Un día me fui a la playa
a confesarme con la mar.
Mientras me besaba
el agua
le contaba mi pesar.
Lloraba mi corazón.
Las olas me consolaban.
En la arena ahogué las penas.
La brisa me acariciaba.
Las lágrimas derramadas
el mar las arrastraba.
Y el arrullo de las olas,
una nana me cantaba.
No me gusta ver llorar…
me decía dulcemente.
Toda esta agua salada,
son lágrimas de la gente.
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