sábado, 13 de mayo de 2023

Dejar ir


 

Cuando algo duele, no es bueno. Hay que dejar ir lo que te duele, aunque te duela dejarlo ir. El dolor de dejar que algo o alguien querido se quede atrás en el tiempo y la memoria, no es un acto de rendición sino de resiliencia.

El tiempo me ha hecho entender que dejar ir no es darse por vencido, que no es un acto de debilidad, sino de fortaleza y crecimiento porque, aunque me duela dejar ir, comprendo que hay cosas que no pueden ser, y lo que no puede ser, déjalo ir...

A lo largo de nuestro sendero vital hemos dejado muchas cosas atrás, nos hemos desprendido de lugares, situaciones, de costumbres e incluso de personas. A día de hoy eres todo lo que dejaste en el ayer para conformar un presente más auténtico, aunque ello haya implicado bastante sufrimiento. Dejar ir, en realidad, forma parte de la rueda de la vida, ahí donde cada paso que damos hacia adelante nos sirve para descalzarnos de lo que no puede ser, de lo que hace daño, de lo que no encaja en los engranajes de nuestra felicidad, dice la psicóloga Valeria Sabater.

Hay que asumir que vivir es muchas veces cortar vínculos y dejar vacías nuestras manos de lo que antes nos colmó de alegrías y esperanzas, porque se convierte en algo doloroso. Duele aceptar ese dolor. No obstante, cuanto antes lo asumamos, más preparados estaremos para superar esos instantes, esos cruces de caminos donde mirar atrás es 'apegarnos' a lo que fue y no pudo ser.

Vivir de nostalgias puntuales enriquece e inspira, pero sobrevivir de forma perpetua del recuerdo y de lo que dejaste ir, lejos de permitirte crecer, te encalla y erosiona como esas rocas embestidas una y otra vez por el dolor del oleaje. 

Hay que liberarse de ciertos lastres para poder avanzar y asumir la experiencia vivida, como quien conserva un tesoro preciado. Todo lo vivido deja huella, eso nos enriquece por dentro y nos ayuda a tomar el camino más indicado, para encontrar el equilibrio que de verdad ayude a encontrar nuestro bienestar.

Debemos dejar ir todo aquello que deja de tener sentido en nuestra vida, para que otras mejores nos alcancen. No es fácil desprendernos de algo o alguien que en cierto  momento de nuestra vida han sido muy importante y nos ha colmado de ilusiones y alegrías. Pero cuando algo deja de ser bonito, deja de ser bueno. Y si hubo amor, ilusiones y alegrías, eso explica mejor el dolor y  la frustración que sientes en el momento de ruptura, pero tenemos que desprendernos de personas o situaciones que nos hagan sufrir.

Paradójicamente, hasta lo que teníamos por bueno puede de pronto dejar de hacerte bien. Y hasta quien decía quererte, puede dejarte ir un poco cada día, como quien va arrancando los pétalos de una flor hasta dejarla desnuda con sus espinas afiladas para traerte sufrimiento.

Tantas veces que hemos escuchado decir que la vida es dejarse llevar, permitirse fluir sin poner resistencia. Pero las personas necesitamos seguridad en el día a día, y necesitamos también que quién nos quiera hoy, nos quiera también mañana y siempre que permanezcan a nuestro lado.

En realidad, el acto de dejar ir implica un gesto de valentía y de autoconocimiento. En toda relación cuando la conexión se resiente, sea por malos entendidos, envidias, resentimientos, siempre hay una parte que se resiste a reconocer su parte de culpa, y si se resiste, es porque no tiene interés alguno en eliminar los obstáculos que impide mantener una relación sana, en este caso, por mucho que intentes dialogar con la intención de  abrir los sentimientos para restablecer los lazos de unión, no podrás hacer nada. Entonces, es el momento de resignarte y aceptar la situación, aunque duela; con el tiempo el dolor irá amainando y la vida continuará... 

Es necesario saber percibir dónde están nuestros límites y qué es lo que realmente queremos, y si eso que queremos de verdad nos conviene. Somos conscientes de que nadie tiene la felicidad garantizada en la palma de la mano, sin embargo, tenemos derecho a unir nuestras manos y entrelazar nuestros dedos para sentir el calor y la seguridad de nuestro latido. No podemos ir de la mano con alguien que nos lleva por el sendero de la infelicidad, es necesario soltarnos para buscar nuestro propio camino. Y lo haremos, aunque duela, porque a pesar del cariño, no todas las relaciones son sabias, ni todos los amores entienden el lenguaje del respeto.

Una buena autoestima y una actitud fuerte que defienda nuestra propia dignidad, será siempre quién nos guíe lejos de relaciones insanas para no quedar inmovilizados y sometidos al sufrimiento. Madurar también es dejar ir a quién no se quiere quedar. Hacer cambios en nuestra vida siempre asusta, pero el auténtico temor está en que llegue ese momento en que lamentemos no haberlos hecho. Cuando la vida trae cambios, siempre esperamos que sean para mejor.

Quien se aferra al pasado esclaviza sus pensamientos, su mente, su corazón y su alma. El ayer no se puede borrar, ni editar, ni aún menos olvidar. Tampoco podemos cambiar a las personas, ni obligarlas a querernos como nosotros desearíamos… Hay aspectos de nuestra vida que para superarlo, primero debemos aceptarlo y cuando lo aceptamos, soltamos amarras.

El amor es amar sin medida, y es el amor quién más sufrimiento nos ocasiona, pero tenemos que aprender a dejar ir. Dejar ir es un gesto de generosidad y en la generosidad también hay amor. Solo cuando aceptamos lo que no puede ser, nos permitimos ser libres para encontrar nuevas oportunidades de ser felices.

Dejar ir es también dejar llegar, porque nadie viene a este mundo sabiéndolo todo, ni trayendo consigo el manual de las decisiones perfectas, esas que están exentas de error. Vivir es probar, tocar, iniciar, arriesgarse y también equivocarse, de ahí, las mejores lecciones. Por eso, no te enfades, no llenes tu corazón con la ira ni a tu mente con el rencor. Los sentimientos, emociones y sensaciones de cada momento vivido, marca. Dejar ir es un arte que debe hacerse de forma pacífica y sin rabia, solo entonces nos permitiremos ser libres y vivir en armonía, a pesar de la situación que se presente, descubriendo que día a día el dolor es mucho menor, sin ataduras que oprimen.

Sí que tenemos que tener claro, que para dejar ir lo primero que debemos hacer es aprender a aceptar: hay que aceptar que toda experiencia merece la pena porque es vida vivida, porque quien niega y olvida no asume, no sana y no aprende. Es necesario aceptar lo ocurrido y entender que la vida es un aprendizaje y dejar ir también es crecer.

El tiempo no cura el dolor emocional, debes aprender a dejarlo ir. Roy T. Bennett.

Dicen que el tiempo lo cura todo. No todo es tan fácil y a veces no queda otra, pero hay que reflexionar, comprender, intentar sanar y dejar ir. Dejar ir no es un acto automático, sino un proceso consciente que lleva su tiempo.

Y pasado el tiempo todo tendrá sentido, el dolor de ahora, el caos y la incertidumbre por dejar ir lo que antes te definía, se convertirá mañana en esa puerta que te traerá cosas mucho mejores, porque no debemos olvidar que todo ocurre por alguna razón. Deja ir...


Fotografía: Internet

 

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