Hace bastante tiempo en un reino animal había una espantosa peste que atacaba tanto a los animales del bosque como a los de los valles y collados. Todo el territorio estaba contaminado con la peste maligna.
El león muy preocupado por esta situación le preguntó a un
mono muy viejo, de barba blanca, cuál era la causa de ésta terrible peste que
estaba atacando a todos los animales.
El sabio mono dijo que el mal que les afectaba había sido enviada
por el cielo como un castigo y que el único remedio para evitar la muerte de todos, era sacrificar al animal que peores acciones hubiera cometido.
Entonces el león le preguntó al sabio mono que a cuál de los animales debían sacrificar para poder eliminar la peste que el cielo les había enviado como castigo.
El mono dijo que el que debía morir era aquel animal que hubiera cometido más crímenes y fechorías, y dijo que todos los animales debían confesar las cosas malas que habían hecho y el daño causado a sus semejantes, para acertar en la elección.
El león cerró los ojos y tras una pausa dijo a todos los
animales que estaban reunidos, que él debía ser el que se sacrificaría ya que
había matado a muchos venados y comido a muchas vacas, pero, como estaba
confesando su pecado estaba salvado del sacrificio.
Los animales enseguida imitaron al león y empezaron a
confesar sus malas acciones para conseguir salvarse del sacrificio. Pero de todos
modos hay que sacrificar a algún animal, dijo el sabio mono.
Fue cuando el burro confesó que él solo había comido algunas
espigas de trigo y nada más. Entonces el resto de los animales, sabiendo que por su comportamiento no tendrían escapatoria y con la pretensión de salvar el pellejo, cargaron contra el inocente burro y lo acusaron abiertamente de perjudicar al campo por comer espigas de trigo y haberlo
confesado el último.
Todos enloquecidos se ensañaron con el pobre burro, y por decisión de la mayoría de los animales, injustamente, fue el burro el escogido para el sacrificio a sabiendas de que su "delito" había sido el menos grave de todos.
La moraleja de esta fábula: Siempre habrá gente con interés de tapar sus vergüenzas que te podrán la viga en el ojo. Por eso recuerda, por mucho bien que hagas al prójimo serás juzgado y ajusticiado por miserables que pretenden tapar los graves errores que cargan en su conciencia.
No hay comentarios :
Publicar un comentario