viernes, 9 de agosto de 2019

¿Sentirá dolor el alma?


“La verdadera lágrima, no es la que cae de los ojos y resbala por la cara, sino la que duele en el corazón y resbala por el alma”

¿Has sentido alguna vez que te duele el alma? Por qué decimos «me duele el alma». La psicóloga, Alejandra Sieder, hace un tiempo explicaba en los medios sobre esa sensación de dolor que a veces nos embarga y cómo aliviar esa opresión que nos angustia: Nuestras vivencias componen aquello en lo que nos hemos convertido. 

Todos nuestros recuerdos y nuestras experiencias llenan nuestra historia personal y forman nuestro recorrido. Somos la historia de nuestros recuerdos. Así que cada cosa que hemos experimentado, forma parte de todo nuestro proceso de evolución sobre esta tierra. Porque somos lo que hemos vivido. 

Cada circunstancia nos ha hecho más fuertes o más débiles, más sensibles o más duros, más alegres o más tristes, más impulsivos o más conscientes, más desconfiados o más creyentes, más sabios, más humanos... Y a la final, somos un producto de nuestras decisiones. Y así como nuestro camino ha dejado huellas, también nuestros sentimientos de cómo percibimos el mundo, van formando otras que quedarán impresas en el alma. Aquí es cuando la subconsciencia imprime de emociones nuestra psique y nos convertimos en seres “sintientes”.

Somos el puente de conexión entre lo que sucede alrededor de nosotros y lo que sucede internamente en nuestra Alma. Por lo tanto, siempre estamos conectados absorbiendo la sincronía de ambos universos: el físico y el emocional. 

En el mundo físico estamos acostumbrados a acceder a la ayuda necesaria cuando algo no funciona en nuestro cuerpo. Cuando sentimos que algún dolor se manifiesta, buscamos la asistencia de un médico. Para cualquiera de nuestros quebrantos hay soluciones: cremas, ungüentos, terapias, pastillas, cirugías, etc. 

En estos momentos cualquier salida nos vale para quitar el dolor físico que nos desconcentra y nos desenfoca de nuestras tareas. Sin embargo, existen otro tipo de dolores que nos cuesta mucho identificar y para los que no tenemos número de emergencia. Son el producto de ciertas huellas en ese camino que llamamos vida y que oprimen el pecho, produciendo un dolor enorme. Algunos de los síntomas pueden ser: 

Nos sentimos solos, perdidos, bloqueados, abatidos y extremadamente tristes. 
No conseguimos un sentido a lo que ayer sí lo tenía y nos preguntamos por qué nos pasa esto, en vez de preguntarnos para qué está sucediendo. 
Nos da vergüenza asumir que estamos devastados y que no tenemos las herramientas para salir de este trance. 
No sabemos cómo canalizar el sentimiento y nos volvemos agresivos o nos aislamos, pensando que nadie nos puede ayudar y que no hay salida. 
Damos por hecho de que el dolor será eterno. 

Pero lo que sucede es que no prestamos atención a los procesos del alma, sólo cuando se desbordan causándonos un caos. Por lo general vivimos con nuestra atención en lo externo, en lo que nos rodea, en nuestro entorno; dándole poca importancia a todo aquello que pasa en nuestro mundo interno, porque no estamos conscientes de ellos. Cuando físicamente algo va mal, entonces ahí tomamos conciencia y empezamos a ejercitarnos, a comer sano, dejar de beber, tratamos de eliminar el cigarrillo y de pronto, tomamos las riendas con nuevos hábitos para mantenernos sanos. Pero cuando el alma llora, no sabemos cómo transformar y manejar el problema para sanarlo. Y no lo sabemos, porque nunca nadie nos ha enseñado que nuestro espíritu también forma parte de nuestro Ser, aunque no podamos palparlo como un órgano más. 

Al alma hay que respetarla, escucharla y mimarla; es el timón que nos guía a través de la intuición, nos dirige, nos habla y nos alerta cada día de nuestra vida, llevándonos por el camino que nos conviene andar para nuestro mejor beneficio y nuestra mejor evolución. 

En las escuelas no se imparte la materia: “Felicidad para el Alma”. Por lo tanto, somos un poco ignorantes en esta área y nos hemos desenvuelto un poco perdidos en este ámbito por mucho tiempo. Entonces… ¿Qué hacer cuándo nos duele el Alma y ese dolor abarca más de lo que podemos soportar? 

Asume que realmente algo te duele, y mucho… Cuando damos por hecho y sin auto engaños, que existe una astilla que nos está punzando hondo, el camino por recorrer se hace con una perspectiva más clara. Cuando hacemos del dolor una realidad y lo palpamos, lo lloramos y lo vivimos a conciencia, es en ese instante cuando comenzamos a trascenderlo. Recuerda, el dolor nos hace humildes. Y nos permite mostrarnos vulnerables para sanar desde esa indefensión que atesora el cambio. 

Evadir que realmente existe el dolor, alarga más el proceso para sanarlo… Por naturaleza, los seres humanos evadimos el dolor físico y hacemos caso omiso de que este existe. Tratamos de que no se vea, no se oiga, no se sienta y buscamos lo que sea por no experimentarlo. Y es increíble, porque fisiológicamente, en el cerebro, el hipotálamo genera endorfinas para mitigar el dolor físico haciendo más soportable la sensación, hasta buscar otro tipo de analgésico. Pero el alma no genera endorfinas, la endorfina para el Alma, eres tú. El analgésico para el corazón, es el “darte cuenta” de que él existe. Cuando te haces uno con el dolor; lo lloras, lo gritas y lo “abrazas” hasta llegar al fondo -creyendo que es una miseria-, es cuando en realidad se convierte en tu salvación. Y así, éste va suavizando su intensidad para que pueda ser soportado hasta buscar la vía que mejor funcione para ti, hacia la sanación. 

Identifica qué genera la molestia… Comencemos por preguntarnos qué genera el dolor que siento: una circunstancia, una persona, una discusión, el trabajo, no aceptación de algo, una decepción, culpabilidad, inconformidad... “¿Qué está haciendo que yo me sienta mal?” “¿De dónde surge este sentimiento?” Busca el aspecto raíz del problema para que puedas sanar desde la base de la estructura, piso por piso. Busca si eres tú el que lo generó, si es otra persona, tal vez una circunstancia. Pero identifica lo que es, para comenzar a evaluar el proceso desde la raíz. 

Transforma la situación… Siempre tenemos en nuestras manos las excusas para sentirnos dolidos. Y además, son siempre válidas porque son tu realidad y como tuya, ya tienen toda la importancia del mundo. Pero existe la posibilidad –y muy grande-, de que podamos transformar lo negativo en positivo. Porque si cambio mi manera de pensar, cambio todo mi mundo. Si yo decido que una situación debe concluir y llegar a un fin, yo canalizo el sentimiento hacia una salida saludable. Si me han echado del trabajo, por supuesto que me sentiré perdido y deprimido con mi caos y la confusión en mi mente. Pero eres tú que sigues con tu historia, y además, es válida porque eres tú el que tienes el problema. Pero luego que la tormenta aminore su intensidad, debes tomar nota de todas las oportunidades que ahora están abiertas para ti y cuántas cosas podrás hacer por las cuales nunca arriesgaste nada. Ahora no hay excusas para mejorar tu realidad. Puedes hacerlo porque lo que creías que era tu mundo: tu empleo en este caso, ya no existe. Confía en la posibilidad de que el caos, trae un orden perfecto que está esperando manifestarse para ti. 

Si sabes que se te ha ido de las manos, busca ayuda… Seamos humildes y reconozcamos cuándo no podemos solos con todo. No sientas vergüenza de tu dolor porque -para otros-, éste no sea tangible. El hecho que el dolor no se toque, no significa que no exista. No te ocultes, porque todos sentimos exactamente igual. Física y neurológicamente el ser humano está diseñado con las mismas células, por lo tanto, lo que te pasa a ti, también me ha pasado a mí, y al de la esquina, y al de más allá. No te ocultes por algo que es común. Nada me separa de ti, ni tú de mí. Tú sientes, yo siento, él también siente. Todos somos almas "sintientes" en este Universo. 

Si que duele el alma, cuando llevados por envidias, se filtra la maldad entre los tuyos y para hacerte merecedora de desprecio, siembran injurias y calumnias contra ti, y si consiguen el objetivo, se muestran eufóricos frente al entorno…  ¿Qué hacer si te encuentras en esta situación? Pues, hacerles saber que más tarde o más temprano se llegará a saber la verdad de su mentira. Y, cuando no podemos solventar algún problema, podemos buscar ayuda en conversaciones que sanan, porque cuando te escuchan, te escuchas y esas conversaciones son medicina para el dolor del alma. 

Siempre hay una salida para cada situación. Hay una puerta que se abre si otra se cierra. Recuerda que lo que sucede, es siempre para seguir hacia delante, ¡siempre! No para estancarte. Todo lo que tienes en tus manos; es tu poder de elegir lo que está destinado a formar parte de tu historia personal.

Tú puedes escoger salir a flote con un nuevo norte o permanecer buceando escondido por las aguas de la inestabilidad, perdiendo así las grandes oportunidades que hay en el horizonte. Siempre en la grandeza de tus pensamientos estará la grandeza de tus obras. Y la más importante de las obras, es crearte a ti mismo. 

“Cada momento y cada evento de cada vida de un hombre en la Tierra planta algo en su alma” decía,  Thomas Merton. 

Acertadamente dijo, Marco Aurelio: “El hombre no puede encontrar un lugar más tranquilo o sin problemas que en su propia alma”. 

"El alma siempre sabe qué hacer para sanarse a sí misma. El desafío es silenciar la mente". Caroline Myss.

Fotografía: Internet

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