viernes, 28 de diciembre de 2018

El sesero


Dicen que la forma de ser de cada cual lo marca la fuerza del innato carácter, más que la educación recibida. Por eso, hermanos que han sido educados con los mismos parámetros de normas y valores, pueden ser como de la noche al día. 

Hubo un tiempo en que en los matrimonios se alegraban más con el nacimiento de un varón que de una mujer. Hace sesenta y tantos años una joven pareja se alegraba con la llegada de un varón. Pillo fue el primero de los varones y ya desde niño era ufano y reivindicativo, decía: “Yo soy el sesero”, porque era el tercero de los hermanos y en ese orden quería que la madre le sirviera la comida, “a mí, el sesero”. El niño era algo inocentón, como haciendo honor al día en que nació. Lerdo y despistado o quizás muy despreocupado e irresponsable, por eso se llevó más de una regañina, y aunque no tenía buen oído para el canto siempre iba tarareando su propia musiquilla: “laaan lara, laaan lara”. 

Como niño de campo le tocó ayudar en las tareas labriegas. Aunque nunca faltaba a la escuela, por las tardes de buen tiempo tenía la función de cabrero. Las cabras eran llevadas a terrenos propios para que comieran los brotes de hierbas, cuidando de que no fueran a lo ajeno y antes de ponerse el sol había que recogerlas y atarlas en el pesebre, porque al oscurecer se cenaba y había que estar en casa. Cuando iba acompañado del hermano menor todo salía bien, pero cuando iba solo siempre se demoraba. A veces desde lejos el padre observaba que el muchacho estaba en la inopia y las cabras en lo ajeno, le daba un silbido y reaccionaba enseguida. Su padre decía “que tenía menos seso que un mosquito”. Lo que no se podía entender era que sabiendo que al anochecer tenía que estar en la casa, dejaba caer la tarde para recoger las cabras y cuando llegaba a la casa ya estaba la gran familia esperándolo para cenar, porque no se cenaba hasta que todos los miembros de la familia estuvieran en la mesa, por tanto, al llegar se llevaba una reprimenda, pero a él le servía de poco porque volvía a las andadas. Su hermana Flor que era menor le tenía pena y le pedía al padre que no le regañara. Junto con Flor hizo la Primera Comunión, porque el año anterior fue operado de la garganta. 

Con respecto a las tareas del campo, también tiene mérito que un niño de once años se pueda hacer con el control de los animales: vacas, cabras o caballos, y el Sesero un atardecer que regresaba a la casa montado en un caballo con unos conocidos, la bestia hizo un viraje y lo tiró al suelo. Cayó sobre unas piedras de la orilla del camino y se le abrió una brecha de unos 8 cm., que atravesaba la cabeza en horizontal. Llegó a la casa bañado de sangre, la madre le vendó la cabeza con una toalla y viendo la importancia de la herida, el padre montó en su yegua blanca con el niño y salió a toda prisa al médico más cercano que distaba a unos 5 km. La madre y los hermanos, aunque ya oscurecía, desde el patio de la casa no los perdía de vista hasta que las diminutas siluetas se perdieron tras las montañas. Mientras, la madre sirvió la cena al batallón de hijos y los arropó en la cama, y una vez dormidos se quedó a la espera de que regresaran del médico. Decir que, el padre y el médico se tenían mutuo aprecio, cuando tocó en la casa ya estaba cenando, pero atendió rápidamente al niño suturando la herida con unos 12 puntos. Regresaron sobre las nueve de la noche, el niño llegó dormido y la madre pudo sosegar su angustia.

Los niños crecen y este creció y el padre veía que no maduraba y cuando no se actúa con raciocinio se dice que “no tienes dos dedos de frente” o “que tiene menos seso que un mosquito” o “que es corto de mollera”. Decir que el Sesero era tacaño y muy suyo, el primero en vivir sin preocuparse ni ocuparse de nada ni de nadie, el ego lo tenía muy subido, su ‘yo’ era muy suyo. A él los asuntos familiares le resbalaban, la casa era el lugar donde tener cubiertas sus necesidades: comida, cama y ropa limpia, entraba y salía a su libre albedrío sin dar cuentas a nadie, y no destacó por ser servicial ni atento ni generoso con sus padres. Al no interesarse ni implicarse en los asuntos familiares no creo lazos de complicidad, ni siquiera con el padre mostró esa afinidad de hombre a hombre, ni la disponibilidad de hijo mayor responsable y presto a tender una mano para colaborar como parte implicada y solidaria. 

Por motivos de trabajo el océano se puso de por medio, y aunque vivía independiente, durante unos dieciséis años cruzaba el mar cargando con la ropa sucia para que se la lavara la madre. También cuando tenía sesiones deportivas viajaba con un equipo y no se le ocurría otra cosa que meterlos en la casa, dormían hasta en el suelo y la madre se sentía mal por no poder ofrecer acomodo, hasta la hermana Soya que vivía con la madre, se enfadaba con su actitud abusadora. Eso es tener claro para qué sirve una madre, cuál es su papel y su función… Nunca la tuvo en consideración. A veces llegaba el viernes con la ropa sucia y desaparecía hasta el lunes por la mañana, cargaba con su ropa limpia y se marchaba. 

Al parecer volvía locas a las mujeres y siempre tenía varias esperándolo, pero no era consciente de que su madre se preocupaba por sus correrías. Ese mismo comportamiento lo tuvo con la abuela paterna, que algún fin de semana decía que iba a quedarse con ella, pero ella lo veía poco. La pobre abuela se pasaba la noche en vela esperando que apareciera a dormir, pero no, aparecía al día siguiente muerto de risa diciendo que las mujeres lo invitaban ofreciéndole cama y compañía y no iba a dejarlas solas. 

Los años pasaban y no sentaba cabeza. No se entendía que, con lo poco galante que era, (él no pagaba nada, ni regalaba joyas) pero, algunas se lo rifaran. Como se suele decir, iba de flor en flor y las correrías traen consecuencias; varios padres se presentaron en la casa paterna alegando que sus hijas estaban embarazadas y tenía que casarse con ellas. ¿Cómo puede sentirse una madre frente a esa situación tan desagradable? Pues, llena de dolor, tristeza y vergüenza. 

En una ocasión Flor estaba con su madre y llamaron al timbre, salió a ver qué querían, pero cuando aquel hombre le dijo el motivo de su visita se quedó petrificada. Ante tan desagradable situación le preocupaba que su madre saliera, pero no pudo evitarlo. La historia se repetía. Con sus ojos llenos de lágrimas, se agarró a Flor y le dijo a aquel desconocido que lo sentía, pero que su hijo no vivía con ella. Entonces Flor le hizo saber a aquel hombre desquiciado de que: “No tenía derecho a presentarse en su casa a disgustar ni molestar a su madre, porque su madre no tenía culpa de los desatinos de un irresponsable, pero que si la hija era mayor de edad tenía que saber dónde encontrar al supuesto padre de la criatura que esperaba, y si la embarazada fue consentidora y no forzada, también es responsable de sus actos y debe atenerse a sus consecuencias”. 

La madre se sentía desdichada. ¡Vaya mal trago para esa pobre mujer! Hacía unos años que se había quedado viuda y en su dolor gemía: “¡Dios, mío! ¿Que más me quedará por pasar?”. A los pocos días vino por la casa el Sesero y Flor le informó de tan desagradable visita y su respuesta fue: “Que no sabía el por qué se empeñaban en cargarle a él con tantos hijos”. Flor le advirtió de que esperaba que no se presentara nadie más por la puerta exigiendo una boda. Pero mira por dónde, poco tiempo más tarde apareció una niña llamándole papá, y esa sí era su hija. 

Sucedió, que a través del teléfono recibía llamadas de una niña llamándole papá y se enterneció, y al iniciar contacto con la supuesta hija surgió con la madre de la niña una relación más formal que acabó con su eterna soltería. Pero para contárselo a su madre, el Sesero puso tal imaginación que más bien parecía un serial ralentizado. Le fue contando la historia poco a poco: Primero que salía con una chica de un pueblo cercano al de la familia. Después que esa chica tenía una sobrina pequeña que si se casaban se la llevaría con ella. Luego le enseño una foto de la niña y le preguntó que a quién se le parecía, y el siguiente capítulo fue decirle que era su hija, y esa niña le llevó las arras. 

La madre del Sesero no ganaba para disgusto, tenía muchos hijos y todos contribuían. Ella padecía de una grave enfermedad y no es plato de buen gusto que de pronto aparezca una niña de siete años llamándote, abuela. Quieras o no, es una situación atípica y asimilarla lleva su tiempo, en ella hizo mella y fue el principio del fin. A los dos meses de la boda, en palabras de su médico: “Saltaron todas las alarmas”. 

Flor, durante la enfermad se vio muy sola en las consultas. Habían pasados cinco años que se le detectó la enfermedad, el cáncer tiene cura si se coge a tiempo, pero en el caso de ella hubo negligencia médica y se le descubrió avanzado, pero los últimos meses se manifestó un progresivo deterioro y aquella madre fuerte se debilitó sin que se pudiera hacer nada por evitarlo. 

Un mes antes de su óbito, como para que se distrajera un fin de semana, Flor les compró un billete de avión a su madre y a la hermana Lita para que fueran a ver la nueva casa del Sesero. El lunes por la mañana Flor fue a recogerlas al aeropuerto, pero al mirar la carita de su madre intuyó que algo había pasado, su madre se aferró a su brazo diciendo ‘que no la dejara sola’. Flor miró a la hermana a ver si podía adivinar qué le había pasado a su madre y ésta le hizo señas de que ya le contaría… Pues, pasó que el Sesero pasó de su madre. Al parecer él no se desvivió por agasajarla ni hacer que se sintiera cómoda, aunque seguramente con lo que hizo aquel domingo él creía que le daba un paseo para distraerla. A media mañana llevó a sus mujeres: madre, hermana, esposa e hija a un lejano descampado, bajaron del coche, lo cerró, se guardó la llave en el bolsillo y se fue a hacer deporte durante dos horas, y ellas tiradas bajo el sol y a merced del viento sin tener dónde sentarse, como no fuera sobre una piedra. Aquella madre enferma, cansada, sin fuerzas y llena de fatigas se dio cuenta del poco interés de su hijo para con ella, y deseó no estar allí. 

Pocos días después, el Sesero y la mujer estuvieron por la casa familiar y Flor le pidió explicaciones por lo que había hecho con su madre. Él no se inmutó, él tenía que ejercitarse y punto. La mujer sí se mostró molesta con lo que había hecho el Sesero a la madre, que ya no se sostenía sobre su enfermo cuerpo y decía: “Fíjate tú, tu hermano cerró el coche y se llevó la llave y nos dejó tiradas y tu pobrecita madre llena de fatigas sin tener dónde sentarse”

Pasó lo inevitable y aquella madre amorosa sucumbió… Una de sus preocupaciones tenía que ver con el sesero, ya que casi diez años antes le había dejado en préstamo una cantidad importante de dinero y ni se lo había devuelto, ni pagaba los intereses, pero Flor le prometió que ella se encargaría de resolver ese tema, entre otros, y así fue. Rápidamente se resolvió la cuestión, se repartió entre todos a partes iguales y, promesa cumplida. 

Cuando faltan las madres los hermanos pierden ese punto de encuentro y tiran cada uno por su lado, pero Flor se encargaba de mantenerlos en contacto hermanados, pero paradójicamente no habían pasado muchos años, a la que se ocupó y preocupó porque los hermanos se mantuvieran unidos, se la ingeniaron para echarla del grupo. El mal se gestó en cuatro hermanas, la hipocresía las delataba y Flor aun recibiendo desprecios y humillaciones no quería tenerlo en cuenta, porque eran sus hermanas, pero la cosa iba a más y con más descaro, las malévolas fueron atrapando en su tela araña a los hermanos varones y por si fuera poco, fueron contaminando a los familiares que se condolieron con sus lágrimas. Sí, lágrimas, porque cuando alguien quiere que se les crea, la forma más rápida de convencer es con lágrimas, y Flor viendo cómo se las ingeniaban sus hermanas para difamarla, pidió explicaciones y como respuesta recibió insultos, reproches y más desprecio. Frente a esa situación incomprensible, sobrevenida por envidias y mala conciencia, poco a poco se fue minando la relación con Flor mientras entre los hermanos crecía el apego y la dependencia de unos con otros. En esta parte de la historia el Sesero, inducido por las malas hermanas tomó parte y como para tener más peso en sus justicieras intervenciones, le adjudicaron el papel de ‘hermano mayor’. 

Flor llevaba unos diez años poniendo las mejillas y aguantando desaires creyendo que dichas actitudes cesarían pero más que cesar se consolidaban los malos gestos y el desprecio, hasta que un día rompe el silencio y pregunta el por qué de tantos desaires. El Sesero algo “iluminado” lo tuvo claro desde el principio, él iba a estar en el bando con todos, ese ‘todos’ eran las féminas que habían tramado un plan para acabar con el prestigio de Flor. Él no se cuestionó nada y se puso a disposición de ‘sus hermanas’ porque para él Flor dejó de ser hermana y así se lo demostró cuando asumiendo el papel de ‘hermano mayor’ y con la cabeza llena de grillos y el corazón seco, llegó a la casa “a dejarle las cosas claritas”, pero Flor afeándole su despreciable actuación, (porque para ser juez hay que escuchar a las partes y sus testigos) le dijo, que a él sí que había que ponerle los puntos sobres las íes porque sus hechuras sí son reprochables. Pero él muy crecido en su papel hostigador, como le habían ordenado las hermanas malévolas, no dejaba hablar a Flor, ni siquiera para defenderse, y aludiendo que ya había oído bastante, fue más lejos al decir que era tanto el dolor que Flor producía a las hermanas que todos lloraban abrazados. ¡Cuánta ternura! Mequetrefes. 

El Sesero no quería que se hablara mal de sus hermanas y ¿Flor no era hermana? ¿Cómo hablas de amor de hermanos pisoteando a otro sin motivos ni compasión? ¿Cómo eres capaz de acusar a una hermana, mandado por hermanas cargadas de rencores? Si Flor te pregunta cuál es la razón para presentarte en su casa acusándola, debes tener un sólido argumento para justificar tu déspota atrevimiento, pero él sin respeto y fuera de sí, la humillaba y despreciaba porque ya él había oído bastante; lo bastante eran las injurias y mentiras de Chela y Soya; Chela es como una metralleta que no para de difamar para quedar como mejor persona que Flor, y Soya porque le pesa tanto su conciencia que necesita descargarla contra Flor que sabe lo que ella hizo llorar a su madre en los últimos días de su vida. En este punto hay que dejar claro, y no es prepotencia que, en cuanto a ética y moral ninguno puede dar lecciones a Flor de familiaridad, solidaridad, honestidad y lealtad, valores que ningunos de los hermanos le puede arrebatar, ni siquiera ciegos de envidia. 

La ignorancia es atrevida y estaba claro que el ignorante Sesero, más que tratar de buscar una reconciliación, empatizó con la actitud indeseable de una obsesión, por eso nada de lo que Flor le dijera le haría recapacitar, porque ya él la había sentenciado y su veredicto era “culpable”. ¿Culpable de qué? Y la amenazó, lo mismo que Soya, de que sabía muchas cosas de ella y de su marido y que iba a “poner el ventilador”, y así fue, él es muy ‘familiar’ y con el corazón envenenado se dedicó a ir por las casas de los familiares vertiendo sobre Flor todo lo que les malmetieron las malas hermanas. En este punto hay que decir que tanto el Sesero como Soya le han dado más cariño y abrazos a tías políticas, que son sus confidentes, que a su madre en toda su vida. 

Y ¿por qué se vendió el Sesero? Porque fue abducido por los falsos lloriqueos de las malvadas y vengativas hermanas. Pero, ¿por qué ese afán de venganza? Pues, porque necesitan lavar su conciencia creando un personaje a su imagen y semejanza para despellejarlo en la plaza pública, pero antes Dios y sus padres la imagen de Flor está intachable. Por mucho que quieran enfangarla, nunca podrán calmar su conciencia, porque el pasado no se puede enmendar, se puede enmendar el presente. Ahora que, para entender el comportamiento de esas hermanas y la inquina hacia Flor habría que entran en la historia de cada una de ella. Historias de comportamientos con los que produjeron mucho sufrimiento a sus padres, sin embargo, Flor vivía unida a sus padres, se preocupaba y ocupaba y les confortaba con atenciones y cariño, siempre presta a dar soluciones y consuelo, era la cara amable para sobrellevar tanto tormento, y por lo que se ve las hermanas en su fuero interno se comparan con Flor y no se gustan. 

Remontados unos cincuenta años atrás, las historias de estos hermanos son historias muy particulares, y la hermana más vieja que es la que dirige hoy en día estos malos hilos, calma a los hermanos diciéndoles: “que sus padres tuvieron que sufrir lo que sufrieron porque ellos eran jóvenes y tenían que divertirse y vivir la vida”. Decir que Vita fue capaz de irse de la casa y Flor fue a buscarla para que se integrara de nuevo en el seno familiar; Chela tenía varios novios a la vez, preparó la boda con uno de ellos y siete días antes de la boda ya no quería casarse, se casó y vivía sobrecargada con un marido cuadrado; Lita porque ha bajado hasta la profundidad de los abismos; Sari vivía la vida sin cortapisas y decía que, ‘a mí que me quiten lo bailao’, y la infeliz Toya vivía apocada llena de inseguridades y descargaba sus frustraciones contra su madre amargándoles sus días. Pues, pasado el tiempo dan a entender que en su pasado no se gustan y no se les ocurre otra cosa que descargar su ira contra quien se comparan, pero si han puesto su punto de mira en Flor para marchitarla, deben tener en cuenta que si ellas por su comportamiento no tienen paz, Flor es todo lo contrario; por amar a sus padres, respetarlos, valorarlos, escucharlos y servirles, hoy tiene toda la paz y la fuerza del mundo. Las hermanas conscientes de sus desatinos no se les ocurre otra cosa que crear una maraña de calumnias y de ella se alimenta la tóxica unión. Dios les perdone… 

Ya he contado que el Sesero nunca tuvo conciencia ni puso interés por nada de lo que sucedía en la familia. Pues, a partir de ese desencuentro ya nada sería igual entre Flor y el Sesero. Aunque la visitaba, no se sabe con qué feas intenciones, porque llegaba siempre con la espada en alto en actitud defensiva, cosa que no se entendía; si vas a visitar a alguien es porque te apetece verle y pasar un rato ameno, pero no…, si no era porque el marido de Flor le miró de aquella forma, era que Flor no le abría la puerta, y lo peor es que la culpaba de que le obligaba a tomar la actitud chulesca y despreciable. Claro que al marido le sentaba mal que llegara a su casa a demostrarle el desprecio a su mujer; la mujer recibía a sus hermanos, pero ellos no venían como hermanos, venían con una misión encomendada por las pérfidas hermanas. Con esa actitud indeseable se presentó a visitarla más de un mes después de recibir el alta hospitalaria, tras una importante operación. Él daba a entender que estaba obligado a visitarla, pero Flor viendo que le estaba haciendo pasar un mal rato, intentaba saber el por qué y quién le obligaba a presentarse si no quería. Él sin bajar el tono contestó que nadie le obligaba, que a él nadie le decía lo que tenía que hacer, sin embargo le delataban los mensajes y las palabras, frases típicas de Toya —la de las lágrimas de cocodrilo— para descalificarla: “Tú te crees la mejor, te echas flores y te pones medallas”. Flor le tuvo que decir que, para hacerle pasar un mal rato mejor no se hubiera presentado, que ella necesitaba tranquilidad y no malas formas. Él levantándose del sillón la amenazó como tiempo atrás, con que iba a poner el ventilador porque ya sabía muchas cosas de ella y del marido, que se las había dicho Toya; Toya que no vive en paz con lo que hizo sufrir a su madre. 

En él se veía la influencia que ejercían las hermanas, y la presión a la que le sometieron le paso factura y se vio abocado a episodios depresivos de ansiedad y de desatino en la calle, por lo que tuvo que ser ingresado para recuperar la calma y el sosiego mental. También se evidenció sus intenciones y emociones poniendo distancia y cuando se casó la hija no la invitó. 

Flor al ver el poco remordimiento de tanto sufrimiento que le hicieron pasar a su madre, le hace saber a sus hermanos: "que del dolor de su madre no se ríe nadie", solo reclama sinceridad y verdad, y claro, como consecuencia de tanto desatino las relaciones se deterioran, la hipocresía no es buena compañera y todos van con ella de la mano. El tiempo pasaba y en muchos encuentros que coincidían no se saludaban, un saludo resultaría una farsa y no arreglaría nada, sería un paripé para parecer lo que no hay ante quien te ve. Lógico, el no saludarse es la consecuencia de feas e incomprensibles acciones que tienen que ser explicadas, y cuando se rehúye de dar explicaciones es porque quedaría al descubierto las malas intenciones encaminadas a difamar a Flor. Eso es lo que no quieren, reconocer que llevadas de envidias han perdido los límites y se les ha ido de la mano, así lo reconocía Soya, sembradora de muchas infamias. Sesero, tú como hermano mayor, pregúntale a Soya el por qué se le ha ido de las manos el plan contra Flor. 

Es una situación triste y desagradable ver a tus hermanos como extraños, pero cuando cobardemente se evita dar explicaciones de tanta acciones inexplicables es que hay mucho que ocultar, lo que se evidencia es la deslealtad de unos hermanos que creen que por estar juntos y decir que Flor es poco familiar y que no saben el por qué no quiere estar con ellos, está todo arreglado… Ya llevamos muchos años por el camino de la vida y para ellos hablar de familiaridad tendrían que echar una mirada atrás... 

Un consejo, Sesero, cuando vuelvas a decir que tu hermana Flor es lo peor, pido te detengas y hagas un examen de conciencia, y como hermano mayor, reúnas a tus hermanas y a tus hermanos y mirándoles a los ojos les digas: ¿Es Flor la peor de los hermanos? ¿Por qué estamos siempre criticándola y desacreditándola? ¿Qué nos está pasando, por qué hemos llegado a esta situación tan bochornosa? Flor no es perfecta pero intenta vivir según las enseñanzas y el ejemplo de sus padres, respetando, sin meterse en la vida de nadie, sin pisotear a nadie, sin ser juez de nadie, su modo de ser y hacer no busca colgarse medallas porque entre sus cualidades está la discreción, la solidaridad y la generosidad; Flor se ha visto obligada a dar explicaciones sobre los ataques de sus hermanos. Mejor repasen su historial y lloren, lloren de verdad arrepentidos del dolor que ocasionaron a sus padres,  que hoy estarían afrentados de ver como sus hijos son capaces de ir casa por casa despellejando a un hermano.

Con la hipocresía por bandera, las relaciones no se sostienen. Nadie, por muy buena gente que sea puede soportar el desprecio y mantener una falsa relación. Las mentiras tienen el poder de romper lo más hermoso. Cuando no hay sinceridad ni respeto en las personas, no puede haber una convivencia de armonía y cariño.

Flor posee ciertas cualidades que la ayudan a sobrellevar con fortaleza las vicisitudes que se presentan inesperadamente, porque la vida no se detiene y el tiempo de este viaje se agota, retornaremos al lugar de partida, allí no podrán poner la excusa de que me dejé llevar de lo que me decían mis hermanas. 

Decía un sabio que: Por nuestra ignorancia no sabemos las cosas necesarias; por el error las sabemos mal. La combinación de ignorancia y envidia es una de las peores que puedes encontrar. Empezando por lo más importante, si tienes a tu alrededor personas envidiosas, quítalas ya de tu vida, amigos así no sirven. Si bien la ignorancia puede combatirse, la envidia es muy difícil cambiarla. 

La ignorancia es atrevida, va de erudita tras un fantasma que da miedo…

Fotografía: Pezibear

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