lunes, 12 de agosto de 2019

Mi pueblo devorado por el fuego


Era sábado 10 de agosto; qué pena más grande, la cumbre de mi Isla arde. Nuevamente Gran Canaria es devorada por el fuego y la tragedia se cierne sobre los habitantes de los lugares abrasados por las llamas. 

Estoy conmocionada por ver la cumbre envuelta en llamas. Mi pueblo de Juncalillo que celebraba sus fiestas grande, se han visto seriamente afectado y se ha teñido de negro. Los actos festivos han sido suspendidos y la gente evacuada mientras el fuego arrasaba el lugar. El perímetro del incendio afecta a tres municipios; Gáldar, Artenara y Tejeda.

Las lluvias de invierno empapan la tierra y brota el verde por todas partes. En verano el paisaje deja de ser verde intenso, pero el monte bajo mantiene algo de verdor en las laderas de las montañas, y ese mismo monte y la hierba seca reseca sirve de combustible para que el fuego se propague rápidamente.

Hubo un tiempo en que los labradores mantenían los campos limpios de hierbajos, también las cabras y ovejas pastaban libremente y no quedaba hierba que se secara y se convirtiera en pólvora de verano. Hoy los campos no se cultivan y el Gobierno tiene un área de Medio Ambiente que con su política ‘errónea’ te obliga a abandonar la tierra, porque no te deja arrancar las malas hierbas bajo amenaza de multas, y la hierba lo cubre todo y al secarse es carburante destructivo. Tras el fuego, la desolación se apodera de la gente y del paisaje. Un paisaje sin vida que da tristeza verlo, y se escucha el grito de la tierra reseca que pide agua.

Desde hace unos años los incendios asolan a Gran Canaria tiñendo las montañas de negro y el ambiente irrespirable te corta el aliento. Pides a las nubes agua para que empape la tierra y la preñe de vida que devuelva al paisaje su estado natural.

Siempre que hay un incendio te preguntas quién estará detrás. A veces hay intereses ocultos para conseguir suelos para llenarlo de cemento. Otras veces son personas con mentes perversas quienes prenden fuego para sembrar el terror, pero las imprudencias igualmente siembran la desolación.

Los incendios forestales en grandes extensiones, son fuegos naturales o provocados que queman la vegetación de un bosque. Los silvicultores suelen distinguir entre tres tipos de incendio forestal: los fuegos de suelo, los fuegos de superficie y los fuegos de corona

Los fuegos de suelo, que queman la capa de humus del suelo del bosque, pero no arden de forma apreciable sobre la superficie; los fuegos de superficie, que queman el sotobosque y los residuos superficiales; y los fuegos de corona, que avanzan por las copas de los árboles o arbustos. No es infrecuente que se produzcan dos o tres de estos tipos de incendio al mismo tiempo. Los programas de lucha contra el fuego son frecuentes en muchos países, e incluyen la prevención de incendios, la lucha contra incendios y el uso del fuego en la gestión de los suelos. Esta técnica de deforestación, muy utilizada para despejar grandes áreas de bosque con fines agrícolas y otros, es muy dañina para el medio ambiente. La gran cantidad de dióxido de carbono desprendida contribuye al efecto invernadero. La desaparición de los árboles y la cubierta vegetal destruye hábitats, acelera la erosión y multiplica la carga de sedimentos de los ríos, haciendo que las inundaciones estaciónales sean mucho más graves.

Cuando el fuego ha pasado, no queda nada sobre y debajo del suelo. Si la combustión fue rápida hay una probabilidad de que las raíces hayan sobrevivido, y la planta vuelve a recuperarse en un lapso de dos o tres años. Si no es así le demandara un poco más de tiempo, pero no más de diez años. El problema es que al no haber vegetación el suelo queda expuesto. El viento hace un trabajo erosionador impresionante. En días de viento, a muchos kilómetros de distancia se ven las columnas de polvo elevarse en los cerros. Es ese mismo polvo que se junta formando dunas y ayudando a la desertificación de la Patagonia. Cuando llueve, el panorama no es mucho mejor, ya que el agua se lleva gran parte del suelo expuesto, dejando profundos surcos y causando aluviones de barro que cubren lo que queda intacto.

El incendio de bosques, árboles en general, es más complejo. Pero puede ser reducido a dos aspectos básicos: el fuego de copa y el fuego de sotobosque. El fuego de copa es el más peligroso. Es cuando el viento sopla con furia. Todo el follaje del árbol arde al mismo tiempo en una gigantesca llamarada. El calor generado ronda los 600 a 1000 grados, e incluso puede alcanzar los 1500. Serviría para derretir el hierro. Como en un bosque un árbol no se quema solo, el efecto es abrumador. Esta gran masa incandescente eleva tanto la temperatura del aire que genera su propio microclima, absorbiendo aire y expulsando el aire caliente en una turbulencia que tiende a girar sobre sí mismo, generando una especie de tornado al revés.

En esta turbulencia son lanzadas ramas y hojas encendidas en lo que es una verdadera lluvia de fuego, que luego encienden más árboles a cientos de metros de distancia. El sonido que produce este tipo de fuego es ensordecedor. Nadie puede dejar de estremecerse ante el fragor de una tormenta de fuego con llamas que alcanzan el centenar de metros de altura. Es este tipo de fuego que merece el título de "incontrolable".

El segundo tipo de fuego es cuando no hay viento. Los árboles se queman lentamente y las llamas consumen las plantas del sotobosque. Es posible caminar con relativa seguridad al lado del fuego. Es aquí donde los brigadistas pueden trabajar en su lucha por cercar, controlar y apagar el fuego. Mientras que en el fuego de copa el viento a veces hace que un árbol queme sus hojas, pero no el tronco (lo que en cierta forma es una ventaja, ya que el árbol no muere y en dos años está brotando de nuevo) en el fuego de sotobosque todo se quema lento y a fondo. Incluso las raíces se queman a varios metros bajo el suelo. Pueden estar quemándose semanas antes de apagarse, y hacer que un fuego rebrote en cualquier momento, en cualquier parte.

La mayor parte de los incendios forestales se deben a descuidos humanos o son provocados. Son comparativamente pocos los incendios originados por los rayos. Las condiciones climatológicas influyen en la susceptibilidad que un área determinada presenta frente al fuego; factores como la temperatura, la humedad y la pluviosidad determinan la velocidad y el grado al que se seca el material inflamable y, por tanto, la combustibilidad del bosque. El viento tiende a acelerar la desecación y a aumentar la gravedad de los incendios avivando la combustión.

Estableciendo la correlación entre los diversos elementos climatológicos y la inflamabilidad de los residuos de ramas y hojas, es posible predecir el riesgo de incendio de un día cualquiera en cualquier localidad. En condiciones de riesgo extremo, los bosques pueden cerrarse al público.

Aunque las organizaciones relacionadas con el control del fuego combaten todos los incendios, los fuegos debidos a causas naturales siempre han sido un fenómeno natural dentro del ecosistema. La eliminación total de los incendios puede producir cambios indeseables en los patrones de vegetación y puede permitir la acumulación de materiales combustibles, aumentando las posibilidades de que se produzcan incendios catastróficos. En algunos parques y reservas naturales, donde el objetivo es mantener las condiciones naturales, normalmente se deja que los incendios provocados por los rayos sigan su curso bajo una meticulosa vigilancia.

La naturaleza no permanece impávida ante el fuego. Tiene sus mecanismos para recuperarse, pero para esto hay que evitar tocarla, dentro de lo posible. En muchos lugares no es necesario hacer nada. La recuperación se inicia apenas pasa el fuego. Pero donde el daño es mayor se puede requerir la intervención humana para reconstruir lo que la misma mano humana ha destruido. Esto hay que tomarlo con pinzas, ya que es más peligroso hacer mal una recuperación que no tocar el lugar.

Llama la atención que a veces los fuegos son usados para eliminar residuos tras una tala, favorecer el crecimiento de plantones de árbol, o impedir que se acumulen productos combustibles. En las condiciones controladas de la silvicultura los incendios benefician tanto a la fauna silvestre como al ganado. Pero para tratar de subsanar las secuelas de incendios descontrolados, a juicio del Fondo Mundial para la naturaleza lo ideal sería desarrollar, a partir de los estados, proyectos de reforestación.

Para mí un incendio es una tragedia. Una tragedia para el paisaje, para la flora y la fauna y para los habitantes del lugar. Por eso pedimos a ese Organismo prohibitivo, que dejen a los labradores limpiar sus tierras, y que por primavera pongan cuadrillas a limpiar las laderas y montañas de hierbas y pinocha que eso es pólvora de verano.

Lo malo de arder es que después del incendio solo quedan cenizas. No sé si las hojas tienen memoria o quizás las tengan las raíces y las hojas vuelven a brotar con su verde esperanza…

Fuerza Gran Canaria, que aunque el fuego azote tu piel nunca alcanzará tus raíces, y volverán a brotar de la tierra las ramas verdes y danzando alcanzarán el cielo y el viento silbará entre tus brazos y los pájaros volverán anidar entre las hojas y una folía recorrerá las montañas llevando el palpito de los canarios para que recobre de nuevo el aliento...

Negra y triste estampa. Decir que mi pueblo de Juncalillo está a unos 1200 metros a nivel del mar, es el núcleo poblacional más alto del municipio de Gáldar. En la foto las casas diseminadas ladera abajo se llama, El Tablado, y de este lugar a dónde está la Iglesia de Juncalillo hay unos dos kilómetros.

En la foto del periódico 'La Provincia' se puede apreciar cómo afectó el fuego al lugar dónde nací. 

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