Personalidad y carácter: conceptos y diferencias. Muy a
menudo utilizamos las palabras carácter y personalidad para referirnos a comportamientos particulares o a la suma de
comportamientos de una persona. Pero estos términos se usan indistintamente y
de forma intercambiable, lo que es un grave error, puesto que no significan lo
mismo.
La personalidad son las características o mezcla de
características que hacen a una persona única. Weinberg y Gould.
¿Qué es la personalidad? Existen varias definiciones de
personalidad, demasiadas en realidad. Sin embargo, la mayoría coinciden en que
la personalidad es un constructo psicológico que se refiere al grupo de rasgos
(características psíquicas) que tiene un individuo y que determinan sus
tendencias de comportamiento, pensamiento y emociones.
Por lo tanto, la personalidad es un conjunto de cualidades y
rasgos innatos que definen la manera de ser de una persona, pero puede que a través de su comportamiento te hagan recordar a sus padres o abuelos. La personalidad tiene origen
desde el nacimiento. Un bebé ya tiene personalidad propia y aunque ésta no se
encuentra bien definida aún, se irá desarrollando a medida que el bebé crezca y
aumente su interacción socio-cultural, principalmente con su entorno.
Durante los primeros cinco años de vida, el desarrollo de la
personalidad dependerá de la interacción del instinto y el ambiente. La
personalidad se refiere a las diferencias individuales en patrones
característicos de pensamiento, sentimiento y comportamiento. Y, a veces puede que te sorprenda ver que unos niños que eran educados, alegres y amables se conviertan en personas irascible, déspota, mentirosa que complican la vida en el día a día.
La visión ideográfica sobre la personalidad afirma que cada
persona tiene una estructura psicológica única y algunos rasgos son poseídos
solamente por una persona, a diferencia de la visión nomotética, que hace
hincapié en la comparabilidad de los individuos.
Podemos considerar que diferentes personas presentan una
misma personalidad porque presentan rasgos de comportamiento similares, pero
eso no es cierto, pues cada persona es única e irrepetible, al igual que su
personalidad.
Según los rasgos de un individuo se pueden organizar
diferentes tipos de personalidades: divertidas, extrovertidas, enérgicas,
optimistas, pesimistas, confiadas, agresivas, desconfiadas, serias, perezosas,
tímidas, nerviosas, sensibles, insensibles, cariñosas, entre otros.
La personalidad según Freud. Para Freud la personalidad es
desarrollada a través de la interacción entre la naturaleza (instintos
innatos), los procesos inconscientes y el entorno (influencias de los padres).
A medida que un niño se mueve a través de diferentes etapas
del desarrollo, la ubicación de la libido, y por lo tanto las fuentes de
placer, cambian. Freud.
En la adultez la personalidad emerge como el conjunto de
experiencias de la primera infancia. La misma es moldeada a través de cómo se
procesen consciente e inconscientemente dichas experiencias en las etapas de
desarrollo humano.
Algunos sujetos no logran satisfacer las necesidades
requeridas en cada etapa del desarrollo. Cuando esto ocurre, los resultados
pueden ser psicopatologías como los trastornos de personalidad “una condición
mental que altera los patrones normales de la personalidad”.
Nuestro carácter es el resultado de nuestra conducta. Aristóteles.
¿Qué es el carácter? El carácter hace referencia a un
conjunto de valores y creencias que definen el comportamiento del sujeto hacia
los demás y hacia él mismo. El mismo depende de las experiencias aprendidas y
vividas dentro de las relaciones tempranas.
El aprendizaje que da lugar a la formación del carácter
proviene de la interacción del sujeto con su entorno cercano y el entorno
social. Se puede asumir que el carácter es el factor que determina y controla
la conducta de un individuo.
Según podemos observar, la definición de personalidad que
propone Freud se asemeja notoriamente a lo que sería la formación del carácter
del individuo; esto ocurre porque es el carácter quien compone a la
personalidad, por eso encontramos una relación finita entre los dos conceptos.
Cabe remarcar que la mayor diferencia entre personalidad y
carácter es, que la personalidad es innata y el carácter se va formando
conforme el individuo crece y aumentan sus vivencias.
¿Cuántas veces escuchamos a alguien explicar que no puede
cambiar porque “es así”? ¿Cuántas veces has sentido que no puedes actuar de
manera diferente porque existen como ciertas inclinaciones dentro de ti? En
todos estos casos, estamos hablando sobre tu personalidad: el conjunto de
rasgos que nos definen y nos hacen únicos. Pero…, ¿hasta qué punto podemos
cambiar nuestra personalidad?
La personalidad no es algo definido completamente por
nuestros genes, y gracias ello podemos intervenir y lograr cambios. De hecho,
si tú mismo haces un pequeño ejercicio y miras atrás, te darás cuenta de que
conservas partes de tu personalidad y otras no. Quizás ahora eres más amable o
más arisco, más ordenado o más anárquico, más melancólico o más animoso, etc.
Dentro de todos los rasgos de personalidad que existen podemos encontrarnos con dos tipos: los rasgos de temperamento y los rasgos de
carácter. Mientras que los rasgos de temperamento son tendencias de
comportamiento que tienen una mayor carga genética y biológica (nacemos con
esas características), la definición o concreción de los rasgos de carácter
sería más bien el resultado de la interacción entre la persona y el ambiente.
A modo de resumen, dentro del grupo de rasgos de temperamento
encontramos algunos que son básicos y universales como la Búsqueda de
Sensaciones, Evitación del Riesgo, Impulsividad, Actividad y Persistencia. Y
por otro lado, en el grupo de rasgos de carácter se encuentran la Autodirección
(confianza y capacidad para dirigir el comportamiento metas valiosas para uno
mismo), Cooperatividad, y Trascendencia (gusto por lo estético y espiritual).
Todos estos rasgos, tanto los de temperamento como los de
carácter dan forma a la personalidad y nos diferencian de los demás. Dicho de
otro modo, todas las personas tenemos estos rasgos y nos diferenciamos en
función de cuán marcado tenemos un rasgo u otro. En psicología, técnicamente,
no decimos que alguien no tiene impulsividad o que sí tiene persistencia. Más
bien, decimos que alguien tiene muy baja impulsividad o muy alta persistencia,
porque los rasgos son conceptos graduales.
Todos tenemos luz y oscuridad en nuestro interior. Lo que
importa es lo que elegimos potenciar. H.K. Rowling.
Entonces ¿podemos cambiar nuestra personalidad? La respuesta
es muy clara: sí, podemos cambiar nuestra personalidad y además influir en la
dirección y el grado en el que queremos que se produzca la trasformación. A
pesar de que una parte de la personalidad es heredada, no se trata de una
configuración genética definitiva. Y como la personalidad uno de los filtros
que utilizamos para relacionarnos con el mundo, y el mundo es un entorno
cambiante, se trata de un sistema que posee capacidad de cambio.
Los rasgos de carácter son más fáciles de cambiar: la
influencia genética sobre ellos es menor y se han desarrollado (principalmente)
al interactuar con el ambiente. Cuando en terapia se busca un cambio de rasgos
que son temperamentales, como la impulsividad, la persona suele experimentar
una mayor resistencia al cambio. Sin embargo, por muy cabezota que se sea, con
perseverancia y dedicación, en muchos casos se consiguen resultados positivos.
Aunque se trate de una persona de edad más avanzada, cambiar
la personalidad es posible. Lo que suele ocurrir es que cuanto mayor es la
persona, más resistencia al cambio suele existir: lo que se está buscando es
cambiar la manera de ser, aquella manera con la que nos identificamos y nos
reconocemos a nosotros mismos. Esa misma que ha sido “cocinada” a fuego lento
durante años. Por este motivo, muchas veces la persona evita cambiar algunos
rasgos de su personalidad, y se excusa en su edad o en que “es así y lleva
siéndolo toda la vida”. ¡Pero estas son excusas! Cambiar la personalidad es
posible, se tenga la edad que se tenga, y los límites de estos cambios los pone
la propia persona implicada.
Para cambiar nuestra personalidad también es necesario que
seamos capaces de plantear una evaluación objetiva de dicho cambio. La
personalidad es una tendencia estable y constante, pero no es una condena de
por vida. Con trabajo y voluntad podemos modificar aspectos de mejora en nuestra forma de
ser.
¿Quién soy? Estoy tratando de averiguarlo. J. L. Borges.
Fotografía: Internet
No hay comentarios :
Publicar un comentario