya emprendida en la antigua Grecia por Lisístrata, quien empezó una huelga sexual contra los hombres para poner fin a la guerra, y que se vio reflejada en la Revolución francesa: las mujeres parisienses, que pedían «libertad, igualdad y fraternidad», marcharon hacia Versalles para exigir el sufragio femenino, pero no fue sino hasta los primeros años del siglo XX cuando se comenzó a proclamar, desde diferentes organizaciones internacionales de izquierda, la celebración de una jornada de lucha específica para la mujer y sus derechos.
El Día Internacional de la Mujer se celebró por primera vez (el 19 de marzo de 1911) en Alemania, Austria, Dinamarca y Suiza, con mítines a los que asistieron más de un millón de personas, que exigieron para las mujeres el derecho de voto y el de ocupar cargos públicos, el derecho al trabajo, a la formación profesional y a la no discriminación laboral.
Menos de una semana después de esta celebración, el 25 de marzo de 1911, murieron calcinadas 146 mujeres trabajadoras, la mayoría inmigrantes. El trágico suceso acaeció en el incendio de la fábrica «Triangle» en la ciudad de Nueva York. El incendio fue provocado por las bombas incendiarías que les lanzaron ante la negativa de abandonar el encierro en el que protestaban por los bajos salarios y las infames condiciones de trabajo que padecían. Este suceso tuvo grandes repercusiones en la legislación laboral de los Estados Unidos, y en las celebraciones posteriores del Día Internacional de la Mujer se hizo referencia a las condiciones laborales que condujeron al desastre.
Aunque existe la teoría de que este suceso tuvo lugar el día 8 de marzo de 1908, y no como señalan las fuentes citadas cronológicamente en el párrafo anterior. Fuere como fuere, lo cierto es que las mujeres llevamos, desde el inicio de los tiempos, levantando la voz para que se nos escuche y se nos vea…
Parece una ironía, «la mujer es la madre de la humanidad». Sin la mujer no hubieran nacido los «varones-hombres», ser superior y único sobre la faz de la tierra… ¿Cómo es posible que tengamos que estar reivindicando el lugar y el espacio que nos pertenece? ¡El derecho a vivir dignamente, sin tener que estar agachando la cabeza frente a ningún varón! Lo del día de la mujer… ¿Por qué? ¿Por qué no hay un día para el varón? Ah…, ellos existen. Y lo de trabajadora tiene guasa. La mujer es el ser que más trabaja, en todos los campos y en todos los ámbitos, ¡su sudor no tiene precio! ¿Por qué no se valora su trabajo, esfuerzo y tesón…?
«Nadie es dueño de su felicidad, por eso no entregues tu alegría, tu paz, tu vida en las manos de nadie, absolutamente de nadie. Somos libres, no pertenecemos a nadie y no podemos querer ser dueños de los deseos, de la voluntad, o de los sueños de quien quiera que sea».
Aristóteles, filosofo griego (360 a.C.).
Vemos como a lo largo de la historia de la humanidad, podemos comprobar como el varón ha impuesto su autoridad y dominio sobre la vida de la mujer. Todo estaba regulado y controlado por ellos: normas, educación y trabajo… La mujer lo engendra, lo amamanta, lo cuida y mima para que crezca sano y feliz, pero… «cría cuervos y te sacarán los ojos». Cuando se hace persona se vuelve amnésico y ciego: ya la mujer no existe, no la valora y se olvida de que una mujer es su madre.
«Acepto que hable mal de las mujeres quien pueda olvidarse de haber tenido una madre».
Ugo Foscolo-Poeta.
En la actualidad, la situación de la mujer en muchos lugares del planeta es inhumana. Me produce mucho dolor ver como la mujer desde que nace está abocada a un sufrimiento continuo. La mujer no vale nada ¿qué precio tienen estos…? Muchas niñas son asesinadas al nacer, o metidas en lugares insalubres, u obligadas a trabajar, o prostituidas, o vendidas, o casadas. No pueden salir, tienen que ir con la cara tapada (encarceladas en burkas), en los taxis van en el portabultos… Mil situaciones increíbles y dolorosas que producen impotencia y desgarro en el alma. Estas situaciones se dan mayoritariamente, en la cultura religiosa marcadas por el Islam. Para que estas atrocidades no se produzcan, las Organizaciones que velan por el bienestar de la humanidad deben intervenir sin demora… Sólo se interviene si hay intereses, petróleo, oro y diamantes, ¿la vida no importa…?
En Europa hemos avanzado mucho en el terreno social, legal y laboral, gracias a la lucha y el sufrimiento de muchas mujeres en épocas pasadas, aunque siguen existiendo muchas desigualdades en cuanto a ocupar puestos de responsabilidad con la dificultad añadida de compatibilizar vida laboral con la familiar: hijos y tareas del hogar que recaen mayoritariamente sobre la mujer, el varón en eso está atrasado, no le interesa espabilar.
Una desigualdad inconcebible en estos tiempos, es vergonzoso que a igual trabajo la mujer cobre hasta un 40% menos que el varón. Este gobierno socialista se la da de progresista, hasta va de rosa por lo de la equiparación en igualdad de ministros y ministras. Tenemos un ministerio de «Igualdad» que hasta ahora ha dado carácter de igual a lo que no es igual, y eso en pocos meses. ¿Cómo es que no han acabado con esta desigualdad que clama justicia? ¿Dónde están los derechos constitucionales que nos protegen y amparan en igualdad?
Ya es hora de acabar con las injusticias injustas, que soterradamente oprimen y tratan de subyugar y relegar a la mujer.
Los «hombres» no, varones, machitos repugnantes, miserables que levantan una mano y pegan a una mujer, no merecen ni siquiera el aire que respira. Estas escorias deberían estar lejos, muy lejos, del calor, la dulzura y el encanto de una mujer.
Varones… La mujer les dio la vida, no la obligues a que siga extendiendo sus manos para recibir migajas…
Mujeres no se humillen ante ningún varón, tú le diste la vida y el que da vida tiene grandeza y poder, una grandeza de la que Dios te dotó, porque se miró en ti.
Fotografía: Julia Caesar.
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