El 15 de agosto, celebra la Iglesia una de las fiestas
marianas por excelencia, la Asunción de María a los Cielos en cuerpo y alma.
La Asunción de Santa María en cuerpo y alma a los Cielos es
el triunfo y la exaltación de la vida humana sobre la muerte, porque, si María, persona mortal como nosotros, fue llevada a los cielos gozando de una
vida eterna bienaventurada y feliz en la casa de Dios-Padre; así los fieles
cristianos por la fe y la misericordia de Jesucristo, nuestro Salvador, iremos
también a la casa del Dios Padre en los cielos…
María fue elegida por Dios para formar parte de su plan de salvación. Y María creyó en Dios, confío en su proyecto y se puso en sus manos: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu Palabra”.
Cuando María visita a su prima Isabel, ésta llena del Espíritu
Santo le dice: “Dichosa Tú que has creído”. Porque si en el Ave María, retomando las palabras de Isabel
dirigidas a María, la saludamos como “llena de gracia”, y “bendita tu entre las
mujeres”, es porque el Señor está con ella, porque “bendito” es “el fruto de su
vientre, Jesús”.
Este prodigio es obra de Dios, pero no sin la colaboración de María, que se ha fiado, que ha dicho que sí. María peregrina en la fe, sabe de dónde viene y sabe a dónde va, por eso dice, sí. María es nuestra Madre, una madre paciente que no nos abandona, un ejemplo a seguir…
Hoy los cristianos celebramos una fiesta de esperanza: recordamos a María, madre de Jesús y madre nuestra, que “superado el curso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial”, para que se configurara más plenamente con su Hijo, que sigue “haciendo obras grandes” a favor de todos…
Dame tus sandalias, María, de J. Leoz
Dame tus sandalias, María…
Quiero sentir el polvo del camino
para llegar hasta Dios desprendido de todo.
Quiero fiarme de la Palabra
y no sustentarme en el alimento cotidiano.
Dame tus sandalias, María…
Para transformar mi camino
en encuentro personal y definitivo con Dios.
Para confiar en Aquél que habla de lo alto
cuando yo me empeño en mirar hacia abajo.
Dame tus sandalias, María…
Para ser y vivir un poco como Tú,
sin más brújula que tu fe
ni más amparo que la luz de la luna.
Dame tus sandalias, María…
Para decirle a Jesús que, aun con debilidades,
su resurrección es para mí motivo de alegría
llamada a la conversión,
oportunidad para una vida nueva,
agua fresca en mi existencia oscura y sedienta.
Dame tus sandalias, María…
Y, si quieres y puedes,
dime cuál es tu paso y tu número
para caminar de igual forma que Tú.
Ayúdame a caminar hasta alcanzar el cielo. Amén.
Fotografía: Internet
No hay comentarios :
Publicar un comentario