Los errores no se niegan se asumen. Es buena cosa reconocer
los errores y saber disculparse, porque aumenta la credibilidad… Ya sea por
vergüenza o miedo a las consecuencias, nos cuesta admitir nuestros fallos. Dice
la ciencia que rectificar es de sabios, pero los errores hay que aceptarlos,
superarlos y no volver a cometerlos.
Admitir que uno está equivocado no es sencillo. El monstruo
de la inseguridad y de la cara colorada acecha cuando hay que entonar el ‘mea
culpa’. Sea en el ambiente que suceda, entre familiares, amigos o en el trabajo, hay que asumir los errores frente a quien te pida explicaciones. No puedes escurrir el bulto cuando has sido descubierto y tienes el deber de dar la cara por tu error. Reconocer un error refuerza la credibilidad y es señal de una mente práctica y
realista.
Durante el viaje a través de nuestra vida a menudo nos
perdemos y cometemos errores. Esto es inevitable. La rapidez con la que
arreglemos nuestros errores una vez que los descubrimos, es lo que marcará la
real diferencia en la calidad de nuestras vidas.
Una disculpa es el pegamento de la vida, puede reparar casi
cualquier cosa. Lynn
Johnston.
Algunas personas encuentran muy difícil el acercarse a quien
han herido y disculparse por el dolor que pudieron haber causado. Quien es valiente para hacer daño no puede ser cobarde para reconocer sus acciones y disculparse.
¿Cuántas relaciones personales y de trabajo podrían
salvarse? ¿Cuántos hogares destruidos podrían repararse? ¡¿Cuántos
alejamientos entre padres e hijos y hermanos podrían resolverse, si una de las
partes involucradas hubiera tenido el valor para enfrentar a la otra persona y
decir: "Lo siento"?! Incluso cuando creemos que no tuvimos ninguna
mala intención o que no estábamos en falta, aun así, podríamos disculparnos por
el dolor que el otro ha sufrido.
Es admirable la enfermera que, antes de aplicar una
inyección, dice al paciente, "lo siento, pero esto va a doler" Aunque
su acción es para el beneficio del paciente, ella se disculpa por el dolor que
va a causar.
A algunas personas les inquieta decir: "Lo siento".
Quizás piensan que haciéndolo estarán admitiendo un mal. Quizás tienen miedo de
lo que podría pasar si su disculpa es rechazada. Sin embargo, ganaríamos mucho
más respeto de los demás si tuviéramos el valor para disculparnos. Todos lo que
estaríamos diciendo es: Soy más inteligente hoy de lo que era ayer, y he aprendido
algo nuevo. Dijo un sabio: "Nuestro enojo es el que nos hace
ingresar en un altercado, y nuestro ego se ocupa de que permanezca allí".
Cuenta que alguien fue a disculparse ante un viejo amigo, él sonrió y le
dijo: Desearía poder ser tan valiente como tú y poder decir que lo
siento. Pues, aquella vieja amistad se reanudó y fue mucho más significativa
que antes.
Para empezar a solucionar los problemas que han nacido de un
error, lo primero que hay que hacer es admitir que están ahí. Y ¿cómo
disculparse? ¡Simplemente haciéndolo! Así que, tampoco puedes simplemente decir
"perdón" y dejarlo así. Tienes que mostrar remordimiento y la
comprensión de que tus acciones lastimaron a alguien. Solamente cuando estos
dos elementos estén presentes en tu disculpa podrás comenzar a reconstruir tu
relación dañada.
Admitir tus malas acciones ayuda a la persona que ofendiste a
sanar, y garantizará que esa persona no se culpe equivocadamente por lo que
pasó. Por tu parte, asumir la responsabilidad refuerza tu reputación como una
persona justa y honesta, y al mismo tiempo te dará más confianza para
clarificar cuando algo más salga mal en el futuro. También sentirás alivio
después de hablar con la persona que hayas ofendido.
Quizás, la ciencia es un lugar perfecto para encontrar
ejemplos sobre la importancia de decir en voz alta: “Me equivoqué”. Los
científicos cuentan con tener que rectificar bastante. De hecho, el propio
método científico se basa en eso: hipótesis que serán aceptadas o rechazadas a
lo largo de la investigación, teorías válidas hasta que se demuestre lo
contrario... y requiere que los científicos reconozcan cuándo se equivocan. El
aumento de los datos y la mejora de la metodología pueden tirar por tierra un
experimento cuyas conclusiones, ahora erróneas, han sido aceptadas por la
comunidad científica durante mucho tiempo. Y no pasa nada.
Decir ‘Lo siento’ no arreglará lo que se ha roto. No puede
invertir el tiempo ni deshacer el daño ni cambiar nada de lo que sucedió. Pero
una disculpa sincera y humilde puede servir para suavizar la picadura y, a
veces, hace un buen trabajo de reparación. Richelle E. Goodrich
Contar un error en voz alta es el primer paso para empezar a solucionarlo y evitar que se cronifique. Ojalá se reconocieran los errores cometidos... Ser capaz de reconocer los errores refuerza la credibilidad y contribuye a aumentar las buenas relaciones, ¿por qué cuesta tanto hacerlo? Una de las explicaciones es el temor a la humillación y a que las capacidades de la persona equivocada se vean cuestionadas. En esta situación, entra en juego la disonancia cognitiva, es decir, el mecanismo mental que utilizamos para protegernos cuando lo que pensamos y lo que hacemos es contradictorio. Nos creemos personas racionales e inteligentes y cuando encontramos una información que contradice esta idea la rechazamos. Admitir que estamos equivocados es doloroso para la percepción que tenemos de nosotros mismos. Cuando nos disculpamos por haber cometido un error, tenemos que aceptar esa disonancia, aunque no sea placentera.
También hay otro mecanismo mental que contribuye a que
alguien se mantenga en sus trece: el sesgo de confirmación. Se trata del
razonamiento que hacemos cuando estamos defendiendo una postura (la nuestra, la
acertada). Es uno de los más conocidos y estudiados por la psicología. Podría
resumirse en que solo escuchamos lo que respalda nuestra opinión. Oficialmente,
consiste en que aceptamos sin más las pruebas que apoyan nuestras ideas
mientras que nos mostramos escépticos con las que son contrarias,
considerándolas parciales o interesadas. Como explica Michael Shermer en The
believing brain: reaccionamos de forma emocional a datos conflictivos y después
racionalizamos por qué nos gustan o no.
¿Cómo solucionarlo? Tener modelos de referencia que admiten
estar equivocados ayuda a combatir el temor a las consecuencias. También es
importante aprender a identificar las justificaciones habituales. “Si es
evidente para todos que has cometido un error, ser obstinado le muestra a la
gente una debilidad de carácter, en vez de una fortaleza”, explica Tyler
Okimoto, profesor asociado de psicología de la Universidad de Nueva York. “En
cierta forma, las disculpas les dan una sensación de poder a quienes las
reciben”.
Con esta afirmación viene un giro inesperado de los
acontecimientos: negarse a pedir disculpas tras cometer un error puede tener
algunos beneficios psicológicos, según confirma la investigación llevada a cabo
por el profesor Okimoto y publicada en la revista European Journal of Social
Psychology. Los resultados de este estudio demuestran que no reconocer los
errores aumenta la sensación de poder del sujeto y esto puede contribuir a
mejorar también su autoestima, porque lo reafirma en su objetivo. Pero claro, el límite entre esta postura y un
comportamiento narcisista es bastante difuso, y deja un poso de sensaciones confusas.
Rectificar es de sabios. La rectificación sólo demuestra
sabiduría cuando no es forzada por las circunstancias, sino intelectualmente
libre. El poeta
británico Alexander Pope dijo aquello de: “Errar es humano, perdonar es divino,
rectificar es de sabios”. Una frase que, no por más trillada y escrita en
azucarillos de bar, deja de ser cierta. Todos nos equivocamos, todos cometemos
errores. Porque somos humanos, porque es maravilloso equivocarse, ya que sólo
de los errores se aprende, porque sólo hasta que pruebas el amargor del
equívoco no puedes saborear el dulzor de la razón. O la verdad. O la justicia.
O póngase eso que ocurre cuando a alguno le sale la cosa bien y no le han
multado en la zona azul. Pero, ¿qué hacer cuando uno sabe que no se equivoca y
otro cree que sí? Lo normal es mantener una conversación tranquila, pausada, en
la que se expongan ambos puntos de vista y, si se da el caso, admitir el error
por una o por ambas partes. Incluso existen casos de soluciones intermedias que
a todos satisfacen, porque la verdad y la sinceridad son valores absolutos.
Admitir un error no es una debilidad; por el contrario,
muestra una apertura de tu corazón. Se necesita agallas para decir lo siento.
Solo un individuo fuerte y equilibrado con claridad de mente puede hacerlo sin
esfuerzo. Asumir la responsabilidad de tus acciones requiere y desarrolla tu
autocontrol. Te conviertes en tu propia persona. Vishwas Chavan.
Cuando perdonas, liberas tu alma. Pero cuando dices ¡lo
siento’, liberas dos almas. Donald L. Hicks
Fotografía: doungtepro
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