sábado, 29 de abril de 2023

Cuando el corazón no siente



Todas las personas alguna vez nos hemos encontrado sin ánimo o sin ganas de hacer nada, y sin interés y sin sentir placer por nada de lo que hacemos e incluso por nadie, como si todo nos diera igual. Ese sentimiento puede ser pasajero y no significar nada, las personas no estamos siempre al cien por cien, pero si esa sensación se prolonga, hay que estar atentos porque podría indicar algo más y entonces, sería conveniente buscar una explicación para descubrir el porqué de esa apatía.

Hay que reconocer que vivimos tiempos convulsos y cambiantes y a veces no asimilamos una noticia impactante y recibimos otra que nos paraliza, y las emociones como que se saturan y no reaccionas, y puedes llegar a preocuparte al darte cuente que no sientes el impacto emocional ni de lo positivo ni de lo negativo. Y cuando te das cuenta que no eres capaz de emocionarte de ningún modo, te preocupas y te planteas averiguar qué te está pasando.

Si intentas sentir y no era capaz de emocionarte y en su lugar identificas una "coraza en el pecho" que te impide incluso compartir la vida, es lógico que te plantees consultarlo, dice la psicóloga Encarni Muñoz Silva. “De hecho, a veces yo lo explico como un castillo al que se le van poniendo murallas para protegerse, cada vez más altas y robustas. De manera que cuando la persona se quiere dar cuenta, le resulta imposible vislumbrar las maravillosas vistas desde la cima de la montaña”.

Un día te das cuenta que ya no te emocionas al escuchar noticias impactantes y te preguntas ¿qué me está pasando? ¿por qué mi corazón no siente? A veces, sin darnos cuenta, dejamos de sentir emociones. Puede ser por los golpes de la vida que nos ocasionan mucho dolor y sufrimiento y es lógico que sientas que no sientes, y el sentir que no sientes nada, puede deberse a la anestesia del corazón. 

Pues, para que entendamos el porqué de esa preocupante sensación, la psicóloga nos habla sobre la "anestesia del corazón", que se produce cuando la persona se siente tan vulnerable o el dolor puede llegar a ser tan intenso que se "desconecta" como si de un enchufe se tratara. Esa desconexión, evidentemente, no se hace de forma voluntaria, es algo inconsciente que puede durar un tiempo, o cronificarse, esto se produce en personas que son muy sensibles emocionalmente.

Hay que diferenciar esta "anestesia" o como se llama técnicamente, “anhedonia” de la “alexitimia”, que es la incapacidad para identificar y reconocer las propias emociones o la psicopatía, que es la ausencia de emoción y ausencia de sentimiento de culpa, producidas por la imposibilidad de ponerse en el lugar del otro.

La alexitimia, el no expresar ni sentir, consiste en la dificultad de sentir, reconocer y expresar emociones, tanto en lo personal como en las relaciones con los demás. En general es un trastorno que imposibilita expresar y detectar las propias emociones, para poder darle nombre.

En realidad, la alexitimia y la anhedonia se pueden confundir porque comparten rasgos. En ambos casos hay una dificultad para identificar y reconocer las propias emociones. La diferencia radica en el hecho de que una persona con alexitimia nunca ha sido capaz de reconocer ni experimentar emociones, mientras que una persona con anhedonia sí que las ha podido identificar y experimentar, pero tras un momento puntual (que puede ser fácilmente identificable o no) ha dejado de sentir.

Por tanto, la anhedonia es una defensa de nuestro cerebro que nos previene del malestar, pero del mismo modo nos impide sentir las emociones positivas. Se produce un aislamiento emocional para no sufrir y eso acaba siendo una tortura, porque nos impide vivir. La anhedonia nos puede transformar en robots fríos y carentes de emociones (aparentemente) como por ejemplo: nada nos despierta interés, ni el cariño que nos dan los demás, ni nos esforzamos en darlo, nada nos produce placer, nada nos emociona, la música deja de transmitirnos algo; porque dejamos de sentir, para bien y para mal.

¿Por qué aparece la anhedonia? Generalmente para que no sintamos dolor. En un inicio aparece como una defensa del cerebro en estados depresivos. Si dejamos de sentir y nos desconectamos de las emociones, podemos seguir funcionando en la sociedad y posiblemente, no se hace necesario coger la baja por depresión, ni hay que cuestionarse las cosas, ni hay que aprender de los errores ni hay que pedir perdón o exigirlo. Funcionamos sin pena ni gloria y nadie tiene porqué darse cuenta. Parece bueno, ¿no? Pero la realidad es muy distinta. La persona sabe que algo no anda bien y pudiera preguntarse el porqué se siente indiferente frente a situaciones importantes. Se preocupada porque ya no siente nada, pero a veces no sabe ni dónde está el origen de ese malestar. 

A veces sucede que se ha desconectado tanto que ya no recuerda qué era sentir y aparecen problemas a nivel social: problemas de pareja, problemas con amigos, problemas con familiares, etc. La gente te dice que ya no eres la misma persona, que estás como ausente y que todo te da igual. Y es cierto, pero en realidad no lo es. No te da igual pero no sabes porqué parece que te da igual. Se produce una lucha interna, ya que quieres sentir, pero no consigues hacerlo. Por más que lo intentas ya ni puedes sentir las emociones positivas. Este mecanismo de defensa funciona como una quimioterapia: de la misma forma que mata las células cancerígenas mata también las sanas. Lo mismo sucede con la anhedonia: se deja de sentir dolor, pero también placer, se deja de sentir tristeza, pero también alegría.

¿Y qué puedes hacer para volver a sentir? Este camino es muy difícil hacerlo sin la ayuda de un profesional de la psicoterapia. En un proceso terapéutico se busca la raíz del problema y se trabaja ese bloqueo, como quien dice: se sacan las capas a la cebolla hasta llegar a la parte más tierna y auténtica.

Se trata de encontrar la causa o causas de la anhedonía. A veces la causa es muy clara pero otras veces son pequeñas cosas que se han ido acumulando y causando dolor hasta que aparece una pequeña cosita que funciona como la gota que colma el vaso. Pero para poder superarlo hay que encontrar el origen, es entonces, cuando se puede hacer algo para superarlo. Una vez superas lo que sucedió, poco a poco se empezará a normalizar las emociones que fueron forzadas, inconscientemente, a no reaccionar; y conscientemente es el momento de hacer que las emociones fluyan con naturalidad.

Las emociones se viven, se sienten, se reconocen, pero solo una parte de ellas se puede expresar en palabras o conceptos. Laura Esquivel.


Fotografía: Internet


  

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