La vida es una serie de cambios naturales y espontáneos. No te resistas a ellos -solo crea dolor-. Deja que la realidad sea la realidad. Lao Tse.
Desde que nacemos se van sucediendo unas condiciones, sucesos y acontecimientos que, aunque son esenciales para nuestra evolución, nos suele costar entender o aceptar. En cualquier caso, siempre suceden. Algunos son bruscos; otros, imperceptibles. Unos son esperados o deseados y otros, todo lo contrario.
La vida es un viaje maravilloso, pero no estático; estamos en
constante cambio. Todo tiene un principio y un final y las cosas que ayer
estaban, mañana puede que se esfumen de nuestro presente. Aceptar que la vida
es cambio nos permite vivir el aquí y ahora más tranquilamente, disfrutar de lo
que tenemos entre manos, sin preocuparnos de si lo perderemos o no.
Tenemos que aceptar que la vida es cambio y el futuro no
tiene por qué ser peor que lo vivido. En esta vida todo son etapas, debemos
aceptarlo y ser capaces de identificar cuando se está acabando una etapa para
poder empezar una nueva. Al decir verdad, las etapas se suceden sin darnos cuenta:
el bebé pasa a la niñez salta a la adolescencia que da paso a la juventud que alcanza
la adultez y llegados a la madurez comienza esa etapa de consolidación, que
pudiendo ser estable siempre son cambiantes, por tanto, estamos obligados a
aceptar los cambios para poder subsistir y avanzar. Realmente pasamos por
muchas etapas evolutivas y de supervivencia y algunas se nos atragantan; etapas
de relaciones, de aprendizajes, de responsabilidades...
El apego al pasado no debe limitar el presente. Vivir bonito es
aceptar que la vida es cambio y que el futuro no tiene por qué ser peor que lo
vivido. La vida es un ir y venir, un empezar y un terminar, una evolución
constante en la que no podemos quedarnos anclados en una etapa, por muy hermosa que esta sea, aunque me hará feliz siempre que la rememore.
Debemos ajustar nuestras expectativas porque nada dura para
siempre. Solo se vive una vez. Disfrutemos de cada etapa y digamos adiós a lo vivido, pero lo vivido nunca se olvida, felices de
haber tenido la oportunidad de haber experimentado en plenitud vivencias inolvidables.
Es importantísimo aprender a cerrar etapas, capítulos o
historias de nuestra vida, porque precisamente eso es vivir: cambiar, renovarse, porque
cuando uno se queda anclado en una vida que no le está aportando nada por miedo
al cambio, en realidad ya está dejando de vivir con plenitud. Igual pasa con las relaciones, tanto familiares o de amistad, cuando se resquebrajan y por alguna circunstancia, no se quiere o no se puede restaurar, hay que poner distancia y seguir viviendo, porque cada uno vive su vida individualmente.
Sabemos que los cambios generan incertidumbre y esa
incertidumbre nos da miedo. El ser humano tiene mucho deseo de control, pero
como seres racionales que somos, es preciso aprender que la seguridad no
existe, excepto en el caso de la muerte. Por mucho que intentemos controlar
nuestro mundo, habrán ciertas situaciones o circunstancias que sucederán sin que
lo esperemos y sin que tengamos ningún poder para modificarlas.
Por lo tanto, deja de intentar controlar, no puedes y te
creará mucho malestar. Interioriza la idea real y verdadera de que las cosas
pueden terminarse y eso estará bien, porque es lo normal, forma parte de la
vida. Porque la vida es cambio.
Quizás hoy sufras por haber cerrado un capítulo, pero mañana
te alegrarás y volverás a abrir otro y lo más seguro es que sea mucho mejor.
Será mejor porque tú lo harás mejor, habrás aprendido de las anteriores etapas,
habrás sacado conclusiones y habrás madurado como persona.
Tómate los recuerdos como lo que son e intenta no mezclarlos
con sentimientos muy emocionales. Lo que se fue ya no volverá pero está ahí; los buenos momentos siempre es grato recordarlos como parte importante de tu vida, pero lo que te apesadumbra, no merece
la pena darle vueltas. Ahora tienes ante ti una nueva etapa, para descubrir,
para explorar, para conocerte mejor y sobre todo para apreciar y disfrutar.
Toda etapa encierra un placer, algo positivo, algo nuevo,
nunca nada es totalmente malo, aunque ahora mismo no tengas la capacidad para
darte cuenta de ello. Si reflexionas fríamente, alejado de las emociones, verás
que nada es totalmente bueno ni totalmente malo.
Todo cambia, todo pasa, todo se reinventa. Nosotros mismos
también evolucionamos como personas, no nos mantenemos estáticos. La persona
que éramos ayer no es la misma de ahora. Crecemos, maduramos, envejecemos y
morimos; ese es el orden natural de las cosas y no tenemos que ir contra
corriente ni intentar modificarlo, sino aceptarlo con serenidad.
El sentido de mi vida
no depende de una persona en concreto, pues tengo más cosas de las que puedo
disfrutar.
Mira hacia adelante, como cuando vas conduciendo y nunca hacia
atrás. El espejo retrovisor solo hay que mirarlo un instante, pero tenemos que
conducir mirando hacia adelante, observando y aceptando lo que está llegando y
lo que está por venir. Asume, abraza y acepta los cambios; hazlos parte de ti,
de tu vida, de tu mundo...
Está claro que los cambios van unidos a la vida. Son procesos
que se van gestando de forma constante. Todo tiende a cambiar de una forma u
otra. Nuestro proceso vital está marcado por constantes transiciones: nacemos,
crecemos, evolucionamos, maduramos y envejecemos. La vida es también una
elección o aceptación permanente y cada opción implica un cambio y una adaptación.
Enfrentar cada día implica desafiar y resolver los hechos o
circunstancias que se nos presentan. A lo largo de la vida tenemos que hacer
frente a distintos tipos de situaciones: condiciones previstas e imprevistas,
favorables y desfavorables. Unas veces elegimos que sucedan; otras, están fuera
de nuestro control.
La mejor manera de superar estos percances es aprendiendo a
fluir. Analizando, aceptando con serenidad y adaptándonos, y el tiempo nos dará
una visión sosegada y acertada de cada situación.
Hay momentos que hay que adaptarse al cambio, pero a veces
hay que generarlo…
Fotografía: Internet
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