El tiempo nos cambia por fuera, los momentos te cambian por
dentro…
Aprendí de la vida que no importa en cuántos pedazos se nos
haya roto el corazón, el mundo no se detiene a esperar que lo recompongamos.
Tengo que pararme sobre mis pies y seguir adelante. El principito.
En primer lugar, dar gracias a Dios por la madre que me
trajo a la vida. La que me hizo creer que esto de ser queridos era natural,
algo que venía adherido al hecho de vivir, la que guio mi mano en el primer
signo de la cruz y que con ella me abrió a la trascendencia y me entregó a
Alguien que está por encima de ella y de nosotros, la que me dio las primeras
muestras de ternura sin saber que con ello ponía el cimiento más firme de todo
lo que después pudiera construir su hija con su vida. Esa ternura que de niña
me cobijó, que quizás en nuestra adolescencia creíamos no necesitar y la
rechazamos con nuestras rebeldías o nuestras indiferencias, pero que, pasado el
tiempo, aquel reservorio de gestos y de palabras,
aparentemente intranscendentes, termina siendo nuestra fortaleza en las horas
cruciales de la vida.
Hoy para mi madre, una canción eterna de amor y ternura. Cuando
yo era niña, fue mi alivio y mi seguridad, nada temía porque ella estaba a mi
lado. Hoy, que no está a mi lado, sigue siendo mi alivio y seguridad, porque
está gozando de la gloria eterna junto a mi padre, y desde el cielo me envían
fuerzas para que no desfallezca.
Aunque Dios la llamó a los 67 años, hoy es el cumpleaños
terrenal de mi madre, 101 años que llegó al hogar de un matrimonio que ya
tenían dos varones y está niña les llenó de alegría. La llamaron Margarita de
Jesús, fue una mujer muy generosa y servicial, fue muy querida por todos los
que la conocieron; fue la mejor hija, la mejor hermana, la mejor esposa y la
mejor madre. Un ejemplo de vida, junto a mi padre, nos transmitieron enseñanzas
y valores para que fuéramos buenas personas y ganarnos el cielo. Pero los
padres, aunque den testimonio y ejemplo de vida, los hijos pueden ir por otros
caminos alejados de las enseñanzas recibidas, y no es justo culpar a unos
padres del comportamiento descarriado de unos hijos, cuando son ellos los
únicos responsables de su comportamiento.
Mamá, en todo momento te ocupaste de mis heridas en las rodillas
y en el corazón, curando con tu paciencia todos mis dolores, mi enfermera, mi
confesora, mi maestra de la vida, mi eterna acompañante. Siempre supiste sellar
mis desvelos y preocupaciones, siempre te admiré y sentí tu dulzura, ser tu
hija es un gran privilegio.
Tengo que decir que muchas veces te vi vencida y me rompía el
alma, vi la decepción de tus anhelos en la tristeza de tus ojos, y me uní a ti
para unir fuerzas para que la pena no nos doblegara. Has predicado con tu ejemplo los valores más
importantes que hoy tengo y que siempre conservaré: a amar con todo mi
corazón, a tener una mano para dar y otra para recibir, a ser humilde y a
sentirme orgullosa de mí misma y de mi familia, familia que riega la misma
sangre, y esa es la fuerza que une, pero basta que el mal se apodere de uno de
sus miembros, para que la desconfianza haga tambalear la unión y los lazos
fraternales son rotos por las mentiras y la traición. Benditos los padres
buenos que han transmitidos valores de vida, que se avergonzarán de esos hijos
traidores que van pisoteando su buen nombre. Pero esos hijos al final de sus días
tendrán que dar cuenta a Dios.
Mamá, porque no te tengo a mi lado, no quiero resistirme a tu
recuerdo, aunque a veces duele y otras me reconforta, no me quiero resistir a
sentir la ternura que hay en nosotras, decía la escritora polaca Olga Tokarczuk: “La ternura es la forma más modesta del amor, es espontánea y
desinteresada, en la consciencia tal vez un poco melancólica de que todos
compartimos un destino común, es una profunda preocupación emocional por otro
ser, por esa fragilidad, su naturaleza única y falta de inmunidad al sufrimiento
y los efectos del tiempo y la ternura percibe los vínculos que nos conectan,
las similitudes y las igualdades entre nosotros y es una forma de ver el mundo
como algo vivo, interactivo, cooperativo y dependiente de sí mismo; La ternura
será modesta, pero no por eso menos poderosa, en el proceso de dejar de pensar
en ti y observar a otro ser donde nace esta energía que te impulsa a apreciar,
valorar e incluso actuar por alguien más, sentir ternura y hacer algo al
respecto, cambia días y por ende cambia vidas”.
Hoy solo me basta un recuerdo para que la ternura se
manifieste y el corazón se ablande. Esa mirada de ternura y acogedora de mi
madre y de mi padre, que abraza, comprende y transmite paz, entra en lo más
profundo de mi ser, allí donde se forjan los sueños y deseos, y es capaz de
conmover y emocionar. Ese hogar bullicioso y alegre bajo la atenta mirada de
mis padres, que nos orientaban con paciencia y cariño, las risas y la compañía
de mis hermanos, el cantar de las aves, el color del campo y la paz del lugar donde
me crie, todo forma parte de mi vida, porque mi vida la conforma mis vivencias
y experiencias. La ternura es la expresión más sincera de amor de la humanidad
y de la creación, es la expresión de la vida, una vida auténtica de entrega y
apertura. ¡Sentida ternura! Gracias a Dios y a mis padres. Mi familia era más que eso, era relación, era la
inocencia, era el rostro de un Dios cercano y de amor.
Todavía tengo en mi mente esa frase que de niña siempre me
repetías… "el mundo es para los que caminan sin miedo". Y sí, tienes razón.
Vencer el miedo es lo que me ha permitido llegar hasta donde estoy en este
momento. Por eso, sigo llevando ese pensamiento tan sabio a cada lugar donde
voy. Trato de aplicarlo en cada circunstancia determinante en mi vida y, por
supuesto, me guío por la valentía, que vence la debilidad.
Todo el amor que me has brindado, me ha hecho entender que no
merezco menos. Le diste valor a mi vida y has hecho que me sienta grande y
orgullosa de lo que soy. Los valores que cultivaste en mí me han convertido en
una mujer de principios, porque, aunque puedo cometer errores, tengo parte de
tu esencia. Ese ser humilde, fuerte y arriesgado que avanza con amor y
determinación en la búsqueda por alcanzar sus sueños.
Admito que por momentos me siento agradecida que no estés
para que no sufras, aunque eso no evita que te extrañe con cada fibra de mi
cuerpo y anhele con cada suspiro una palabra tuya, te espero en cada latido de
mi corazón cuando siento miedo, te lloro
en cada lágrima de tristeza y alegría, te dedico millones de letras que hacen un nudo en mi garganta, fuiste y eres mi génesis, me tuviste nueve meses en ti y 37
años contigo, tu muerte me invitó a ser mi propia madre, y mi homenaje consiste
no en ser tú, si no en ser yo misma, vivir y ser feliz, con toda tu dulzura, tu
ternura y tu amor, sé que aunque ya no estás conmigo, estás en mí, te amo por siempre mamá, gracias por ser mi madre.
Mamá, sin ti no sería nada en este mundo. Tú haces que sienta
la grandeza que hay dentro de mí. Te quiero tanto, que gracias a ese amor sigo
viviendo. Ya tú no cumples años, los cumplo yo para pronto irme contigo. Mi corazón
está lleno de ti y de papá: Los quiero mucho y Dios lo sabe. Mando muchos besitos al cielo, donde ustedes son felices.
Fotografía: Internet
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