Un día contemplando las impresionantes construcciones hechas de acero pensaron que el acero era lo más fuerte del mundo, se acercaron y le
preguntaron:
Acero ¿tú eres el más fuerte del mundo?
A lo que el acero respondió:
No, yo no soy
fuerte; fuerte es el fuego que puede derretirme.
Buscaron al fuego y le preguntaron:
Fuego ¿tú eres fuerte?
Este le dijo:
No, yo no
soy fuerte; fuerte es el agua que puede apagarme.
Fueron y preguntaron al agua.
Agua ¿tú eres fuerte?
Yo no soy
fuerte; fuerte es el sol que puede evaporarme.
Entonces preguntaron al sol:
Sol ¿tú eres fuerte?
No; fuerte es la nube que
puede ocultarme.
Llamaron a la nube y le preguntaron:
Nube ¿tú eres fuerte?
No, no
soy fuerte; fuerte es la montaña que puede partirme en dos.
Fueron a la montaña y le preguntaron:
¿Tú eres fuerte?
No; fuerte es el hombre, porque puede escalarme y conquistarme.
Ya frente al hombre le preguntaron:
Hombre ¿tú eres el más fuerte del mundo?
Y el hombre respondió:
No. La más fuerte del mundo es la muerte, porque ella tiene
la potestad de quitar mi vida y la vida de cualquier persona.
Buscaron pues a la muerte y la vieron sentada en su gran trono, y con un poco de respeto le preguntaron:
¡Muerte! ¿Acaso tú eres la más fuerte de todo el mundo?
La muerte se sorprendió y respondió entristecida:
Te equivocas, yo ya
no soy la más fuerte del mundo. Por mucho tiempo fui la más fuerte del
mundo, pero hace poco más de dos mil años, llegó un hombre al que le quité la
vida y al tercer día, resucitó, y fue así como me venció. Ése es el hombre
más fuerte de todo el mundo, su nombre es: Jesús.
Herodes no pudo matarlo.
El diablo no pudo tentarlo.
La muerte no pudo destruirlo.
La tumba no pudo retenerlo.
Éste es Jesucristo, nuestro Salvador.
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