sábado, 24 de septiembre de 2022

Distanciamiento afectivo

 


Distanciamiento afectivo en la familia, ¿por qué ocurre? Falta de comprensión, valores diferentes, palabras que no se olvidan... La distancia entre algunos miembros de la familia puede deberse a distintas causas. Este es, además, un hecho que se da con más frecuencia de la que pensamos.

El distanciamiento afectivo en la familia no sucede de un día para otro. Por lo general se macera poco a poco, al acumular un exceso de decepciones, rencores callados ante determinados comportamientos, palabras dichas o silencios que enfriaron emociones. Sea como sea, todas estas dinámicas pueden darse en cualquier miembro de la unidad familiar y dejar heridas perecederas, dice la psicóloga Valeria Sabater.

Padres e hijos, hermanos, tíos, primos, abuelos… En toda familia hay desavenencias. Es muy posible que tú y yo hayamos vivido esta realidad con más de un miembro cercano. De hecho la distancia física y sobre todo emocional, desgraciadamente, se da más  de lo deseable. Son muchos los hogares que cuentan con algún familiar que ya no viene de visita, que no se felicitan en días de aniversarios ni se llaman por teléfono para saber qué tal va todo.

Para muchos, es ley natural. No es fácil llevarse bien con todos los que integran un árbol familiar. Sin embargo, esta situación resulta un poco más problemática cuando surge entre padres e hijos. Así, y aunque tengamos claro que los lazos de sangre no aseguran el afecto ni son una imposición para mantener ese vínculo, dicha situación puede vivirse con cierta tristeza por alguna de las partes.

Cada uno sabe sus cosas y Dios la de todos. Y ¿qué causas pueden llevar al distanciamiento? El distanciamiento afectivo en la familia es un tema bastante descuidado en la literatura de investigación. Disponemos, por ejemplo, del trabajo realizado por el neuropsiquiatra Richard Conti, de la Universidad Kean de Nueva Jersey. Algo que nos revela es que estas situaciones se dan con bastante frecuencia y que se dan en mayor grado entre primos, tíos y sobrinos. Sin embargo, donde surge mayor sensación de angustia y desgaste psicológico es en la familia nuclear (padres, hijos, hermanos).

Cada vez se habla un poco más sobre el tema. Y se hace también porque vemos figuras públicas que dan el paso, que hablan sobre ello y nos hacen ver que alejarse de las respectivas familias es algo común. Sabemos de desavenencias familiares de reyes, princesas, actores, cantantes, etc.

Visto desde fuera nos puede resultar triste y hasta incomprensible. Sin embargo, las dinámicas que se tejen en un hogar y entre un grupo de personas llegan a ser muy complejas. Salvador Minuchin, médico psiquiatra y destacado terapeuta familiar, decía que “crecer y madurar es aprender a separarse”. No obstante, hay separaciones que se dan de manera dolorosa y hasta distorsionada creando heridas para siempre.

Para comprender dichas situaciones cabría preguntarse: ¿Cómo concibes la vida? ¿Qué esperas de ti? ¿Cuáles son tus valores? A menudo, cuando nos respondemos a estas cuestiones descubrimos que nuestros familiares mantienen ideas opuestas a las nuestras, sin embargo, esto no debería ser ningún problema. Las mejores familias no son aquellas que coinciden en todo, sino las que, a pesar de las diferencias existentes, se respetan.

Esto último no es algo que se dé muy a menudo. El origen de muchos distanciamientos surge por el choque de valores y expectativas irreconciliables. Hay padres que sitúan en sus hijos unas elevadas expectativas e hijos que no encajan en las visiones particulares de los progenitores.

El bienestar y la armonía del hogar se nutre de cariño, alegría y respeto: los padres cuidan y educan a sus hijos y los hijos aprenden y respetan a sus padres. Pero en un hogar pueden conjugarse infinitas dinámicas insalubres, muchas de ellas ocasionadas por estilos y maneras de proceder que chocan y desgastan las relaciones: madres emocionalmente frías, padres autoritarios, hijos déspotas y egoístas, hijos con una comunicación violenta y comportamiento impulsivo, hermanos que te ven como rival y te traicionan y levantan falsos testimonios para desprestigiar tu personalidad. Lo peor que puede suceder en una familia, es que arraiguen los celos y la envidia entre hermanos, eso hace saltar por los aires la paz y la armonía familiar… Hay caracteres intratables que destruyen la convivencia, pero muchas veces en esos comportamientos se esconden patologías y trastornos psicológicos no diagnosticados.

Esa variedad de caracteres va creando poso, abriendo heridas que no cicatrizan y haciendo de la convivencia algo insufrible. Cuando los hijos no respetan a sus padres y les obligan a mediar y posicionarse en sus conflictos y los culpan de sus errores, poco a poco se va creando un distanciamiento afectivo en la familia que se hace patente y evidente.

En estas circunstancias, los hijos dejan el hogar y espacian las visitas y el contacto hasta que llega un momento en el que ese vínculo se desgasta para siempre. A menudo, se puede experimentar alivio por esa distancia, por no tener que verse en situaciones dolorosas y problemáticas. No obstante, en ciertas ocasiones, a pesar del silencio en la comunicación, sigue pesando la sombra de la tristeza y la decepción por no saber encauzar la situación.

También suele darse otro hecho. Cuando fallece alguno de los progenitores también puede enfriarse el trato entre hermanos. La pérdida de la figura más querida supone, en muchos casos, un impacto bastante complejo. La casa de los padres suele ser el punto de encuentro donde se reúnen los hermanos, y una vez fallecen, por lo general, cada hermano va por su lado sumido en las vicisitudes del día a día; lo común se vuelve particular.

Tal y como podemos ver, son muchos los desencadenantes de la ruptura de la relación entre los miembros de un hogar. No obstante, cabe señalar que hay distancia que están  justificada: caracteres irascibles, conflictos insalvables, sufrimientos, violencia intrafamiliar… Ahora bien, a pesar de que ese alejamiento sea en ocasiones necesario, la sociedad sigue viendo este hecho con malos ojos.

Hoy en día las políticas del gobierno parecen ir destinadas a restar valor a la institución familiar, pero la familia es y será el pilar fundamental de la sociedad. La familia se sigue concibiendo como una institución sagrada, donde triunfa el amor y reina la armonía y la alegría de ser parte de una unidad; otra cosa es, que las rivalidades, celos, envidias, intolerancia y falta de respeto, desencadene desavenencias y abra heridas, recelos, rencores, ira, venganza… En estas circunstancias, la familia puede ser el escenario y el origen de sufrimiento e infelicidad.

Pero no perdamos la esperanza, tengamos fe de que un día se valorará la grandeza de la familia en el engranaje de esta sociedad desencantada, que buscando la felicidad, no ve que ésta nace en el seno de sus raíces.


Fotografía: Internet

 

 

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