Al despertar y al volverme a acostar,
allí estás Tú.
Cuando estoy enferma
y cuando rebozo de salud,
allí estás Tú.
Cuando el éxito me acompaña
y cuando el fracaso me persigue,
allí estás Tú.
Cuando siento que no tengo techo,
allí estás Tú.
Cuando el miedo me cierra el horizonte,
allí estás tú.
Cuando parece que todos me abandonan,
allí estás Tú.
En cada abrazo que me devuelve la paz,
allí estás Tú.
En los libros largos
y las tareas tediosas,
allí estás Tú.
En los momentos de alegría y claridad,
allí estás Tú.
En cada uno de los que quiero,
allí estás Tú.
En cada persona
con la que no tengo ganas de hablar,
allí estás Tú.
En aquellos a quienes me envías,
allí estás Tú.
En mis zonas de confort,
allí estás Tú.
En las fronteras,
allí estás Tú.
En el café de la mañana,
en la lluvia inesperada,
en las plantas que florecen,
allí estás Tú.
Allí estas Tú, que habitas
cada parte de mí y de mi mundo.
Inundándolo todo,
no dejándome salir.
Recordándome que,
aunque a veces yo quiera irme de mi misma,
Tú nunca quieres irte de mí.
María Sol Galera
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