Hay más felicidad en dar que en recibir, y esto es absolutamente cierto.
La felicidad no está como un ente fuera de nosotros, se hace patente y sensible cuando damos, compartimos y amamos.
Por eso, si quieres ser feliz aprende primero a dar y a amar. Aprende de las cosas simples y sencillas para manifestar tu nobleza y generosidad.
No esperes oportunidad, créala. No busques amor, dalo tú. No pidas amistad, mejor concédela, pero si te rechazan tendrás que seguir tu camino.
No desperdicies el sufrimiento y los errores, aprende de cada uno de ellos. Si te hacen daño no tengas prejuicios, ten disponibilidad para comprender, aceptar disculpas y perdonar.
Desprecia siempre lo mezquino y la mentira, porque tu vida vale mucho y siempre habrá algún que otro maleficente dispuesto a manchar tu integridad moral.
Define cuál es tu opinión y defiende la verdad con orgullo, porque aunque la pisoteen siempre sale triunfante.
Vive pensando en las cosas que la vida te otorga y ofrece, porque aunque no lo merezcas, fruto de la envidia recibirás palos, pero no decaigas y sigue buscando la oportunidad de dar luz a lo injusto.
Y recuerda que los dones más valiosos son la paz, la alegría, el silencio, un buen libro, una buena canción, un gran amor, un buen recuerdo…
Cada día, sin importar si el año comienza o termina, busca un momento para recapacitar sobre lo que haces, lo que sientes y lo que quieres. Piensa que las cosas son más sencillas de lo que parecen, pero siempre no depende de ti.
Piensa en lo que realmente vale la pena y aunque parezca egoísta, tienes que pensar en ti y mirar por ti, y sobre todo cuida de tu vida interior, porque esa es tu fuente y tu fuerza indestructible.
Disfruta la felicidad que ahora tienes, nadie sabe qué vendrá el día de mañana.
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