jueves, 31 de mayo de 2012

Vamos de bodas

Una pareja de novios en el altar durante su boda.


Con la llegada del verano los pueblos de España se llenan de fiestas patronales. Dichas fiestas convocan a los lugareños al rencuentro con su gente y sus raíces. No hay un rincón de Canarias donde el sonido del timple llene con sus notas el ambiente y el incienso inunde el aire. También mi pueblo de Juncalillo cumplió con su promesa y celebró su fiesta; elevemos todos una plegaria a la Virgen o al santo a quienes festejamos, para que nos ayude en la difícil situación por la que atravesamos de crisis económica y de valores, y florezcan las oportunidades para que nuestros hijos encuentren trabajo, y para que en las relaciones que han sido dañadas con la mentira resplandezca con la verdad y los sinceros lazos fraternales se consoliden.

También la estación veraniega propicia los casamientos… Una boda es una celebración por la cual una pareja pasa a ser un matrimonio legítimo. El matrimonio es la formalización de una unión que regula y reglamenta el procedimiento donde se adquiere compromisos y obligaciones legales entre las partes. Se dice que el matrimonio es una ceremonia religiosa o civil, sí pero no. La civil es la única que legaliza y regula el matrimonio, la religiosa es la bendición de una unión llamada a procrear y formar una familia.

Cada religión tiene sus rituales matrimoniales, pero los cristianos católicos recibimos un Sacramento. El Sacramento del Matrimonio no es una tradición, es una opción muy íntima y personal que desde la fe se hace necesaria para comenzar el camino en una nueva etapa en la vida del creyente. Una bendición que imprime carácter a la unión pero no legitima frente procedimientos civiles. Por eso, por lo trascendental del compromiso cristiano, no entiendo como se puede banalizar y frivolizar con un Sacramento que va unido al crecimiento y fortalecimiento de la fe, como algo intrascendente, festivo: «Por la puesta en escena, por el ritual o porque es más bonito para las fotos… ¡Me caso por la iglesia!»

Hoy en día, se separan más que se casan, pero en cabeza ajena nadie escarmienta: las experiencias hay que vivirlas… Cada cual tiene su propio criterio sobre la necesidad de legalizar su situación y de cómo hacerlo. Aunque los jóvenes no ven la necesidad de casarse para convivir, a pesar de la opinión de sus padres, creo que no se puede tomar a la ligera una decisión tan trascendental para nuestra vida: hay que ser consecuentes y responsables con los compromisos adquiridos. Lo que no nos deja de sorprender es que, tras una larga convivencia —para conocerse mejor—, decidan casarse y a los pocos meses se separen, por tanto, la teoría que justifica la convivencia para conocerse antes de dar el paso al matrimonio, no sirve para nada.

Con respecto a las bodas, hay quienes se les va la vida en preparar un acto inolvidable que no deja de ser una reunión de familiares y amigos para que sean testigos. Tal como se ha creado el negocio de las bodas, hay que ser millonario. Se ha montado toda una parafernalia tan exagerada y sofisticada que no está al alcance de cualquiera porque los que viven de las bodas te venden el placer y el disfrute de un día inolvidable. Pasar años ahorrando para esa fiesta y a los pocos meses separarte, pues ¡viva la fiesta!

El negocio está más interesado que tú, en que no te falte detalle y te crean la necesidad de todo el aparatoso montaje para quedar bien: puesta en escena, galas, comidas, viajes…
Hay bodas de todo tipo: las interminables, de espectáculos y espectaculares, las de películas, las discretas e íntimas, privadas o llamativas… Tanto las bodas que por legitimar se hacen necesarias o las que son un mero acto festivo para divertirte, tienen la misma carga legal de responsabilidad y corresponsabilidad, por tanto, reflexionemos nuestras decisiones…

Para mi sobran los detalles, lo importante es el contenido y no el continente, porque el día de mi boda ya es inolvidable por lo que supone y significa para mi vida, no por el traje y el montaje.

Todos tenemos recuerdos y anécdotas de bodas. Por lo general es un acto entrañable y familiar, pero algunas parejas, aun estando delante del altar, no han podido casarse: unos, porque alguien ha declarado algún impedimento y otros, porque el novio, cobarde o gracioso, no se presenta y deja plantada a la novia. También alguna novia ha dejado plantado al novio.

El acto ceremonial es muy particular en los diferentes rituales pero últimamente en los abalorios mezclan tradición con superstición o creencia popular de llevar algo viejo, algo prestado, algo nuevo y algo azul. Ni así, con todos esos atributos de buena suerte, se han podido salvar miles de matrimonios.

«Blanca y radiante va la novia…» Blanco, símbolo de pureza. Hoy se ríen de la pureza… En los campos, en tiempos que se casaron mis padres, las bodas eran con la aurora y la celebración familiar en torno al mediodía en un almuerzo. Las novias, mujeres sencillas, vestían colores oscuros: azul marino, negros, marrón, el color blanco era un símbolo de poder económico; también era propio de ‘la realeza’ pero con el tiempo también se han ido incorporando a la generalidad añadidos de la alta sociedad.

Se ha dicho que el enamoramiento es una sensación de enajenación mental. Los que nos hemos enamorado podemos opinar y es verdad que nos pasamos la vida pensando y deseando estar juntos, no hay más mundo que los dos. Es verdad que sientes maripositas en el estómago. Es verdad que la mirada se ilumina y la sonrisa se endulza. Es verdad que las palabras son susurros que acarician los oídos. Es verdad que la pasión enciende todos los sentimientos. Es verdad que es hermoso enamorarte…

El romanticismo y la pasión pasan, no así el cariño y la ternura fruto de un amor sereno sosegado y placentero.
Matrimonio es igual a tener que dejar la casa de los padres, ‘el casado casa quiere’. Quizás sean los padres los que más notan el vacío (los tortolitos se olvidan del mundo), aunque también depende del vínculo fraternal (hay hijos desapegados e hijos fraternales).

Cuando tomé la decisión de casarme era consciente que dejaba el hogar paterno para formar mi nidito de amor. Con los nervios propios de lo desconocido y con toda la ilusión del mundo inicié los preparativos, pero con la complicidad y el apoyo de mi madre iban desapareciendo los miedos, su compañía hasta para invitar. Si estás apegada a tu madre y tu madre apegada a ti se hace duro separarte, porque la quieres y la necesitas, y la valoras en todo su contexto y significado (¡la echo tanto de menos!). Después de la ceremonia, cuando vas a despedirte y ves las lágrimas de tu madre surcando su rostro y te abraza fuertemente contra su pecho, sientes un desgarro en el alma y te vas con un nudo en la garganta, como si el adiós fuera para siempre…

Hace tiempo las bodas eran muy deseadas porque estaba mal visto ser una solterona. También era un descanso para la familia, cuando una hija ‘cabra loca’ se casaba. Lo peor que te puede pasar es, que tu hija prepare la boda y unos días antes llegue el novio de tierras lejana, solo sin su familia, y en ese momento tu hija no quiera casarse. En la casa hubo tantas lágrimas, que más que una boda parecía un duelo, por la irresponsabilidad de una muchacha alocada, que al final se casó, pero su matrimonio estaba tejido de mentiras. Miren si había pasión que tras la boda se fue a un hotel y a primera hora de la mañana ya estaba en casa de los padres…

Hay bodas deprisa y corriendo, esas que se casaban ‘de penalti’ y la encharcas cuando te van a invitar y le aconsejas que disfruten en pareja antes de tener hijos. Después te enteras del embarazo y te dicen que no te lo dijeron abiertamente para no disgustarte, y la hermana más vieja que se había ido de la casa, no se sabía ni dónde vivía, por casualidad, en una noche de copas, se entera de la boda del hermano porque se encontró con el ‘padrino’ (aunque la boda la pagó el padre).

Luego están las bodas misteriosas: ves que es un ‘pica flor’ con labia y nada galante, porque ellas pagan las copas y le adjudican paternidades. No se le conoce novia pero te empieza a hablar de una muchacha, que se llevan viendo unos meses y que tiene una sobrina de siete años y si se casan se la lleva a vivir con ella. Luego te enseña una foto para ver qué parecido tiene y por último, te dice que es su hija. Una hija que no conocía y que al parecer, la niña contactó con él por teléfono y le llamaba ¡papá! Por tanto, de esa ‘supuesta hija’ tendrá que tener la seguridad el padre…

Otras con imposición: te vas a vivir con tu novio, pasas de lo que digan y de la opinión y pesar de tu madre, pero encima, la madre tiene que sufrir la falta de respeto a sus principios y valores, con la humillación de ser ‘reprendida y llamada a capítulo’ por el novio, porque ella tiene que tragar y aceptar lo que haga su hija sin rechistar (aunque él no aguantaba mucho a la suya que se fue del país). Cuando deciden casarse, como a una hermana de la novia no le pareció bien la actitud y modales del novio hacia su madre, dijo que no iba a la boda civil, pero al final. Es que no hay derecho que hijo de nadie, irrespetuoso e insensible, haga llorar a tu madre y la trate como a una inmadura y le regañe…

Las hay solitarias, tampoco está mal; tú, él y los padrinos. Te vas de tu casa porque te avergüenzas de tus padres humildes —pero por su riqueza Dios los tiene en el cielo—. Una hermana va en tu busca y retomas el contacto familiar, y la pone a tu ‘servicio’. Tienes un hijo que cuida tu madre, te hace de comer tu madre, y sin estimarla, que para algo está la madre. El niño crece y, un día, (aunque sueñas con una boda lujosa y multitudinaria con fiesta por todo lo alto) te vas al juzgado con una amiga y dos hermanas y firmas, pero sigues soñando con una gran juerga. La fiesta la tiene a su alcance porque lo gana bien. El dinero es lo único que le interesa, siempre aconseja que busquen novios ricos. Ella mozo rico buscó, aunque no fiel y dinero tiene para gastar… ¡viva el gin-tonic!

Están las bodas tristes, vives lejos preparas la boda, un mes antes muere tu padre pero el plan de boda se mantiene. Va tu madre con luto en el alma y sólo un hermano… También puede ser que te apetezca dar una fiesta porque llevas veinte años de pareja, aunque con varias rupturas en el tiempo, y quieres vivir nuevas sensaciones; te casas pero dejando en el camino sangre y lágrima inocente. Al poco tiempo sufres la primera ruptura y pasado unos meses te juntas de nuevo… ¡Vivan los novios! Que sean felices y que coman perdices, y hasta que la muerte les separe…

Pobre madre que ha padecido bodas tan peculiares. Lo malo es que antes y después la hicieron pasar el calvario, el calvario fue largo y agonizante.
La convirtieron en una madre mártir… ¡Madre santa!

Fotografía: Marcus Hansson, cc.

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