La fe hecha vida. En la Semana Santa los cristianos rememoramos la pasión, muerte y resurrección de Cristo. Estos acontecimientos son la base que sustenta nuestra fe.
Dogma de fe. Dios envió a su hijo Jesús al mundo para redimir al humano de sus pecados. Jesús murió en una cruz como sacrificio, tomando el lugar del pecador.
Creo porque tengo fe. Dios nos ha regalado a cada uno de los bautizados las virtudes teologales: fe, esperanza y caridad. Esta triada es el eje de la existencia cristiana. Es decir, todo cristiano está llamado a hacer de su vida una existencia llena de fe, con profunda esperanza en Cristo que se refleja en el amor a todos los que nos rodean.
En el Domingo de Ramos, encontramos un Jesús triunfante, al cual todas las personas le gritan ¡Vivas!, de alguna manera lo aceptan como rey y muchos de los cuales luego le traicionaron, pero hoy cada uno de nosotros debemos preguntarnos si en nuestra vida cristiana como padres, hijos, hermanos, dejamos que Cristo reine en los acto de cada día. Si realmente tengo mi fe puesta en Cristo entonces tengo que renunciar al pecado que arrastra a mi persona para darle vida al reino del amor y del perdón que nos ha traído Jesús. Debo pasar del odio a la reconciliación, de la ira a la tranquilidad y de la violencia a la paz.
En el Jueves Santo, vemos a un Jesús que nos regala tres grandes dones: la eucaristía, el sacerdocio ministerial y la caridad. Recordemos que tener fe en la eucaristía implica amarla con todo el corazón. Es el mismo Cristo que está presente con su cuerpo, alma y divinidad; hagamos todo lo posible por estar en paz con Dios y alimentémonos todos los domingos del pan de los ángeles.
El sacerdote ministerial es el servidor de Cristo, por lo cual merece nuestro respeto. Nuestra fe está puesta en Cristo que actúa a través de las personas humanas. Tener fe en el Sacerdocio implica ayudarlos en todos los sentidos, sobre todo con nuestra oración, porque ellos son seres humanos y necesitan de nuestra ayuda.
La caridad, es la característica más importante del cristiano, la cual recobra vida en el servicio. Jesús es el primero que nos pone el ejemplo, el Servidor se hace servicio de todos. Creer en Jesús implicar amarlo a Él y a nuestros semejantes y ¿de qué manera?, nada más y nada menos que sirviendo a mi hermano.
El Viernes Santo, encontramos a un Jesús sufriente por amor, que en sí Dios, su Padre, no quería el sufrimiento de su Hijo. Sin embargo, fue la mayor muestra de amor para todos los hombres. Tener fe en Jesús también implica llevar nuestra cruz: quizás no es de madera pero sí es de cada sacrificio que nos presenta nuestra vida ordinaria.
Sábado Santo. Gracias a Dios, el Calvario no fue lo definitivo. La consecuencia de todo esto fue la resurrección que es el dogma fundamental de nuestra fe cristiana. Tener fe en la resurrección de Cristo quiere decir que ¡Cristo vive! ¡Cristo no está muerto! ¡Él camina junto con nosotros! Ésta es la gran alegría del cristiano.
Cristo es la luz del mundo que disipa toda oscuridad, destruye todas las tinieblas, aleja toda incertidumbre. Es la luz que ilumina a todo el ser humano, a toda la Iglesia, a todo el mundo.
Cristo es el agua que nos purifica, es decir, destruye todo pecado que se atraviesa, aleja toda enemistad, aparta toda la hostilidad que dejó el maligno.
Alegrémonos por todo esto, esta es la fe de todos nosotros. En este año tan especial de la Misericordia, convocado por el papa Francisco, démosle gracias a Dios por este don tan grande y pidámosle que nos lo aumente, porque sin la fe se destruye el edificio de nuestra vida cristiana. Ojalá que nunca se nos olvide. Nuestra fe debe de estar fundamentada sólo en Cristo que es la piedra angular, sólo Él que es el Camino, la Verdad y la Vida. El único que no nos puede engañar. Esto es la fe hecha vida en la Semana Santa.
Porque en este valle de lágrimas cada uno busca la salida de los caminos torcidos que ha elegido, pero lo malo es que, sabiéndote perdido, intencionadamente empujas a inocentes para que también vayan por la misma senda que te lleva a la perdición. Seamos consecuentes con nuestros actos: si te das cuenta de un error lo mejor para tu conciencia es rectificar, no es bueno que con chantajes y engaños perviertas a tus semejantes. Nadie ha dicho que la vida es fácil, por eso no la compliques más. Tenemos al mejor maestro para seguir sus pasos, pasos que nos vitalizan y nos colman de paz y sosiego.
Levantemos la mirada hacia el Cristo crucificado, en cada llaga y herida podemos ver toda la crueldad y maldad del hombre. Se ensañaron con Jesús, lo acusaron con falsos testimonios y fue reo de muerte. La ruindad del hombre no tiene límites. Cuando odian propagan el odio, odio que quieren justificar con infundios. Que Dios nos libre de la mentira.
Verdaderamente, creer en Jesús camino al Calvario —nuestro Calvario— nos conduce a la salvación. Carguemos cada uno con nuestra Cruz y acompañemos a Jesús que, siendo Dios, la ha cargado por nuestros pecados.
¡Cristo nos redime! ¡Cristo es nuestra salvación!
Fotografía: José María González-Serna, cc.
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