Decía John Lennon que: “Vivimos en un mundo en el que nos
escondemos para hacer el amor, mientras la violencia se practica a plena luz
del día”.
Hoy podemos afirmar que…
Vivimos en un mundo donde vibra más fuerte un teléfono que un corazón.
Vivimos en un mundo donde la forma de vestir se valora más que la de pensar.
Vivimos en un mundo donde los animales son los mejores fieles y leales amigos.
Vivimos en un mundo donde los teléfonos son más inteligentes que las personas.
Vivimos en un mundo donde pintar un grafiti es un delito y
matar un toro es arte.
Vivimos en un mundo en el que la comida está repleta de
químicos, mientras un jabón contiene cereales, miel y vitaminas.
Vivimos en un mundo donde no se intentan solucionar los
problemas, sino convivir con ellos.
Vivimos en un mundo donde una pizza llega más rápido que la policía, y un uber llega antes que la ambulancia.
Vivimos en un mundo donde el funeral importa más que el
difunto y donde el festejo de una boda es más importante que el amor.
Vivimos en un mundo donde las redes sociales están llenas de
fotos felices y gente triste.
Vivimos en un mundo en el que se le exige más a un futbolista
que a un político.
Vivimos en un mundo donde mentir se volvió rutina, traicionar
en monotonía y ser hipócrita es la ropa de hoy en día.
Vivimos en un tiempo en donde el inteligente se tiene que
quedar callado para que el
ignorante no se ofenda.
Vivimos en un mundo al revés, donde el bueno tiene que ir al
psicólogo para aprender a sobrellevar las cosas que hace el malo.
Vivimos en la cultura del envase que desprecia el contenido.
Vivimos en un mundo más triste de tratar, donde
la ropa vale más que el cuerpo y el físico más que el intelecto.
Vivimos en un mundo donde la envidia destruye familias y el
amor se viste de engaño, y los traidores se visten de amigos.
Una de las dificultades que afligen al mundo actual, es que hay
muchas personas dispuestas a meter su cuchara, pero pocas inclinadas a ayudar a
hacer la sopa.
En este mundo en que vivimos aprendí a observar y a escuchar
más que hablar.
Entendí que tener voz también es saber callar, que el ruido
no es sinónimo de sabiduría.
Aprendí que tu sabiduría molesta al tonto y al necio, y ante
ellos es mejor callar.
Aprendí a valorar la calidad y el contenido, más que la
cantidad. No se trata del envase sino de lo que tienes adentro. En un mundo que
se empeña en darle valor al envase, al cuerpo a la apariencia, entendí que lujo
es tener amor y que el éxito es tener
paz.
Aprendí que llevar riqueza material es la manera más pobre y triste
de tratar de ser feliz.
Estamos convencidos de que ese mundo es el que nos ha tocado vivir, sin reflexionar sobre el hecho de que cada uno tiene el poder de vivir en el mundo que elija y no en el que le ha tocado; tú decides el mundo que quieres tener. Tienes el poder de cambiar el tuyo y por ende, el de aquellos que te rodean.
Aquí nada es imposible. Lo imposible sólo tarda un poco
más...
Cambio es la palabra que necesita el mundo.
Cambio sin miedo. Cambio y Amor…
Texto: Internet
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