Parece mentira, pero la historia de esos 'iluminados progres de pacotilla' se repiten en el tiempo… ¡Todos a una! Lo recuerda Juan Manuel Jiménez Muñoz, que se firma
como ‘Ciudadano libre’.
En abril de 1793, durante la Revolución Francesa, la
izquierda jacobina liderada por Robespierre estaba a punto de alcanzar el poder
absoluto. Para ello, aliándose con lo peorcito de la sociedad parisina
(exconvictos, ladrones, violadores, asesinos, psicópatas y estafadores) se
propuso Robespierre apoderarse de los poderes legislativo, ejecutivo y
judicial, y eliminar (incluso físicamente) al resto de los diputados de la
Convención, los del ala moderada.
De hecho, en ese abril, faltaba sólo un mes para que se
instaurase “El Gran Terror Jacobino”: una breve dictadura personal de
Robespierre que se llevó por delante a 40.000 franceses acusados de “tibieza
revolucionaria”.
Y en ese estado de cosas, viendo inminente el desastre
nacional, un diputado opositor a Robespierre llamado Jeróme Pótion hizo una
desesperada advertencia a los ciudadanos parisinos. En una proclama histórica,
dijo así:
<<Valientes ciudadanos de Paris: ¡Tened cuidado! ¡No
tenéis ni un instante que perder para detener el progreso de los malvados!
Vuestras propiedades están amenazadas por un amasijo de bandidos, y cerráis los
ojos ante este peligro. Se estimula la guerra entre quienes tienen y quienes no
tienen, y no hacéis nada para prevenirla. Algunos intrigantes os dictan la Ley,
os arrastran a medidas desatinadas, y no tenéis el coraje de resistiros. Veis
el aniquilamiento de Paris por una banda de charlatanes desaforados, y seguís
tan tranquilos. Se ejercen contra vosotros todo tipo de inquisiciones, y las
sufrís con paciencia. Sólo son quinientos o seiscientos hombres malvados, una
tropilla vil de miserables, los unos delirando, los otros cubiertos de
crímenes, la mayor parte sin medios de subsistencia conocidos, los que se
extienden por doquier, ladrando entre los grupos, jurando, amenazando,
ejerciendo el más odioso despotismo sobre casi setecientos mil buenos
ciudadanos parisinos. La posteridad no podrá creerlo. ¡Parisinos! ¡Preparaos!
¡La dictadura está cerca! ¡Salid al fin de vuestro letargo y obligad a volver a
su guarida a estos insectos venenosos!>>.
Hoy, en mayo de 2023, en esta España del siglo XXI a punto de
acudir a las urnas, renace el llamamiento de Pétion: o paramos esta puñetera
locura, o “la posteridad no podrá creerlo”.
Recuerda: Jeróme Pétion te habla ahora de Arnaldo Otegi, de
Pedro Sánchez, de Pablo Iglesias, de Gabriel Rufián, de Oriol Junqueras, de
Yolanda Díaz, de Alberto Garzón, de Irene Montero y de Ione Belarra. Los conoce
perfectamente. Son los mismos de hace 230 años, pero con trajes Armani, zapatos
Boutón y perfumes de Christian Dior. Los mismos Torquemadas de siempre,
censores de profesión, diseminadores de adjetivos calificativos, fascistas
repartidores de carnés de “fascistas”, que te dicen lo que tienes que comer, lo
que tienes que pensar y a quién tienes que odiar en cada momento histórico. Los
mismos vagos que consideran una antigualla el mérito y la capacidad. Los mismos
envidiosos que consideran injusto que cualquier padre deje su herencia a los
hijos, pero que ponen la mano para cobrar sus herencias y comprar el mejor
chalé de Galapagar. La misma tropilla metamorfoseada en distintos apellidos:
jacobinos, chavistas, procubanos, populistas, comunistas, leninistas,
bilduetarras…: “una tropilla de charlatanes desaforados sin medios de
subsistencia conocidos (salvo la política); una banda de intrigantes que
amenaza la propiedad; los unos, delirando; los otros, cubiertos de crímenes;
ejerciendo el más odioso despotismo y arrastrándonos a medidas desatinadas”.
Lo clava Pétion. La historia se repite.
Tiene mucha razón Juan Manuel Jiménez Muñoz, no tenemos más que ver el panorama que en la actualidad asedia a España...
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