La intransigencia es la actitud de la persona que no acepta
los comportamientos, opiniones o ideas distintas de las propias o no transige
con ellos.
Cuando hablamos de una persona intransigente, nos referimos a
que no está dispuesta a cambiar su posición para llegar a un acuerdo o para
cerrar un debate, es decir, no acepta que otro individuo pueda tener razón y no
reconoce que los argumentos del otro puedan ser válidos, aunque pudiera ser, que haya un oculto interés en no ceder.
Tal vez la definición esencial de la intransigencia es la de
una actitud en la que hay voluntad de no ceder. No es lo mismo que obstinación
o terquedad, pero sí puede conducir a ellas.
Una persona terca no tiene opiniones, estas lo tienen a él. Alexander Pope.
La obstinación hace referencia a la limitación que lleva a
considerar solo un punto de vista. Por otra parte, la terquedad tiene que ver con
mantenerse en alguna idea, sentimiento o deseo en contra de toda evidencia.
En el caso de la intransigencia es posible que se consideren
varios puntos de vista, así mismo, en muchos casos se sustenta sobre
evidencias. Sin embargo, lo que difiere significativamente del punto de vista o las evidencias que prueban una postura diferente son demeritadas o no tomadas
en cuenta.
“La actitud intransigente es más indicativa de una
incertidumbre interior que de una profunda convicción”. Eric Hoffer.
La intransigencia es una actitud que puede resultar muy
destructiva. ¿Por qué alguien cierra su mente y se niega a ver razones o
evidencias que podrían sacarle de un error?
Más allá de lo razonable o no que resulte una idea, una
opinión o un deseo, lo que prima en la intransigencia es el rechazo necio a
ceder. Por lo tanto, no se trata en sí misma de una forma de razonar o de un
sesgo como tal, sino de una actitud que bloquea cualquier posibilidad de
conciliación con otras posturas.
Lo que hay en esta actitud es una falta de flexibilidad. En
ese sentido, está emparentada o bien con la rigidez mental o bien con
motivaciones que no pueden o no quieren hacerse explícitos. Estas pueden ser el
propio ego, el deseo de imponerse a otros con algún interés oculto y concreto. El
querer llevar siempre la razón es lo que impide conversar con ellas desde otros
puntos de vista, ya que son dadas a construir prejuicios que contrarreste todo
argumento que no les dé la razón. Otro rasgo de estas personas es su
resistencia a poner en tela de juicio sus creencias, incluso habiendo
argumentos o evidencias contundentes en su contra.
El orgullo también es uno de los rasgos de la personalidad intransigente,
no solo lo son porque estén muy apegadas a sus creencias, sino también porque
les cuesta mucho admitir que están en un error o porque les molesta tener que darle la
razón a otra persona. Esa es la razón por la que muchas veces ni siquiera
atienden a lo que se les dice, sino que además se niegan a escuchar.
El filósofo Eric Hoffer hizo una muy lúcida indicación sobre la verdadera
naturaleza de la intransigencia negativa. Dijo que, “la postura
intransigente se dirige más contra la duda interior que contra el agresor
exterior”. En efecto, todo indica que esa actitud está mucho más asociada
con la autodefensa que con la convicción.
Muchas veces la función de la obstinación es cerrar el
diálogo y cortar la comunicación. El objetivo es que sus creencias no sean
puestas en tela de juicio o que se revele su fragilidad, por eso, estos indeseables se valen de su mal carácter para amedrantar y salirse con la suya.
Es muy frecuente que las actitudes intransigentes no nazcan
de férreos valores y opiniones, sino que más bien se asocien con un ego que se
siente amenazado y que responde radicalizándose. La intransigencia suele
desvelar miedo o inseguridad en aquello en lo que no se cree o no se desea o no interesa.
Consiente en ceder cuando tengas razón, con tal de que sepas
ser intransigente cuando estés equivocado. Tener espíritu abierto no significa
tenerlo abierto a todas las necedades. Jean Rostand.
Fotografía: Internet
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