miércoles, 4 de enero de 2012

El mundo de los niños

Un grupo de niños se esconden detrás de un árbol.

El mundo de los niños es un mundo de sueños e ilusiones, limpio e inocente y debemos procurar que nadie lo adultere ni contamine.
Sobre el mundo de los niños, sus necesidades y cuidados, mucho se ha escrito: Los niños son como las estrellas, nunca hay demasiados. Un niño es un amor que se ha hecho visible porque en cada niño nace la humanidad y el futuro de los niños es siempre hoy, mañana será tarde. El mejor medio para hacer buenos a los niños es hacerlos felices.

Como no lo vemos no percibimos que Dios habla, aunque la naturaleza nos habla cada día de Dios. Pero a través de Jesús conocemos realmente a Dios. Jesús nos habló del gran amor que Dios nos tiene a todos los hombres y también habló a favor de los niños: «Dejar que los niños se acerquen a mí. El que no sea como un niño, no entrará en el reino de los cielos».

Los niños de hoy son los hombres de mañana… por eso hay que transmitirles valores y pautas para vivir conscientes y siendo consecuente con su entorno y sus semejantes. El amor, lo más importante: ama y recibirás amor. La medida del amor es amar sin medida, porque del amor brotan todas las virtudes. El respeto es el poema del amor de la dignidad humana ya que el respeto a la vida es el fundamento de cualquier otro derecho y el respeto es la base del entendimiento entre las personas porque, al que respeta, se le respeta por el hecho de dar valor al semejante.

También tenemos que apostar por la libertad como un valor verdadero. La libertad es un don individual que tenemos que saber manejar y tener claro, que mi libertad termina donde empieza la del otro. A los niños debemos inyectarles esperanza ya que es el sueño de los que están despiertos y también mucha dosis de responsabilidad que fortalece como humanos para que les ayude a crecer aprendiendo y descubriendo… «Quien ama tiene esperanza, quien tiene esperanza respeta, quien respeta es justo, quien es justo es libre y quien es libre es hombre de paz, y quien posee todos estos dones es un hombre sano».

Si quieres ver qué hacen los niños debes dejar de darles cosas. Su imaginación es infinita. Los niños son el recurso más valioso del mundo y su mejor esperanza para el futuro. A los niños hay que educarlos en el orden: ser firme no es incompatible con ser cariñoso; el límite es la mejor fórmula contra la agresividad. No se puede ser padre y colega, los padres tienen que ser referente de autoridad. Hay que procurar sembrar en el surco abierto, donde espera el abrigo fértil y las tormentas no se toman como castigo, porque el fuerte viento ayuda a fortalecer las raíces.

A los niños debemos dejarles claro que los padres son los que tienen la capacidad de decisión —hay que saber decir ¡no!—; ese ‘no’ debe ser razonado pero firme, porque de los niños mimados salen niños tiranos (pequeños emperadores). La educación permisiva, sin normas, los convertirá en adultos déspotas e inmaduros y para evitarlo hay que marcarles los límites desde el primer año de vida.

Es necesario que el niño sepa en todo momento lo que puede y no puede hacer. También hay que enseñarles que las acciones tienen consecuencias. Por eso en todo momento y ocasión hay que actuar con firmeza: infringir una norma tendrá su castigo. Desde que los padres se dobleguen a su capricho pierden autoridad y credibilidad, por tanto costará más que obedezcan.

Las rabietas suelen ser su medio de imponer su fuerza, hay que dejarles claro que ese proceder es incorrecto y no vale de nada. Un error que suelen cometer los padres en la corrección de los hijos es cuando el padre está corrigiendo y se mete la madre a reprochárselo, o al revés, que la madre esté corrigiendo y el padre vaya a defender al niño. Hay que tener un poquito de control y cuando el niño no esté delante discutan las diferencias porque de lo contrario, los hijos se toman las normas a risa.

Señor, dame un corazón de niño y un gran coraje para vivir como adulto, porque ninguno de nosotros se ha levantado a pulso, hemos llegado porque alguien se agachó para ayudarnos.
Hagamos que el niño que fuimos se sienta orgulloso de lo que somos hoy, y ayudemos a millones de niños que están condenados por haber nacido en algún lugar sin esperanza.

No privemos a los niños de sus derechos, el primero de todo: el derecho a nacer, el derecho a la vida. Las consignas y voces que se levantan en contra del derecho vital, es la prueba del fracaso de empalizar humanamente con el dolor de un indefenso inocente. La mujer debe ser la primera defensora de la vida, el instinto maternal no permite actuar sin piedad contra el retoño de sus entrañas. Pienso que en las estudiantes la idea del aborto se contagia, ya que en el plano teórico es más fácil defenderlo que oponerse, pero ese convencimiento puede no ser tanto, porque en realidad los sentimientos acerca del aborto evolucionan cuando sientes la vida dentro. Una madre vive por ti y por los demás.

También debe estar garantizado el derecho a la alimentación, a la sanidad, a la educación y el derecho a tener un hogar. La casa es un edificio que guarece, pero el calor de hogar es la familia. Últimamente las mujeres toman la decisión de tener un hijo para sacarlo adelante solas porque están capacitadas emocionalmente y económicamente. Eso puede estar bien y socialmente aceptable, pero por otra parte es una decisión egoísta teniendo en cuenta que, intrínsecamente, existe la necesidad cognitiva que emana de la propia naturaleza. Saber y conocer los orígenes es la razón del ser y los principios fundamentales del equilibrio emocional.

Resulta aberrante que existan huérfanos de padres vivos, su carencia afectiva crea un vacío interior que daña y marca el carácter de un niño. Creo que no hay derecho de privar a un hijo del calor, presencia y referencia de su padre. Al niño debemos procurarle todos sus derechos en un ambiente de seguridad, alegría, serenidad y amor.

Los niños, nuestros hijos, crecen, y cuando ves que pasan de ti y de tus consejos, decimos: «Cuando eran bebés me daban ganas de comérmelos y hoy me arrepiento de no habérmelos comido…»
Bien es verdad que los conflictos generacionales nos parecen ahora insalvables, porque todo va tan deprisa que no nos da tiempo a asimilar tanto cambio. Para los de mi generación, acostumbrados a vivir sin sobresaltos, nos sobrecoge ver cómo se suceden los cambios sociales y se adopta el ‘todo vale’ sin sopesar ni madurar las consecuencias, eso lleva a la pérdida de valores que deshumaniza y nos arroja del universo.

Sorprende las frases sobre los hijos dichas hace miles de años. Esos dichos hoy reflejan a la perfección el panorama actual de una juventud irresponsable y pasota… Cito:

«Nuestra juventud gusta del lujo y es maleducada, no hace caso a la autoridades y no tiene el mayor respeto por los mayores de edad. Nuestros hijos son unos verdaderos tiranos. No se ponen de pie cuando una persona anciana entra. Responden a sus padres y son simplemente malos».
Sócrates (470-399 a.C.).

«Yo no tengo ninguna esperanza en el futuro de nuestros país si la juventud de hoy toma mañana el poder. Porque esta juventud es insoportable, desenfrenada y simplemente horrible».
Hesíodo (720 a.C.).

«Nuestro mundo llegó a su punto crítico. Los hijos ya no escuchan a sus padres. El fin del mundo no puede estar muy lejos».
Sacerdote (2000 a. C.).

«Esta juventud está malograda hasta el fondo del corazón. Los jóvenes son malhechores y ociosos. Ellos jamás serán como la juventud de antes. La juventud de hoy no será capaz de mantener nuestra cultura». Escrito en un vaso de arcilla descubierto en las ruinas de Babilonia, actual Bagdad (4000 años).

¡Increíble! Son frases que oímos en la actualidad. Está claro que entre padres e hijos siempre ha sido así. Para padres e hijos el mundo tiene diferentes puntos de vista, así fue, es y será. ¡Lógico!

Fotografía: timheuer, cc.

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