Es hermoso vivir y conocer a gente maravillosa y rodearte de ella para enriquecer y fortalecer tu camino. En la actualidad hay quienes tienen la clave y la llave del «buen vivir» aunque en realidad es lo contrario, porque es un vivir físico y agotador. El vivir quemando energías sin descanso, el vivir de luces y ruidos que arrastra al desencanto, porque la locura y el desenfreno deja vacíos insalvables fruto de una brújula inconexa, sin referencia ni orientación válido que sostenga el norte…
Pero gracias a Dios que hay por el mundo tanta gente que han descubierto cómo quieren vivir y a qué dedicar su vida, porque a la vida hay que darle sentido y sintiéndonos útiles se reflejan nuestras bondades. Estas personas buenas y nobles nos muestran cómo orientar nuestras obras para que fructifiquen y florezcan. Gente interesante que con su filosofía nos inyecta la sabiduría necesaria para vivir la vida con sentido, bajo el prisma de la reflexión y el sosiego y no con el ímpetu consentido del todo vale.
Es gratificante saber de estas personas y conocer sus anhelos y desvelos, sus ocupaciones y preocupaciones en pro de los demás. Los gestos de humanidad hacen que nos sintamos orgullosos de ser persona. Vivir y motivos por los que vivir. Muchos llevan una vida discreta al servicio de los suyos. Con su entrega callada te enamoran y al oído les diría: «Háblame de ti…» de esa vida interior que se exterioriza y se realiza a través de la tarea diaria de leer en los ojos del hermano y exhalar dulces sonrisas.
Los nombres con «mayúscula» que mencionaría son muchos por su valiosísima labor para con sus semejantes: luchadores valientes y arriesgados que se enfrentan a la tarea de minimizar el sufrimiento. Es bueno, necesario y urgente, trabajar para erradicar las desigualdades sociales, la pobreza, el hambre, las enfermedades y la soledad…
De los nombres escritos con letras de oro, quiero elegir vidas interesantes de féminas, aunque ser mujer de por sí ya es grande («madre de la humanidad»).
Digo yo que a la mujer no hay que recordarla y reconocerla un día al año como alguien invisible. La mujer desde el principio de los tiempos forma parte del proyecto y ha estado trabajando y contribuyendo a que la sociedad sea más generosa y justa, pero el segmento masculino quiere obviar lo evidente. ¡Machito! Mírate la cicatriz del ombligo; estás y eres gracias a una mujer. No veas en su silencio sumisión; en su silencio hay amor, es tu madre, por tanto, todos los santos días, desde que hay vida en la tierra, la mujer ha estado presente y lo estará por siempre…
Hoy quiero hablarles de una mujer con una historia admirable y conmovedora. La protagonista se ha enfrentado a su pueblo y a su propia familia para concienciar y erradicar el sufrimiento que produce la ablación. Esta historia es dura y desgarradora, y nos adentra en las costumbres de una cultura tribal muy arraigada aún en África. Les hablo de la modelo del desierto: Waris Dirie.
La heroína de esta historia real, fue la primera modelo africana en tener un contrato en exclusiva con Revlón. Ha escrito cuatro libros: «Flor del desierto» (1997, autobiográfico); «Amanecer en el desierto» (2002, describe su viaje); «Niñas del desierto» (2005, habla del día que rompió el silencio, sus contratiempos y sus éxitos); «Cartas a mi madre» (2007, este libro es el más intimista). Hay heridas que tardan en cicatrizar. El deseo de ver a su madre de nuevo… olvidarla… fue intenso. Se dio cuenta que el amor y el sufrimiento están muchas veces conectados. Trabajar en este último libro fue muy doloroso, pero una experiencia necesaria.
Nació en el desierto de Somalia y por no saber, no sabe ni el día que nació ¡qué más da! en el desierto no hay papeles, ni falta que hacen. El desierto fue su hogar, pastoreaba el rebaño de cabras y camellos de su padre. Lo peor era estar descalza, no podían pagarse unas sandalias y las piedras le hacían sangrar los pies.
Eran nómadas, no tenían casa ni agua, pero se sentía bien porque su familia estaba unida: su madre, sus hermanos y su padre —éste les pegaba, pero… él mandaba—. Era un hombre fuerte, alto sólido, un guerrero. Cuenta Waris que estando sola en Nueva York, habría preferido un bofetón de su padre a aquella soledad.
Llegó a Nueva York por un milagro. Cuando tenía como trece años se escapó de su familia, porque su padre iba a casarla con un viejo de sesenta años, por cinco camellos. Waris se declara especialmente rebelde, aunque las niñas son educadas para trabajar y ser ofrecidas en matrimonio. La madre se preocupa de que su hija sea pura y limpia, virgen, y por eso a los cinco años su madre la llevó a la ablación. Ella quería ser «pura y limpia» y claro, lo aceptaba por amor a ella.
En Somalia se practica la ablación más severa, la extirpación interior es total y la herida se cose dejando la mínima abertura imprescindible. Una hermana murió desangrada por esa barbarie y a partir de ese día Waris supo que ya nada podía destruirla, era tanto su dolor que decía: «Sólo temo a Dios, es el único que puede hacerme daño».
Waris se ha propuesto erradicar esa atrocidad. Cuando empezó a hablar sobre la ablación se sentía culpable de criticar y denunciar la cultura de su familia. Hoy se dedica a conseguir medios para formar maestros en Somalia, educar a niñas y a sus madres para cambiar la mentalidad: al menos con su familia lo ha conseguido, su madre piensa como ella y cree que hay esperanza…
Veinte años después de escaparse volvió con su gente. Cuando se reencontró con su padre, le habían robado su rebaño y estaba ciego, por una operación hecha con un cuchillo en el desierto. A aquel hombre poderoso y fuerte, lo vio frágil y desvalido ¡pero con la cabeza alta! Cuando se despidieron éste le confesó: «Tú eres como yo. Mi padre estaba orgulloso de mí. Lloré…»
Recuerda el día que se escapó, cruzó sola el desierto, una mañana se despertó y tenía a su lado a un león con su enorme melena y le dijo: «Cómeme, estoy preparada…» pero el león se fue. Ese día supo que su Dios la reservaba para algo… Supo que una tía estaba casada con un diplomático destinado en Londres y pidió que la llevaran como criada, ¡Nunca antes había visto blancos!
Como en un cuento de hadas Waris Dirie, se convirtió en una de las modelos más solicitada… Fregaba pisos en una tienda cuando fue descubierta por un fotógrafo, y pronto su figura se paseo por las pasarelas de París, Italia, Londres y Nueva York, pero dejó atrás todo para recorrer el mundo dando conferencias como Embajadora de Naciones Unidas y concienciar sobre el sufrimiento que ocasiona esa violencia en la mujer… «Mi modo de ayudar es ser como soy; hacer lo que hago cada día convenciendo a la gente de que es posible cambiar».
Si le preguntas que si cambiaría algo de su cuerpo dice que sus pies arqueados, pero no: «Los agradezco, porque son hijas de mi malnutrición infantil y me recuerdan quién soy. La hermosura que valoro es la del alma. Debemos dar gracias por estar vivos».
Hoy no le falta de nada… «pero cuando veo el agua que se va por el desagüe, me desespero». ¡Lo que harían en el desierto con cada gota! Ha creado la Fundación Desert Dawn para luchar contra esta violencia que sufren diariamente miles de niñas y ha logrado que en 15 países penalicen la mutilación femenina: «No sé si existe algo llamado valor y no sé si yo lo tengo, quien se vea en mis circunstancias hallará la fuerza para llegar al otro lado». Asegura que, hoy por hoy, su única meta «es lograr la paz, el amor y el respeto que siempre ha buscado, unos valores que exijo para el mundo, para mí y para todos».
No más dolor y llanto… Waris ¡Enhorabuena! por tu hermosa y valiosa labor. Con valentía te has ganado el respeto, el cariño y el reconocimiento mundial. Las mujeres te lo agradecemos y a las niñas evitémosle ese sufrimiento y que vivan felices.
Fotografía: Desert Flower Foundation.
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