Si volviera de nuevo a nacer / volvería a tu vientre, / para
estar cerca de ti, / contigo y para siempre…
Qué agradecida estoy a la vida, a Dios y a mis padres, sobre
todo a mi madre que me llevó en su vientre durante nueves meses. Soy la cuarta
de nueve hermanos (10 con Nuria que murió a las 12 días de nacer). Cuando yo nací mis padres ya tenían dos niñas y un niño; de
las seis chicas soy la única rubia y de niña mi madre se ocupaba de peinar mi pelo con tirabuzones. Pues, tal
día como hoy, a las 10 de la noche, abrí los ojos a la vida. Ese día mi madre estuvo hasta el anochecer
plantando papas en los ‘bocados’ junto a la casa. Atendió a sus niños, los
acostó a dormir y cuando tenía todo en orden, nací yo. Mi madre, mujer
ejemplar, trabajadora incansable, siempre dispuesta a ayudar, le quitaba horas
a su descanso para sacar adelante tanta responsabilidad.
Homenaje eterno a mis raíces. De mis padres no puedo estar más orgullosa y agradecida. Mostrar un agradecimiento a mis padres es una forma de reconocer todo el amor, el esfuerzo y la dedicación que me dieron a lo largo de sus vidas. Tuve los mejores padres, amorosos, bondadosos, honestos, apasionados de su familia. Todo lo que soy se lo debo a ellos: su amor incondicional, sus enseñanzas, su manera de enfrentar la vida con valentía y ternura. Siempre estuve apegada y atenta a sus necesidades. Cada día siento su presencia, su fuerza y su cariño. Aunque físicamente no estén, su luz sigue iluminando mi camino, alimentado mi esperanza y dando calor a mi corazón.
Decir que mis padres, forman parte de esa generación responsable, que con su esfuerzo tan generosamente contribuyeron
a salir adelante, a convivir en fraternidad y armonía. Esa generación
que recibió y supo transmitirnos valores y sobre todo unas actitudes que ahora
me ayudan tanto a soportar la ignominia de mis congéneres. Esa generación que "se
privó" de muchas cosas, pensando siempre en el futuro de sus
hijos. Esa generación que sus esfuerzos y sacrificios encontraban sentido en
sus hijos. Esa generación que
"salvó” mucho más con la solidaridad que con el egoísmo. Esa generación que
vivieron con la fe y las enseñanzas del Evangelio y nos transmitieron esos
principios de convivencia de amor y respeto. Visto en perspectiva, me siento
afortunada porque gracias a los valores y actitudes que me transmitieron mis
padres, hoy afronto mucho mejor las vicisitudes de la vida. Aunque hay hijos y hijos, los hay que
pisotean el buen nombre de sus padres.
Y ¿qué es la vida? Es el hecho de nacer y estar vivos. Al parecer, definir
la vida de modo satisfactorio ha sido, durante mucho tiempo, más una
preocupación de los filósofos que de los científicos. Pero el carácter
acuciante de la pregunta ¿qué es la vida? ha sido percibido también por
científicos con inquietudes filosóficas. Por tanto, la vida (del latín: vita)
es un concepto no tan fácil de definir, ya que dependiendo de la disciplina —biología,
física, filosofía— en la que nos situemos, serán obtenidas diversas respuestas
que pueden resultar hasta antagónicas entre sí.
La vida, desde la biología, se define como la capacidad de
nacer, respirar, desarrollarse, procrear, evolucionar y morir… La vida, desde
la física, puede ser entendida como el tiempo que duran las cosas en la fase
evolutiva… La vida, desde la filosofía, dependiendo de la corriente, encontramos filósofos en contra de la
distinción hecha entre “cuerpo y alma” o “razón y cuerpo”. Para otros
filósofos, la vida es un conjunto de experiencias que les sucede a los seres
vivos…
Pero en términos médicos hablamos de vida humana, desde que comienza hasta cuando finaliza la misma, es decir, desde que nacemos hasta que morimos. Hay quienes consideran que se pueda dar por iniciada la vida en el momento que el óvulo es fecundado. Otros afirman que la vida como tal comienza con el nacimiento, ya que hasta el momento previo del parto es un feto. Yo creo que la vida comienza desde la fecundación, si no hay fecundación, no hay ser, por tanto , la fecundación es el comienzo de la vida, una vida con diferentes fases sucesivas, que se hace presente al nacer y termina al morir. Ese ser se desarrolla y se fortalece durante nueve meses en un espacio cálido y amoroso, y cuando nace comienza la andadura vital.
Hay expertos que consideran necesario separar la vida humana de la biológica. Por otro lado, otros consideran que un requisito para la vida humana es la razón. Es ésta la que nos distingue del resto de los seres vivos. Se considera que esta postura se presentó a partir de la difusión de la religión Judea-cristiana. Aunque a lo largo de la historia tal certeza se ha ido modificando, por, no solo aquellos que poseen razón son considerados poseedores de vida humana.
Hoy en día desde el cristianismo entiende a la vida humana
como una faceta que el alma debe superar antes de alcanzar la plenitud. Desde
otras religiones, como el budismo, se considera que la vida son los diferentes
estados de reencarnación.
Darle un sentido a la vida es una necesidad inherentemente
humana, pero no es algo sencillo. Definir aquello que llamamos “vida” ha sido,
por siglos, una labor infructuosa tanto para la ciencia, como para la
filosofía. En este sentido, tal vez deberíamos alejarnos del afán por las
definiciones y acercarnos a preguntas que, para nosotros, puedan llegar a ser
más importantes, como: ¿qué hacer con la vida que ya nos ha sido otorgada?,
¿cómo logro darle sentido a mi existencia?, ¿hay algo que he venido a aprender
en mi paso por el mundo?
Pensar es otro de los grandes privilegios que nos ofrece la
vida. Con el pensamiento uno puede hacer cuanto quiera: imaginar, soñar, crear,
borrar, transformar, etc. Es un espacio libre, gratuito y soberano, donde se
puede hacer presente lo ausente y lo inexistente puede tomar forma. Gracias a
esta capacidad intelectual hemos sido capaces de moldear el mundo y avanzar
como humanidad. Pensar también es una herramienta introspectiva que nos permite
reflexionar sobre nuestras fortalezas y seguridades, al tiempo que tomamos
conciencia de nuestras fragilidades, vulnerabilidades y contradicciones. Todo
depende de cuán honestos seamos en nuestras conversaciones internas.
La vida también se trata de hacer, además de sentir y pensar,
se trata de actuar: tomar riesgos, emprender un camino y avanzar en alguna
dirección. Es este un llamado a ser protagonistas, no espectadores, de nuestra
propia historia. Es muy diferente cuando nos perdemos en la cotidianidad, dando
vueltas en círculos, que cuando caminamos con un norte, un propósito, un “para
qué”. A la larga, la dirección termina siendo más importante que la velocidad,
porque lo que da sentido al trayecto es el camino mismo.
Para la gran mayoría de las personas la vida no es más que
una sucesión de días demasiado similares. La rutina y la monotonía tiñen la
experiencia de muchos individuos, conduciéndolos finalmente a una sensación de
apatía e insatisfacción profunda. Y es que levantarse, trabajar, ocuparse de la
casa, dormir y volver a comenzar no parece un objetivo lo suficientemente
relevante como para dotar la existencia de significado.
La mayor riqueza de los seres humanos no está, como suele
creerse, en el dinero o el poder, sino en la salud, el tiempo, las libertades y
la compañía. Pensar y sentir son dos de las más grandes libertades, pero
también lo es la forma de asumir las circunstancias. Ganamos libertad
cuando perdemos el miedo a cómo nos juzgan los demás y cuando nos damos permiso
para equivocarnos. En un mundo lleno de soledades es acaudalado quien tiene con
quién disfrutar la travesía.
Aquello que realmente llena de significado la vida –sentir
profundamente, pensar con libertad y vivir con propósito– está al alcance de
todos. No conoce límites, no distingue estratos sociales ni ideologías, no
exige permisos de nadie; como el sol, brilla para todos igual. Al final, uno se
da cuenta de que no se trata de romper muros, sino de buscar grietas por donde
entre la luz. El valor está en cómo recorremos el camino, qué sembramos en
quienes nos acompañaron y, sobre todo, en qué tipo de persona nos convertimos.
En efecto, estar vivo es una experiencia mucho más profunda, compleja y completa, aunque a veces lo olvidemos. No obstante, depende de cada uno de nosotros adoptar un enfoque que vaya más allá. Aunque con frecuencia nos resistamos a aceptarlo, vivir requiere de aprender a aceptar. Tal y como dijo John Lennon “la vida es lo que te pasa mientras estás ocupado haciendo otros planes”; por ello, de nada sirve desgastarse tratando de controlar el porvenir o luchando contra un presente que no nos satisface. La aceptación nos reporta paz, nos devuelve nuestra energía y nos permite afrontar los desafíos desde una posición en la que no se alimenta el sufrimiento.
Esta es una de las mejores actitudes que podemos adoptar si
lo que buscamos es el bienestar psicológico. Inevitablemente a lo largo de los
años cometerás errores y atravesarás situaciones desagradables. Puedes dañar a otros
y te dañarán, fallarás en tus propósitos y te desmoronarás, y tendrás que reflexionar y reconocer tus errores, desde la sinceridad y honestidad para reconstruirte desde la humildad buscando la reconciliación. En todos los casos, habrá un aprendizaje por adquirir, un
conocimiento a tu alcance que te ayudará a desarrollarte y a expandirte como
ser humano.
Con respecto a la vida, cabrían muchas preguntas: ¿qué es para ti la vida? ¿qué significado tiene? ¿cuál es el sentido de la vida? Es una forma de ver el mundo y la vida donde todo tiene un significado profundo y vivo, que incluya la libertad y la responsabilidad ante la existencia. El hombre se ve obligado a encontrar el sentido a su propia existencia, y descubre que la voluntad es una actitud que condiciona y determina la acción humana; es el motor, la fuerza principal que lleva la vida. No busques la perfección, procura no dañar, no juzgar, perdona y perdónate. Todos estamos aprendiendo a vivir, nadie nace enseñado.
Como reflexión habría que recordar, que tu vida será lo
que tú decidas hacer de ella. Es innegable que hay aspectos que no están bajo nuestro
control y que más de una vez veremos cómo nuestra capacidad para tolerar la
frustración y el sufrimiento se pone a prueba. Aun así, si hay algo que nadie podrá arrebatarte
es tu capacidad para decidir tu actitud ante lo que sucede. El optimismo, la
esperanza y la gratitud son valores que nos reportan innumerables beneficios y
que está en nuestra mano cultivar y aplicar. si tú puedes escoger, escoge estar
bien, haciendo el bien.
Al parecer, hay algo que une a todas las definiciones de la vida desde los distintos ámbitos, y se trata del fin para el que vivimos. La religión, la biología, la filosofía y la medicina se ponen de acuerdo en el punto, en que el motivo por el cual vivimos es el impulso que hace que avancemos y si el motivo es de envergadura, todo se alía para que sepamos que vamos en el camino correcto, dándonos mayor fortaleza y más años para llevar a cabo nuestros propósitos, de vivir en paz y en armonía con las personas que nos rodean, las circunstancias y el tiempo.
Cada día doy gracias a Dios por todo y por tanto... Por eso miro atrás con gratitud, adelante con propósitos, arriba con fe y esperanza y adentro con paz y serenidad. Sí, tengo muchos motivos para sonreír y agradecer y eso me hace feliz. La vida me lo ha dado todo, he sido feliz y también he sufrido, todo forma parte del vivir y del crecimiento personal... Pero, aunque estoy muy agradecida a la vida, no pido más vida que la que tenga que vivir...
"La vida es un lienzo en blanco esperando ser llenado con tus sueños, pasiones y logros. No tengas miedo de pintar tu historia con colores alegres y vibrantes. Sé honesta y leal, los verdaderos valores te harán grande y fuerte frente a los que quieran destruir tu dignidad".
Fotografía: Internet
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