viernes, 8 de septiembre de 2017

Sobrevivir a una familia tóxica

Felpudo a la entrada de una casa con un mensaje de advertencia de peligro.


El 8 de septiembre, la Iglesia recuerda el día del nacimiento de la Virgen María. El Evangelio no nos da datos del nacimiento de María, pero hay varias tradiciones. Algunas, considerando a María descendiente de David, señalan su nacimiento en Belén. Otra corriente griega y armenia, señala Nazareth como cuna de María.

La celebración de la fiesta de la Natividad de la Santísima Virgen María, es conocida en Oriente desde el siglo VI. Fue fijada el 8 de septiembre, día con el que se abre el año litúrgico bizantino, el cual se cierra con la Dormición, en agosto. En Occidente fue introducida hacia el siglo VII y era celebrada con una procesión-letanía, que terminaba en la Basílica de Santa María la Mayor.

Sin embargo, ya en el siglo V existía en Jerusalén el santuario mariano situado junto a los restos de la piscina Probática, o sea, de las ovejas. Debajo de la hermosa iglesia románica, levantada por los cruzados, que aún existe —la Basílica de Santa Ana— se hallan los restos de una basílica bizantina y unas criptas excavadas en la roca que parecen haber formado parte de una vivienda que se ha considerado como la casa natal de la Virgen.

Tenemos que reconocer que María fue privilegiada. Dios se miró en ella para que formara parte del plan de salvación para toda la humanidad. Fue elegida desde antes de nacer; sus padres Joaquín y Ana también fueron bendecidos por Dios. María nació con una misión muy importante: ser la madre de Jesús, Dios Hijo. Es maravilloso vivir con una persona dotada de bondades que hace de la convivencia un remanso de paz, porque cuando vives valorando y agradeciendo, vives alegre compartiendo con los tuyos el regalo de la vida en cada amanecer y en todo lo que acontece. Vivir la vida es eso, disfrutar plenamente de cada momento.

Como pasa, por desgracia, en todas las familias, en la de María debió haber algún incordio que sembrara la discordia. Eso creo, porque según cuenta el evangelio, Jesús tuvo que alejarse de sus parientes que lo despreciaron y lo trataron de loco. Claro, no sabían que Jesús era el Hijo de Dios y su sabiduría le venía del Padre, y estaba en ese lugar con una misión muy importante: salvar a toda la humanidad. Jesús no se enfrentó a sus parientes, se alejó de ellos porque la envidia es difícil de combatir. Dice el dicho: «Castiga a los que tienen envidia haciéndoles bien». Sabemos que «Cuando la ignorancia envidia y critica, la inteligencia observa y calla». La gente feliz no habla mal de los demás, por eso, cuando te topas con personas tóxicas lo mejor es poner distancia, aunque sea tu propia familia.

Hablando de familias tóxicas, hace poco salió un artículo en elmundo.es, que hablaba sobre los enfrentamientos familiares de ciertos personajes público, y el porqué se van deteriorando las relaciones familiares. Explicaba Carlos Alcelay que las relaciones se deterioran debido a revelación de secretos inconfesables, madres que no actúan como tales, hijos rebeldes, broncas entre hermanos, disputas por la herencia, decepciones con los padres e incluso violencia psicológica y física… Hay veces que el entorno familiar se convierte en un verdadero campo de minas del que es difícil salir ileso. Repasamos algunos de los casos más sonados y hablamos con expertos para aprender a sortear esas ‘bombas’.

Recientemente, la tormenta familiar en directo sirvió a Alba Carrillo para acaparar protagonismo en el reality ‘Supervivientes’. La modelo se enteró, al tiempo que lo hacía la audiencia, de que su madre, Lucía Pariente, nunca había estado enamorada de su marido. Esa confesión pública fue el comienzo de un espectáculo grotesco en el que cada personaje aireaba las miserias de una relación tóxica que sigue representándose en los medios con la ausencia del padre, quien prefiere ignorar a ambas. Los tres podrían ser un referente oportuno para explicar hasta qué punto el hogar puede ser un entorno viciado.

«La familia es el primer escenario de nuestra vida. En ella aprendemos a descubrirnos, a conocer el amor o el desamor, el aprecio o el desprecio… Es el lugar donde se desarrolla nuestro yo y, si en ese ámbito nos encontramos con personas tóxicas, entonces la solución es la distancia». La psicóloga Laura Rojas-Marcos expone en su libro ‘La familia: de relaciones tóxicas a relaciones sanas’ el alto coste emocional de los vínculos entre padres, hijos o hermanos. Las peores afrentas y las aversiones más profundas se pueden llegar a generar entre quienes más afecto y respeto deberían mostrarse. Probablemente la solución más saludable, afirma Rojas-Marcos, sea romper lazos, aunque no siempre resulte fácil.

La falta de sinceridad, la mentira, la existencia de realidades paralelas solo conocidas por alguno o algunos miembros de la familia es un elemento distorsionador de la convivencia hasta el punto de crear un ambiente irrespirable. «La revelación de secretos dolorosos desestructura enormemente la dinámica familiar, generando enfrentamientos duros y una desconfianza crónica», apunta la doctora en Psicología Vanessa Fernández, máster en Inteligencia Emocional. «No hay nada peor que airear esas disputas. El daño que se hace es irreparable y se cierran las puertas a cualquier tipo de entendimiento», asegura. Sin embargo, una de las peores consecuencias de la fama es tener que compartir la intimidad con los demás. Son innumerables los casos mediáticos que sirven para describir a la familia tóxica.

Entre los famosos existen historias terroríficas y, a pesar de sus éxitos profesionales, las secuelas siguen en el tiempo. Por citar algunos casos: Leighton Meester, Macaulay Culkin, Lindsay Lohan, Oprah Winfrey, Charlize Theron, Cristina Aguilera, Drew Barrymore y un largo etcétera. Todos estos personajes han contado públicamente el calvario de su vida, aunque reconocían que gracias a esa traumática experiencia había comprendido el valor de la auténtica familia.

«En las consultas vemos que las diferencias económicas con padres o hermanos son el principal motivo de los conflictos familiares», apunta Vanessa Fernández. Y añade: «La generosidad y la empatía deberían ser los pilares de una relación de cariño, pero no siempre es así». Parece que la conocida animadversión entre Rocío Carrasco, heredera universal de Rocío Jurado y sus hermanos, Gloria Camila y José Fernando, estalló con el reparto de la herencia y la supuesta escasa protección económica que la hija mayor de la cantante prestó a ambos cuando eran menores de edad. Con cierta periodicidad, nuevas declaraciones corrosivas recuerdan que sigue muy vivo el enfrentamiento de Carrasco con el resto del clan.

Una situación similar a la que sufre Arantxa Sánchez Vicario desde que reveló en su autobiografía «Arantxa, ¡vamos!» que había roto la comunicación con su familia y que estaba arruinada por la mala gestión que sus padres habían hecho de su patrimonio. Desde entonces, sus diferencias se han resuelto en los juzgados. La bronca con sus hermanos que estalló en el tanatorio donde velaban los restos de su padre agudizó el odio que ahora se profesan.

«En cualquier disputa todos tienen parte de razón. O se reflexiona y se negocia o la relación se vuelve insoportable», explica Fernández. «En nuestra cultura, que nos enseña que la familia debe ser el eje de nuestro mundo social, verse enemistado con todos es durísimo. Puede suceder que esas personas se sientan solas, aisladas y a veces, pueden desarrollarse sentimientos paranoides sobre el comportamiento de sus familiares», añade.

«La violencia destruye cualquier familia. Si la sufren los niños es probable que arrastren secuelas de adultos. El único camino es alejarse de ese entorno y recibir ayuda psicológica», explica Vanessa Fernández. Nada cuesta tanto perdonar como los pecados de familia. Nada tan nocivo como no recibir de ella el amor, la protección y la estabilidad esperada. Y nada tan difícil como pasar página porque, asegura la psicóloga, «lo que dices se puede olvidar, pero nunca lo que haces sentir».

Hay gente que parece que nacen para sembrar el sufrimiento, esos que no viven ni dejan vivir. Muchas vidas son destruidas por un sufrimiento inútil e innecesario, producido por personas envidiosas, egoístas, malévolas con mentes turbias y corazones avinagrados. Pero, no hay nada como tener el alma en paz para vivir agradeciendo sin dejarse arrastrar por gente tóxica, que no soporta a la buena gente y levantan falsos testimonios contra ellos para asemejarlos al tormento de su amargura… Pero del daño que hacen a otro serán cautivos toda tu vida.

A este tipo de persona alguien le escribiría lo siguiente: «Querida persona tóxica; después del todo el daño que me has hecho, he sentido ganas de que te pase algo malo, después pienso… ¡Para qué! Si lo malo ya lo llevas por dentro».

A veces, el silencio es la mejor manera de decirle a alguien que te hizo daño, y ellos lo saben e intentan sonreírte dulcemente, pero no te fíes porque el veneno lo tienen en el corazón. Muchas veces, para cuando la razón es capaz de entender lo sucedido, las heridas en el corazón ya son demasiados profundas.

Fotografía: Jim Ellwanger, cc. Modificada de la original.

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