A título póstumo recibía ayer nuestra querida y recordada, Mara González, la distinción de «Hija Predilecta de Gran Canaria», otorgada por el Cabildo de Gran Canaria, premio recogido por su hija Guacimara. El premio viene a reconocer su gran trayectoria profesional y su empeño y tesón en una labor altruista y solidaria en pro de los débiles y desprotegidos. Decir que Mara a lo largo de su carrera ha recibido diversos honores y distinciones.
Nada hubiera sido lo mismo si la voz de Mara no hubiera estado para contar cada mañana lo acontecido en la isla de Gran Canaria, en el resto del archipiélago y en el mundo, haciéndonos partícipes de ese don para comunicar y emocionar con la palabra.
El pasado día 20 de febrero Mara González nos dejó para siempre. Para siempre ¡no! porque mientras se le recuerde, no morirá. Como despedida, muy acertadamente, citó ella un fragmento del «Poema de la Amistad» de Pedro Lezcano, pensando en el recuerdo que pudiera quedar de su paso por esta vida:
Yo viviré lo que deseen ustedes.
Cuando olviden mi nombre,
me habré muero;
pero seré inmortal con que un
amigo me erija un buen recuerdo.
Para entonces dirán de vez
en cuando:
Aquella amiga Mara, (Aquel amigo Pedro)
después de todo no era mal
muchacha… (muchacho)
La noticia nos dejó sobrecogidos porque no pensábamos que pudiera estar tan mal, pero la triste realidad de Mara era, que su cuerpo no resistía más, aunque en su ánimo parecía una fortaleza.
Decir que a principios de febrero supe que Mara González decía adiós a la radio por enfermedad. Esa enfermedad que nadie quiere nombrar, pero tiene nombre. El cáncer es una enfermedad temible por lo implacable, pero también nos proporciona segundas oportunidades.
Impresionaba su admirable entereza al saber que su vida se iba en un suspiro y siendo consciente de su irremediable trance final, pero aún en sintonía con la vida, llamó a sus amigos para despedirse en paz y serenidad, y con la misma serenidad se despidió de los canarios a través de los medios de comunicación. Sí que es admirable.
Todos pensando que también tenía derecho a descansar después de medio siglo de madrugones para acompañarnos en el desayuno con noticias, cuentos y anécdotas. Como digo, aún sin asumir su despedida laboral te llega la noticia de su adiós a la vida. A medida que recibía la noticia de su fallecimiento sentía un estremecimiento en todo mi cuerpo. No es de extrañar, a Mara González se le quería, ha sido la voz amiga que nos ha acompañado, día a día, durante 50 años. Desde la emisora de Radio su voz no nos dejaba indiferente: atrayente, pausada, melosa, cercana y clara. Mara es comunicadora, ella ha sido consciente que la voz es la herramienta con la que a través de las ondas llega el mensaje y la noticia, y la voz de Mara llegaba clara y diáfana al escuchante. Un comunicador no puede hablar atropelladamente, comiéndose las palabras ni susurrando, ese es el mayor error…, y hoy en los medios hay voces chirriantes y estrepitosas que producen rechazo.
Pero Mara, a sabiendas, no se despidió para jubilarse, se despidió para siempre. Para sus fieles seguidores las mañanas sin la locutora decana de la radiodifusión, Mara González, no serán lo mismo. Era una de las voces más conocidas y queridas del archipiélago canario.
Quienes hemos tenido la suerte de conocer a Mara sabemos de su sencillez, cercanía y familiaridad. Una mujer sensible y amable, con su semblante risueño y su voz melosa y dulce transmitía serenidad. En seis ocasiones estuve en su programa hablando de la poesía. Era una maestra en el conectar, comunicar y compartir emociones. Ponía emoción en cada palabra, en cada gesto, e incluso escuchaba con emoción. Sabía escuchar y con su atención te hacía sentir importante. Ella era el instrumento para que todos brillaran, pero la luz era ella. La radio fue su vida y ella supo conectar y llegar a todos los hogares canarios.
No quererla y admirarla es imposible. Mara ha sido más que una voz informativa, ha sido el eco de las voces de muchas gentes, porque ella se involucró con quienes necesitaba ayuda y consuelo. Nadie duda de su vocación profesional, pero hay que destacar sobre todo su implicación social. En su programa «Tamaragua, buenos días» ella dedico espacios a todos los colectivos sociales para que hicieran oír sus reivindicaciones y demandas, pero su labor social fue más lejos. Dedicó programas especiales de larga duración a recaudar fondos para la construcción y puesta en marcha de varios centros asistenciales de acogida y tratamiento, y que son de gran importancia para nuestra sociedad, como La ciudad de San Juan de Dios en El Lasso, el Hogar de Ancianos Nuestra Señora del Pino de Tafira. Organizaba maratones de entrevistas donde la gente se volcaba con su causa generosamente. Y una vez realizado los proyectos nos tenía al corriente de cómo se desarrollaba la labor de dichas instituciones benéficas.
Frente a tal magnitud de servicio público, hay que hacer un reconocimiento a su talla humana. Se comprometió y se entregó en una labor inconmensurable que quedará grabada en los anales y en el corazón de la gente.
A través de su programa hemos conocido a miles de persona de diferente estatus social. Ella dio cabida a personajes relevantes de la política, la medicina, la justicia, la enseñanza, la artesanía, la literatura, las artes plásticas, el deporte y también dejó que su pueblo expresara sus tradiciones, sus costumbres y su folclore. Pero donde ella se volcaba era con las personas necesitadas. No marginaba a nadie, se solidarizaba con cada situación personal dando respuesta a sus demandas y quejas; para resolver las peticiones de los indefensos, tocaba en las puertas de quienes podían dar solución a situaciones individuales.
Así se despedía: «Quiero que me recuerden con un: la amiga Mara no era una mala muchacha».
Mara, a ti se te recordará por tanto que has luchado y por tanto que te has volcado en las causas sociales, y por resolver los problemas de tanta gente anónima desamparada frente a la maquinaria burocrática. Y tú, con tan solo una llamada de teléfono, podías dar solución y acabar con la angustia de tantos seguidores que veían en ti a su ángel de la guarda.
Nadie pone en duda que Mara González ha creado escuela. Sirvan estas líneas de reconocimiento por toda una vida entregada al servicio público y sirvan también para reconocer en Mara su calidad humana, su compañerismo, su generosidad y elevado concepto de la amistad.
Sirvan estas líneas para agradecerle, no sin poder evitar derramar una lágrima, porque ella seguirá presente en todas las obras sociales en las que puso su empeño para que se hicieran realidad.
No quererla es imposible. Ha sido el eco de la voz de mucha gente que en determinado momento necesitaron ayuda y consuelo y ahí estaba Mara para apoyar y resolver su situación, no es para menos echarla de menos y derramar una lágrima.
Descansa en paz, Mara.
Fotografía: Club de fans de Mara González en facebook.
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