sábado, 29 de abril de 2017

Pasión por la danza

Érase una muchacha que, desde muy pequeña, sólo había soñado con ser bailarina profesional, por eso cuando se enteró de que había llegado a su ciudad el director de uno de los ballets más prestigiosos de Europa y que buscaba nuevos talentos, se presentó ante él. Escogió una pieza con la que lucirse y lo hizo con toda la pasión que cabe esperar de una enamorada de la danza. Pero cuando le preguntó al director qué le había parecido, recibió una respuesta que fue como un jarro de agua fría:
—Lo siento, tú no tienes talento para bailar.
La joven salió con el corazón destrozado y tiró sus zapatillas de ballet a un cubo de basura. Pasaron los años y asumió que su vida iría por otros derroteros. Consiguió un trabajo sencillo, se casó y tuvo dos hijos. Un día leyó en el periódico que aquel mítico director regresaba con su ballet a la ciudad para dar una sesión. Acudió y, al terminar el espectáculo, fue a saludarlo y le comentó:
—Probablemente no se acordará de mí, pero hace unos años hice una prueba y usted me quitó de la cabeza lo de ser bailarina.
Y el hombre le respondió:
—Sí, eso le digo a todos. Al final los que triunfan son los que persisten pese a lo que otros les digan. Por eso, es tan importante creer en uno mismo para que los demás estén dispuestos a apostar por ti.

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