domingo, 23 de agosto de 2020

La lealtad


Personas leales, el valor de ser fiel a unos principios…

“La lealtad es un rasgo característico. Los que la tienen la dan de forma gratuita”. Ellen J. Barrier.

Lealtad como valor es una virtud que se desenvuelve en nuestra conciencia, en el compromiso de defender y de ser fieles a lo que creemos y en quien creemos. La lealtad es una virtud que consiste en la obediencia de las normas de fidelidad, honor, gratitud y respeto. Es sinónimo de nobleza, rectitud, honradez, honestidad, entre otros valores morales y éticos que permiten desarrollar fuerte relaciones creando vínculos de confianza y de fidelidad entre personas.

La lealtad es un valor que identifica los principios morales de una persona fiel en base a sus acciones o comportamiento. Es por ello, que una persona leal es aquella que se caracteriza por ser dedicada y cumplidora e inclusive cuando las circunstancias son adversas, son defensoras de sus valores y creencias.

Decía Francesco Petrarca: Todo el mal que puede desplegarse en el mundo se esconde en un nido de traidores.

Lo opuesto a la lealtad es la traición y las peores traiciones se dan en las familias. Cuando los lazos de sangre no logran unir, cualquier cosa vale para agitar rencores que desatan la cólera de la traición. “He tenido que aprender a protegerme de quién mientras me traiciona me dice: Confía en mí”. Si amas no traiciones...

La traición la emplean únicamente aquellos que no han llegado a comprender el gran tesoro que se posee siendo dueño de una conciencia honrada y pura. Vicente Espinel

La lealtad no puede imponerse, la lealtad es un acto de libertad donde uno mismo elige a qué o a quiénes ofrecer su compromiso, su respeto y su afinidad. Al fin y al cabo, nadie puede demostrar un firme respeto a los demás si primero no se respeta a sí mismo.

Las personas leales son, por encima de todo, personalidades honestas. Se rigen por un código que está siempre en sintonía con sus valores, pero también con ese compromiso respetuoso con el otro, ahí donde no caben las traiciones, las mentiras o las actitudes interesadas. Estamos sin duda ante un concepto tan interesante como profundo que va más allá incluso que la confianza.

Si nos preguntamos cuál puede ser el origen de la lealtad, desde el campo de la antropología nos señalan algo interesante. Esta dimensión habría actuado en el pasado como un mecanismo de supervivencia. En ese escenario de nuestros ancestros tan adverso y lleno de peligros, recibir la ayuda y el apoyo de los miembros del grupo era clave para sobrevivir.

En la actualidad el escenario ya no es el mismo. Sin embargo y de algún modo, seguimos necesitando esa cercanía y seguridad de personas significativas para sentirnos bien. Es conferir al otro un sentimiento de atención, respeto y compromiso continuado donde saber que no vamos a ser traicionados. Donde entender que en esa conducta no hay intereses ocultos o dobles intenciones.

Hay quien señala que a día de hoy la lealtad es casi un ideal, un bien en peligro de extinción. Más allá de lo que podamos pensar, esta dimensión sigue estando presente en el corazón de muchas personas. Pero eso sí, debemos también tener muy claro qué es ser leal, porque en ocasiones es muy posible caer en ciertas dinámicas donde este principio queda tergiversado.

«Te seguiré hasta el último suspiro con la verdad y la lealtad». William Shakespeare.

Y ¿cómo son las personas leales? Decía Séneca que la lealtad parte de la confianza, pero este concepto hunde sus raíces en algo más profundo, complejo y exquisito a la vez. Para empezar, las personas leales son por encima de todo respetuosas con sus propios principios. Es de ahí donde parte el auténtico núcleo del comportamiento leal: actuar siempre en base a unos valores siendo fieles a lo que uno considera como correcto. La lealtad es el compromiso por hacer lo correcto. Lealtad proviene del término ‘legal’. Hay por tanto un componente de rectitud y compromiso por hacer lo correcto en cada circunstancia.

Más allá de la confianza está la lealtad. Aun cuando la primera se pierde y ya no guardamos vínculo alguno con ese alguien, pervive el sentido profundo del respeto, una virtud sin duda tan noble como deseable. Las personas leales no pueden serlo a la fuerza, se rigen por sus propios principios.

La falta de lealtad describe a una persona que engaña y expone su propia honorabilidad. Admitámoslo, si hay algo que se nos exige en muchos escenarios es la lealtad. Nos lo piden en el entorno laboral, ahí donde ser fieles a una política de empresa, a unos directivos, a unas normas. Nos lo pide también nuestra familia, exigiéndonos a menudo seguir con los mismos valores inculcados por los padres, cumplir unas costumbres, obedecer ciertos rituales…

Este es sin duda el lado más oscuro de la lealtad, ese donde se intenta imponer a la fuerza determinados compromisos creando comportamientos alineados y vulnerando autoestimas. Debemos por tanto tenerlo claro, las personas leales no actúan por imposición, actúan por convicción. No son leales a la pareja, la familia o a los amigos porque así se lo impongan otros. Actúan en libertad siendo consecuentes con sus propios principios éticos. Hay una sintonía entre lo que sienten y lo que hacen.

En la lealtad no hay sumisión ni alineación. La lealtad auténtica es un ejercicio de valentía moral donde, en todo momento uno elige ser consecuente con sus propios principios. Esto significa, por ejemplo, que no practicarán la lealtad con todo el mundo, no si determinadas personas les exigen comportamientos que van en contra de sus principios morales.

La persona leal es sincera, no condescendiente y nos ayuda a crecer. No son las que nos dicen sí a todo, las que nunca ponen objeciones, las que nos apoyan en cada cosa que hagamos, en cada decisión y comportamiento por muy dudoso que sea. Lealtad es también sinceridad y hacer uso de un compromiso activo por el bienestar común.

Eso significa que, si en algún momento es necesario que alguien nos pare los pies, nos advierta de algo o nos ayude a abrir los ojos ante una realidad que no vemos, lo hará. Porque se rige según unos valores firmes, no según el servilismo o la pasividad. Así, quien desea lo mejor para nosotros no dudará nunca en ser ese apoyo capaz de decirnos verdades que duelen, capaz de mostrarnos nuestros errores, pero también, nuestras oportunidades de crecimiento.

Para concluir, dice la psicóloga, Valeria Sabater, como bien hemos podido intuir, el concepto de lealtad tiene sus matices. Nadie puede imponernos a qué o a quién ser leal. Este concepto no es externo, tiene un origen interno y está en armonía con un código de valores basado en el respeto y la integridad que uno mismo ha ido construyendo a lo largo de su vida. Asimismo, las personas leales no se quedan en la palabra, porque la lealtad se ejercita, se aplica a diario en cualquier circunstancia y situación.

Como vemos, la lealtad engloba muchos valores: fidelidad, franqueza, nobleza, honestidad, honradez, sinceridad y rectitud. Los padres con sus enseñanzas y ejemplo son transmisores de valores, y para unos padres no hay nada más tristes que ver a sus hijos sin valores, lo que es lo mismo, sin escrúpulos, que confabulan y se revuelven en su vaciedad. Sólo se es leal si se es fiel. Es imposible pensar en lealtad sin que vaya unida a la fidelidad. Nadie que te quiere te traiciona.

La grandeza de las personas no se mide por riqueza, edad, estudios ni belleza: sino por la lealtad de su corazón y la humildad de su alma.


Fotografía: Internet

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