Entré de prisa en la tienda a comprar unos regalos de Navidad a última
hora. Al ver a mi alrededor toda la gente que allí había, me molesté un poco.
“Estaré aquí una eternidad; con tantas cosas que tengo que hacer” pensé.
La Navidad convertida en 'navidad comercial' me cansaba y estaba deseando
dormirme por todo el tiempo que durara. Pero me apresuré lo más que pude
por entre la gente y llegué al departamento de juguetes. Otra vez más me encontré
murmurando para mí misma sobre los precios de aquellos juguetes. Me pregunté
si mis nietos jugarían realmente con ellos. De pronto, me encontré en la
sección de muñecas y en una esquina contemplé un niñito, como de 6 años,
sosteniendo una preciosa muñeca.
Estaba tocándole el cabello y la sostenía muy tiernamente. No me pude
aguantar; me quede mirándolo fijamente y preguntándome para quién sería la
muñeca que sostenía, cuando de pronto se le acercó una mujer a la que él llamó
tía. El niño le preguntó:
—¿Estás segura que no tengo dinero suficiente?
Y la mujer le contestó con un tono impaciente:
—Tú sabes que no tienes suficiente dinero para comprarla.
Luego le dijo al niño que se quedara allí dónde estaba mientras ella buscaba
otras cosas que le faltaban.
El niño con la muñeca entre sus manos la miraba como si le hablara. Después de un ratito me acerqué y le pregunté para quién era la
muñeca. Él me contestó:
—Esta muñeca es la que mi hermanita deseaba con mucha ilusión para
Navidad. Ella estaba segura que Santa Claus se la iba a traer.
Yo le dije que lo más seguro Santa Claus se la traería, pero me contestó:
—No, Santa no puede ir donde está mi hermanita. Yo le tengo que dar la
muñeca a mi mamá para que ella se la lleve a mi hermanita.
Le pregunté dónde estaba su hermanita y el niño con la carita muy triste me
contestó:
—Ella se ha ido con Jesús. Mi papá dice que mamá se va a ir con ella
también.
Mi corazón casi deja de latir. Volví a mirar al niño una y otra vez. Él
continuó:
—Le dije a papá que le pidiera a mamá que no se fuera todavía; que esperara un poquito hasta que yo regresara de la tienda.
Me preguntó si quería ver su foto y le dije que me encantaría. Entonces
sacó unas fotografías que tenía en su bolsillo y me dijo:
—Le dije a papá que le llevara estas fotos a mi mamá para que ella nunca
se olvide de mí. Yo quiero mucho a mi mamá y no quisiera que ella se fuera, pero
papá dice que ella se tiene que ir con mi hermanita.
Me di cuenta que el niño emocionado había bajado la cabeza y se quedó en silencio. Mientras él no miraba metí la mano en mi cartera y saqué unas monedas. Entonces le dije al niño que contáramos otra vez el dinero. El niño al contar se alegró mucho y comentó:
—Ahora sí que puedo comprar los regalos.
Y nuevamente comenzó a contar el dinero... El dinero ahora sí era suficiente
para pagar la muñeca. El niño como si estuviera rezando en un tono de voz muy suave, dijo:
—Gracias, Jesús, por darme el dinero que necesito.
Y a continuación el niño me explicó:
—Yo le acababa de pedir a Jesús que me diera suficiente dinero para
comprar esta muñeca, para que mi mamá se la pueda llevar a mi hermanita, y Él ha escuchado mi oración. También le pedí que me concediera un poquito más de dinero para comprarle
a mi mamá una rosa, y me lo ha concedido. Ahora tengo dinero suficiente para
comprar la muñeca para mi hermanita y la rosa para mi mamá... A mi mamá le gustan
mucho las rosas rojas.
A los pocos minutos regresó la tía y yo me fui a otro lado de la tienda. Mientras terminaba mis
compras, con un espíritu muy diferente al que tenía al comenzarlas no podía
dejar de pensar en el niño.
Recordé una noticia que había leído en el periódico unos días antes, acerca
de un conductor ebrio que había causado un accidente donde había perecido una
niñita y su mamá quedó en estado de extrema gravedad. La familia estaba
deliberando si mantener o no a la mujer con vida artificial. Me di
cuenta de inmediato que este niño pertenecía a esa familia.
Dos días más tarde leí en el periódico que la mujer del accidente había
sido desconectada de la maquina que la mantenía viva y había muerto. No me
podía quitar de la mente al niño. Salí rápidamente, fui y compré un ramo de rosas rojas y
las llevé a la funeraria donde estaba el cuerpo de la mujer. Y allí estaba la
mujer del periódico, con una rosa roja en una mano, en la otra una linda muñequita, y sobre su pecho la
foto del niño que vi en la tienda.
Me fui llorando... Mi vida había cambiado para siempre. El amor de aquel
niño por su madre y su hermanita era inmenso. En un segundo, un conductor borracho destrozó la vida y rompió el corazón de aquel niñito...
Fotografía: Internet
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