Esta Canarias nuestra cuenta con muchas historias, mitos, tradiciones y leyendas, pero la que más me ha impresionado es la de Gara y Jonay, donde se mezcla el enamoramiento apasionado con inquietantes prohibiciones y temerosos augurios. Al amor no se le puede poner barreras porque serán burladas, la lucha entre el fuego y el agua desata los temores, pero el fuego no devora al agua ni el agua ahoga al fuego, se funden y se complementan.
Seguramente conozcan la leyenda, pero me apetece compartir la bonita historia de amor de Gara y Jonay…
Cuenta una antigua leyenda en la Gomera, que en las fiestas de Beñesmén se trasladaban a la Gomera desde Tenerife los menceyes y nobles principales para tomar parte en las celebraciones de la recolección. Las jóvenes gomeras acudían donde Los Chorros de Epina para mirar su rostro en el agua, y con ellas estaba la bella princesa Gara. Pero el viejo sabio Gerián vio lo que no pudo ver ninguna otra mirada. «La sombra del fuego que quema el agua. La muerte acecha».
De Epina manaban siete chorros mágicos que nacían en siete puntos distintos sin que nadie supiera su origen secreto. Cada chorro ofrecía una virtud al que de ellos bebiese. Durante las fiestas de Beñesmén era costumbre que las jóvenes gomeras juntasen agua de cada uno de los siete chorros en un pequeño estanque fabricado con musgo y yedras. Antes de que saliera el sol miraban su rostro en el agua y si su imagen reflejada era calma y clara, esto quería decir que ese año no encontrarían pareja, pero si el reflejo era turbio, alguna desgracia acechaba.
Gara se miró en el estaquillo y, aunque al principio su imagen fue clara, pronto se cubrió de sombras y comenzó a agitarse hasta que su reflejo se convirtió en un sol incendiario que dejó el agua sucia y revuelta. El sabio Gerián lo predijo y advirtió: «Lo que ha de suceder ocurrirá. Huye del fuego Gara, o el fuego habrá de consumirte» y el augurio corrió de boca en boca.
Llegaron los menceyes y nobles de Tenerife a las playas de la Gomera para compartir las fiestas de Beñesmén. Con el Mencey de Adeje venía su hijo Jonay, el cual se destacó rápidamente en cada competición en la que tomaba parte. Gara lo contemplaba y ocurrió lo inevitable al enlazarse sus miradas. Los jóvenes enamorados se lo hicieron saber a sus padres y en las mismas fiestas de Beñesmén se hizo público su compromiso. Pero su júbilo duró poco, pues apenas se propagó la noticia el mar se pobló de destellos y se dejaron oír los estampidos del Echeyde (infierno), el gran volcán de Tenerife, que arrojaba lava y fuego con tanta furia que desde la Gomera se podían ver las aterradoras lenguas de fuego. Entonces recordaron el augurio del viejo Gerián: Gara y Jonay; agua y fuego.
Gara era la princesa de Agulo, el lugar del agua, y Jonay venía de la tierra del fuego. Su amor era imposible y las llamaradas que brotaban de la boca de Echeyde lo confirmaban. Si no se separaban, grandes males podían suceder. Ante esta amenaza su unión quedó maldita y sus padres les prohibieron volver a verse. Con esta decisión se calmó la furia del volcán y pudieron concluirse las fiestas. Los menceyes y nobles regresaron a Tenerife, pero Jonay no podía olvidar a Gara, tenía que estar con ella pese a la maldición que se cernía sobre ellos. Y a mitad de camino se ató a su cintura dos vejigas de animal infladas y se lanzó al mar dispuesto a volver junto a su amada.
Exhausto pero guiado por su amor llegó a las costas de la Gomera y fue al encuentro de Gara con la que se fundió en un abrazo apasionado. Ambos huyeron entre los montes de laurisilva y fueron a refugiarse en El Cedro, pero duró poco su felicidad ya que al enterarse el padre de Gara de su huida con Jonay salieron prontamente a su encuentro. Viéndose acosados y antes de volver a separarse, Gara la princesa del Lugar del Agua y Jonay, príncipe de la Tierra del Fuego buscaron la muerte.
Jonay afiló los extremos de una fuerte vara de cedro y la colocó entre su pecho y el de su amada Gara, con las puntas hirientes apoyadas en sus corazones. Y, mirándose a los ojos, se abrazaron en su último abrazo, mientras sintieron que la vara de cedro implacable los traspasaba. Entonces agua y fuego fueron uno, y sus cuerpos fueron uno para siempre.
Gara, princesa del agua, y Jonay, príncipe del fuego, hoy dan nombre a la cumbre más alta de la Gomera y al Parque Nacional de ‘Garajonay’.
Sobrecoge esta linda historia de un amor imposible, y por si no saben cómo se crearon las Islas Canarias: Cuanta la leyenda…
Según las creencias guanches, Guayota vivía en el interior del volcán Teide (Echeyde, el infierno), Guayota era el demonio, el rey del mal. Según la leyenda, Guayota secuestró al dios Magec (dios de la luz y el sol), y lo llevó consigo al interior del Teide. Los guanches pidieron clemencia a Achamán, su dios supremo. Achamán consiguió derrotar a Guayota, sacar a Magec de las entrañas de Echeyde y taponar el cráter. Dicen que el tapón que puso Achamán es el llamado Pan de Azúcar, el último cono de color blanquecino que corona el Teide.
Después, según sus creencias, un terremoto separó o fraccionó la isla de Echeyde, hasta que se crearon las siete Islas Canarias: Tyterogaka, Lanzarote; Erbane, Fuerteventura; Tamarán, Gran Canaria; Achined, Tenerife; Gomera, La Gomera; Benahore, La Palma; y Ezeró, El Hierro. Desde entonces Guayota permanece encerrado en el interior del Teide. Cuando el Teide entraba en erupción, era costumbre que los guanches encendieran hogueras con el fin de espantar a Guayota. Otra versión dice que esas hogueras servían para que si Guayota lograba salir de Echeyde, creyera que seguía en el infierno y pasase de largo.
La leyenda de la Isla de San Borodón también es muy interesante, y en internet encuentras éstas y muchas más… Hoy, un aperitivo.
Canarias cuenta con muchas leyendas, pero la azota una realidad nada halagüeña… Al territorio fraccionado por naturaleza le perjudica la mediocridad de algunos ‘medios políticos’ que con su dialéctica resquebrajan la convivencia abrigando enemistades, en lugar de sembrar semillas que aglutine las raíces para que desde la unidad, los frutos sean abundantes en bien común. Los canarios son de principios nobles, pero los políticos se encargan de sembrar la discordia —ya se sabe, a río revuelto ganancia de pescadores— aunque tengo la sensación que es más el ruido que las nueces.
Estamos de fiestas. Canarias celebra su identidad y peculiaridades culturales: sus gentes, su clima, su música, su gastronomía y su acento muy particular… Para celebrarlo tenemos unas papitas arrugás con mojo picón, una pella gofio y un sancocho con pescao salao. Tó arregladitos como pimpollos nos echamos unos enyesque y un trinqui de guanijay pa’ aclarar el gaznate y al son del tiple se afinan folias a grito pealao, y silbando y canturriando ramo un meneo al esqueleto en los bailes de taifa, es tanto el gentío que pa’ goslisniá se empecinan o se entaliscan en los taburetes. Los enamoriscaos miran picarones pa’ los guayabos, le abana con el ojo y ellas se ponen colorás. Al comienso del ronroneo los padres catan la pieza, con chafalmejas no hay cotejo. Hay que seguir mirando pa’l cañizo ante de echá un puño a la baifa… Y si te quiere dí dite yo no te ajuleo, pos pa’ í al catre mejón pase el menda po la vicaría, ¡asina meso é…!
¡Paisanos, un brindis por Canarias!
Ocho perlas, ocho rosas.
Ocho nobles corazones.
Pueblo grande y orgulloso
de su raza y sus blasones.
Fotografía: Alfonso Aguirre Arbex, cc.
No hay comentarios :
Publicar un comentario