"Dios creó las estrellas y hubo belleza. Dios creó el sol y se hizo la luz. Dios creó el agua y hubo vida. Dios creó a las Madres y hubo Amor".
Decía el poeta George Herbert “que las madres son como
faros de intensa y potente luz que nos iluminan desde que ponemos un pie en
este mundo”, y lo cierto es que no podríamos haberlo dicho mejor. Las
madres siempre están ahí para apoyarnos y guiarnos en cada paso, para darnos
los mejores consejos, para subirnos la moral cuando lo necesitamos, para
protegernos y cuidarnos y para querernos incondicionalmente, por lo que todo agradecimiento
para con ellas, siempre se queda corto.
A la mujer Dios le ha dado el don de ser creadoras de vida. Siempre es un buen momento para poder mimarlas como se
merecen y darles un extra de amor y de cariño. El Día de la Madre, que en
nuestro país se celebra el primer domingo de mayo, es una ocasión perfecta para
decirles lo mucho que las queremos y lo importante que son en nuestras vidas, pero
ellas son madres todos los días. El reloj de una madre no tiene manecilla,
porque no tiene fecha ni horario para cuidar de ti. Una madre no tiene siete vidas, pero daría la única que tiene por un hijo.
El amor de una madre es el combustible que hace que un ser humano logre lo imposible. El Día de la Madre es la ocasión perfecta para manifestar
nuestros sentimientos a la mujer más importante de nuestra vida y agradecerle todo su amor, dedicación y desvelos. Ellas con su inconmensurable labor, son capaces
de dar la vida por sus hijos. Es por ello que, en un día tan especial, es el
momento de demostrarle todo nuestro amor, nuestro agradecimiento y respeto.
Los hijos, hoy más que nunca, deben dejar descansar a sus madres y atenderlas con ternura y llenarla de abrazos de cariño. A una madre siempre hay que quererla y darles las gracias por lo que hacen por sus hijos, todos los días de su vida. Cada vez que una madre besa y abraza a un hijo, besa y abraza a la humanidad entera; a la humanidad que es hoy y a la que será mañana. Cada vez que una madre actúa con amor, con paciencia, con sacrificio infinito, cambia un poco el mundo y lo vuelve mejor. Y ese mundo mejor lo disfrutamos todos.
A todos nosotros al nacer, Dios nos dio por cuna el corazón de una Madre...
Una madre sufre y pena cuando sus hijos la desprecian y la
ignoran. Una madre merece ser considerada, querida y admirada, pero hay hijos e
hijos, y esos hijos desagradecidos son unos desgraciados…
Los buenos hijos son atentos, respetuosos, cariñosos, amables y hermanados dan grades alegrías a quién les dio la vida: Gracias mamá por darlo todo por nosotros,
por hacernos sentir siempre especiales, siempre comprendidos con nuestros
desastres y milagros, aunque a veces hemos sido injustos contigo.
Sería bueno que quienes no han tratado bien a sus madres,
tuvieran la humildad de mirarla a los ojos y pedirle perdón y decirles que la
quieren: Recuerda siempre, mamá, que te quiero, aunque nos enfademos, aunque
nos distanciemos. Aunque sientas que algo no ha salido bien y te sientas mal
por ello. Yo te querré siempre, porque fuiste tú, con tu amor por mí, quien me
enseñó a querer, con esa lección de amor, me diste la llave para ser feliz y para hacer feliz.
Y yo que tanto quise a mi madre, no la tengo porque la muerte
me la arrebató. La echo de menos y la lloro por cada rincón. Su ausencia es muy
dolorosa, aún escucho su voz, siento sus pasos, huelo su piel. La siento y la
añoro, ella es parte fundamental de mi vida porque mi vida se sustenta en ella.
Mamá, decirte te amo es poco, me has dado la vida y todo tu
cariño. Decirte te amo no cuesta porque mi corazón es tuyo. Contigo se fue
parte de mi corazón, pero parte del tuyo quedó en el mío. Gracias, mamá, por ser
parte de mi vida, y a Dios gracias.
Hubo un tiempo que nos comunicábamos con la sonrisa, con la
mirada, con la palabra, con besos y abrazos, por carta, por llamadas de
teléfono, pero hoy nos comunicamos con el alma y el amor que nos une. Tengo
tantos motivos por los que quererla…
Una madre es lo más grande que en la vida puede haber. Se le quiere con el alma y el corazón. Es un tesoro precioso que ningún buen hijo quiere perder; es el cielo, es la tierra y el firmamento de un hijo. ¡Ay!, madrecita de mi vida que te daría yo a ti; te daría mi vida entera por verte junto a mí.
¡Mamá! Eres todo en mi vida... Me has llevado dentro de ti, me has traído a esta vida junto a papá. Me diste la vida con tu vida, me cuidaste, me llenaste de amor a cambio de nada... Me has enseñado a vivir, aceptando las circunstancias, superando las dificultades, disfrutando de las alegrías y siempre agradeciendo a Dios. Gracias por estar ahí y por quererme como yo te quise y quiero. Gracias, porque tú has sido la que me ha dado todo y me has enseñado a ser como soy, y aunque te añoro, aun siento tu aliento, lo que hace que sea la persona más feliz del mundo. Por siempre unidas en el hermoso amor de madre e hija.
Dicen que el amor de una madre a un hijo no es comparable con
nada; yo lo puedo corroborar. Mamá, no sabes lo afortunada que me siento por
haber sido protagonista de todo tu cariño. Sí, he sido muy afortunada por
tenerte como madre, por ello doy gracias a Dios y a la vida.
Ella es la que me dio la vida y daría su vida por mí. Si
volviera de nuevo a nacer, desearía ser tu hija otra vez. Gracias por ser mi
madre. Mamá, te quise, te quiero y te querré…
Hoy más que nunca ¡Felicidades, mamá! Gracias, muchas
gracias.
¡Te quiero, mamá!
Fotografía: Internet
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