En un cuarto trastero de un colegio, había una mesa cubierta de polvo. Un día a la maestra de una clase de literatura se le ocurrió buscar en el cuarto algún libro que pudiera aportar a su clase algo interesante. Miraba con interés, cuando sus ojos se posaron en la mesa que estaba arrinconada. Se acercó y vio una gran cantidad de folios en blanco y a su lado un tintero y una pluma. Cogió el tintero para comprobar si tenía tinta y estaba casi lleno de tinta azul. Busco un paño para limpiar el polvo, porque ya se le había ocurrido lo que iba hacer con aquel material.
Se fue a su clase y mostró a sus alumnos lo que había encontrado y les pidió ideas sobre el uso a dar al material. Unos decían que se podía mostrar como prueba de algo pasado y en desuso, ya que el bolígrafo ocupaba el lugar de la pluma. Otros pensaban que todos deberían de tener la oportunidad de probar cómo se escribía con una pluma que había que mojarla con tinta para poder escribir, pero una jovencita soñadora, dijo:
—Yo creo que lo mejor que podemos hacer es, utilizar el material para contar historias. Tenemos pluma, tintero y papel, y los folios están blancos ¿no? Pues, los tres elementos es lo que necesitamos para darle la mejor utilidad: Llenar el papel de historias.
La profesora después de que cada uno expresara su opinión les dijo:
—La idea de llenar los folios de historias fue lo que me hizo traerlos a la clase y creo que es una magnifica e interesante idea. Pongámonos a trabajar.
Primero había que pensar sobre la historia que querían escribir. Luego crear los personajes y desarrollar la historia. Cada uno se tomó su tiempo para escribirla, porque solo había un tintero y una pluma. Cuando todos hubo terminado, vieron que se había agotado la tinta.
Llegó el día para que cada alumno diera a conocer su pequeña historia. Historias para todos los gustos; fantasía, misterio, fábula… Al final la clase estalló en aplausos y todos valoraban el trabajo de los demás con más entusiasmo que el suyo propio. La profesora quedó sorprendida por tanta creatividad, y les contó lo que iban hacer con aquellas historias:
—Esta ha sido una buena idea. La unión de papel, tintero y pluma hizo aflorar la creatividad y el papel se llenó de bellas historias que van a quedar recogidas en un precioso libro de relatos.
Los alumnos no se podían creer lo que estaban escuchando, y se dieron cuenta que muchas veces no conoces el potencial que tienes hasta que, un día casualmente lo descubres.
En la vida cada cual posee sus propias cualidades. Unos poseen la facultad de cantar, otros de escribir, otros diseñar… Lo importante es desarrollar las facultades y contribuir al bien común.
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