Señor: "Enséñame a vivir con mis luces y sombras". Cuaresma, tiempo de escucha, diálogo y compromiso.
La Iglesia Católica se prepara para entrar en el tiempo Cuaresmal. La Cuaresma comienza este 5 de marzo, Miércoles de Ceniza, con la
imposición de la ceniza sobre nuestras cabezas. Cuarenta días que tienen su
culminación en la fiesta de la Pascua de Resurrección de Cristo.
La Cuaresma rememora los cuarenta años que el pueblo de Israel paso en el desierto camino de la tierra prometida y de la liberación tan esperada. Este tiempo de peregrinaje hacia la tierra prometida fue un tiempo cargado de trabajos, luchas, fatigas, hambre, sed y cansancio, pero pudo el pueblo elegido disfrutar de la entrada en la tierra que manaba leche y miel (Cfr. Ex 16). Es un tiempo litúrgico que nos prepara para la Pascua, para la resurrección del Señor y su victoria definitiva sobre el pecado y la muerte. Es la fiesta de la alegría porque en la resurrección de Cristo todos hemos pasado, por la acción de Dios, de las tinieblas a la luz, del ayuno a la comida, de la tristeza al gozo y de la muerte a la vida.
La Cuaresma es un tiempo de reflexión que llama a convertirnos y volver a Dios; es un tiempo apropiado para purificarnos de las faltas; es un tiempo para creer, es decir, para recibir a Dios en nuestra vida y permitirle “poner su morada” en nosotros (Juan 14,23), esta conversión se logra mediante el arrepentimiento y la confesión de los pecados.
Si tenemos la gracia de ser fieles y seguir felices en la casa paterna como hijos y amigos de Dios, la Cuaresma será entonces un tiempo apropiado para purificarnos de nuestras faltas y pecados pasados. A ejemplo de las palabras “Conviértete y cree en el Evangelio” (Mc 1, 15), estos cuarenta días de Cuaresma son para “convertirse”, es decir, “alojar en nuestra vida la Palabra de salvación, a Jesús que quiere revelarnos todo su Amor y nos invita a ir detrás de Él en el desierto”.
“Este gran retiro espiritual de la Iglesia debe llamarnos a
preparar el corazón y los sentidos para reconocer a Cristo Resucitado. Es un
tiempo de escucha, la fe entra por el oído y anida en el espíritu. Volvamos a ser oyentes y a prestar
atención. Es un tiempo de diálogo con Dios, con nuestros hermanos de verdad y con nuestro propio corazón. Es un tiempo de compromiso con seriedad y
fundamento; salir de la oscuridad del mal y entrar en la luz de la vida. Convertirse es dejar atrás el mal camino, para recuperar el amor sincero y profundo, un amor de verdad, capaz de reconocer errores para reconciliarse con el bien, alejándose del mal”. Hacer daño es de cobardes, pedir perdón es de valientes.
La Cuaresma, simboliza el tiempo que Jesús pasó en el desierto enfrentando tentaciones antes de comenzar su ministerio público. Este período nos invita a sumergirnos en la oración, el arrepentimiento y la caridad. En este tiempo de Cuaresma, nos encontramos ante una oportunidad única para reflexionar y renovar nuestra fe, caminando junto a la comunidad cristiana, para celebrar la Resurrección de Jesús. La Cuaresma es un peregrinaje espiritual, un tiempo de búsqueda, de encuentro y, sobre todo, de conversión (volver) hacia Dios y a hacia los verdaderos hermanos.
Según el Papa Francisco: “la alegría del cristiano brota
de la escucha y de la aceptación de la Buena Noticia de la muerte y
resurrección de Jesús: el kerygma”. Quien cree en este anuncio, afirma el
Pontífice, rechaza la mentira de pensar que somos nosotros quienes damos origen
a nuestra vida, mientras que en realidad nace del amor de Dios Padre, de su
voluntad de dar la vida en abundancia. El Papa en la Exhortación Apostólica
Christus vivit: “Mira los brazos abiertos de Cristo crucificado, déjate
salvar una y otra vez. […] Así podrás renacer, una y otra vez”.
Aprovechemos este inicio de la Cuaresma como un tiempo de reflexión y renovación a partir de la Palabra de Dios. Comencemos pidiéndole a Dios su perdón y que nos de su Espíritu, para que nuestros corazones estén abiertos y dispuestos a acogerle:
Es justo y necesario, Señor, darte gracias,
porque no nos pagas como merecen nuestros pecados,
ni nos tratas según nuestras culpas
y así en lugar de temer al juez
acogemos agradecidos tu perdón.
Conscientes de nuestras miserias y pecados
acudimos arrepentidos a Ti,
porque necesitamos que nos perdones y renueves.
Y Tú, siempre generoso,
extiendes tu misericordia hacia nosotros
para que brote de nuevo la esperanza.
Por eso nuestras voces te aclaman,
y se unen a los cielos y a la tierra
proclamando tu bondad y misericordia.
Fotografía: Internet
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