lunes, 29 de agosto de 2022

El tiempo nos cambia a todos

 


El tiempo es la vida misma... El tiempo está unido y fusionado a las experiencias que vamos recogiendo a lo largo de toda nuestra vida, por lo que ambas cosas hacen que aprendamos, conozcamos y cambiemos. De hecho, estamos tan ligados al tiempo que parece que se alarga o se acorta en función de nuestro estado de ánimo y nuestras expectativas de vida.

Nacemos a la vida como seres diminutos e indefensos, dando la impresión de que no vamos a salir de la cuna y sin embargo, el tiempo pasa tan deprisa que echamos a andar y crecemos tan rápido que casi no nos da tiempo de saborear la vida. También hay que reconocer que el tiempo es relativo; cuando las cosas van mal el tiempo se hace eterno, pero cuando van bien pasa muy rápido, y esa sensación es generalizada.

Verdaderamente el tiempo es relativo y como se suele decir, el tiempo no pasa en balde. Si ahora echáramos las vista atrás quince años, o cinco, o diez meses, nos damos cuenta que realmente el tiempo pasa y deja huella en el cuerpo en el alma y en la memoria. En este sentido, solemos medir el tiempo en acontecimientos claves que nos han marcado y que recordaremos por siempre, unos con alegría y otros con pena...

Un hombre debe vivir el presente y ¿qué importa quién eras la semana pasada, si sabes quién eres hoy? Paul Auster.

Vivir significa experiencia y las experiencias miden el tiempo. Cualquier emoción que surja de un contacto directo con la realidad implica un cambio: podemos viajar y conocer nuevos modelos de vida, encontrar a personas con pensamientos y costumbres que no conocíamos, formar una familia, perder a personas que creíamos que estarían para siempre con nosotros, descubrir el amor y el desamor, etc. Todo ello, sin darnos cuenta, nos cambia, nos modela y nos transforma.

Lo cierto es que vivir tiene distintos precios y uno de ellos, como sabemos, es vivir experiencias y ligarlas a nuestro tiempo de vida. Habrá momentos que nos marcarán tanto que creeremos que han durado más tiempo del real y otros que recordaremos como fugaces. Por eso decimos que con el tiempo cambiamos, porque vivir tiene distintos precios, como la noche y el día con sus luces y sombras.

Normalmente, solemos señalar a las experiencias más negativas o más positivas que podemos vivir como culpables de nuestros cambios de personalidad y, hasta a veces, físicos. Los extremos siempre traerán la diferencia: la felicidad verdadera no la olvidaremos, pero tampoco nuestras caídas y superaciones.

Es evidente que en situaciones en las que vivimos extremos emocionales cambiamos, porque éstos nos obligan a llegar a lo más hondo de nosotros mismos y a vernos como nunca antes nos habíamos visto. En la vida se suceden los acontecimientos, los aciertos y errores son lecciones que no podemos olvidar, y a veces erramos sin querer, pero los errores hay que subsanarlos queriendo. Los acontecimientos nos obligan a conocer cosas y valores que no conocíamos, afloran sentimientos que no habíamos tenido antes y es necesario ordenar el desorden de nuestro interior, porque tampoco podemos resistirnos al cambio.

Cuando no somos capaces ya de cambiar una situación, nos enfrentamos al reto de cambiar nosotros mismos. Victor Frankl.

Cuando pasamos por un mal momento probablemente salgamos de él más fuertes; si nos hemos equivocado, sabremos qué no tenemos que volver a hacer la próxima vez; si hemos sido felices, solo nos conformaremos con aquello que nos hace bien y rehuiremos de la tristeza, etc. Lo que es seguro es que nunca volveremos a ser los mismos después de una experiencia nueva o de ir cumpliendo años: el tiempo nos transformará y moldeará nuestra persona y hasta nuestros pensamientos.

El cambio viene solo es inútil resistirse al cambio... Querer evadir que algo ha pasado en nuestra vida y querer pensar que todo sigue como tiempo atrás no sirve de nada porque la realidad, es que no es así. Como alguien dijo alguna vez: "todo fluye y todo permanece". Es decir, nuestra esencia seguirá siendo la misma, pero no seremos los mismos.

La clave es saber adaptarse y aceptar. No podemos resistirnos al cambio, la única forma de crecer para bien como personas es aceptarlo. Tenemos que renovarnos y si, por algún casual, ya no podemos ser fieles a nuestros principios, habrá que adoptar otros nuevos que nos ayuden a empezar, pero como continuidad. Sería beneficioso que entendiéramos que el tiempo nos pasa por encima y solo nosotros decidimos qué hacer con él y cómo aprovecharlo y qué aprendizaje sacar de él.

De la misma manera que el tiempo cambia a uno mismo, también cambia a las personas que tenemos alrededor y, consecuentemente eso influye en las relaciones que tengamos en común. Es clave entender que aceptar el cambio propio es igual de importante como aceptar el del otro, siempre y cuando no nos perjudique directamente: en esas circunstancias probablemente la otra persona necesita también nuestra adaptación.

¿Por qué se ha de temer a los cambios? Toda la vida es un cambio. ¿Por qué hemos de temerle? George Helbert.

Lo que tenga que ser será, a su tiempo y en su momento, porque el destino es incierto y a veces simplemente los vientos no soplan a nuestro favor...

El tiempo está en nosotros y nosotros estamos en el tiempo. Nos cambia y lo cambiamos. Vasil Levski.

Las personas estamos en constante cambio, desde que nacemos vamos notando los cambios del crecimiento que nos transforma en adultos, y eso lo llevamos bien, pero llegados a la ancianidad nos cuesta más aceptar esos cambios propios de la edad que nos hacen perder actitudes y capacidades de autosuficiencia. Ser dependientes nos hace sentir una carga molesta para los familiares, pero habiendo amor cuidamos con devoción a nuestros mayores. 

Pero, ¿cómo no voy a querer cuidar a mis padres que me dieron la vida? La vida me arrebató a mis padres sin llegar a la ancianidad; la vida no me dio la oportunidad de devolverles los desvelos y cuidados que recibí. Para mí hubiera sido una gran satisfacción haber podido cuidar de mis padres ancianos y disfrutar de su larga vida. 

Hoy mi padre cumpliría ciento dos años y me lo imagino con su mirada iluminada y su pícara sonrisa, siempre de buen humor y muy conciliador, junto a mi madre conversando y recordando sus confidencias. Solo pensarlo me embarga la emoción y me despierta una gran ternura... 

Papá, fuertes abrazos y besos ahí donde estés y también para mamá: no los olvido porque los quiero con toda mi alma. 

¡Felicidades papá! Siempre en mi corazón.


Fotografía: Internet


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