Damos comienzo a la Semana Santa: Semana grande por su trascendencia humana y cristiana... Una semana dónde el dolor y la alegría transita de la mano de la Cruz. En la Cruz que carga un inocente está presente el sufrimiento más desgarrador, está presente el deprecio de la gente que insulta, está presente el miedo a desfallecer, está presente la soledad del camino, está presente en los clavos que traspasan un cuerpo lacerado, está presente en la muerte más dolorosa e injusta. Una muerte que no deja indiferente a nadie. Una muerte que vence a la muerte.
Iniciamos una semana muy importante para los cristianos. Una semana en la que se manifiesta el misterio de nuestra fe. La fe cristiana es fruto de la Resurrección; la grandeza de Jesucristo está, en que Muere y Resucita. ¡Cristo vence a la muerte! Es una Semana muy intensa de dolor, pero Cristo sale triunfante, porque la muerte no tiene poder sobre él. En Semana Santa se manifiesta el sentir y el compromiso cristiano; Jesús muere por amor y por amor le seguimos; su amor ha salvado a todos los que creen en él.
¿Qué quiso decir Jesús cuando dijo?: "Tome su cruz y sígame" (Mateo 16:24; Marcos 8:34; Lucas 9:23)?
"Tome su cruz y sígame". Muchas personas interpretan que la frase hace alusión a la "cruz" como una carga que debemos llevar en la vida: enfermedades, relaciones tensas, desprecios, calumnias, ingratitud, dolores y penas..., y con autocompasivo solemos decir, "Esa es mi cruz y la tengo que llevar".
Cuando Jesús llevó su cruz hasta el Gólgota para ser
crucificado, nadie estaba pensando en la cruz como símbolo de una carga que
había que llevar a cuesta. Para una persona en el primer siglo, la cruz significaba una
cosa y sólo una cosa: la muerte más descarnada por la forma más dolorosa y humillante que los
seres humanos podrían imaginar.
Dos mil años después, los cristianos vemos la cruz como un
símbolo valioso de la expiación, perdón, gracia y amor. Pero en los días de
Jesús, la cruz representaba solamente muertes tortuosas. Puesto que los romanos
obligaron a los condenados llevar sus propias cruces al lugar de la
crucifixión, el llevar una cruz significaba llevar su propio mecanismo de
ejecución mientras se enfrentaban al ridículo por el camino a la muerte.
Por lo tanto, "tome su cruz y sígame" significa estar dispuesto a morir con el fin de seguir a Jesús. Esto se llama "morir a sí mismo". Es un llamado a la entrega absoluta. Después que Jesús ordenó llevar la cruz, dijo, "Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, éste la salvará. Pues ¿qué aprovecha al hombre, si gana todo el mundo, y se destruye o se pierde a sí mismo?" (Lucas 9:24-25; Mateo 16:26; Marcos 8:35-36). Aunque el llamado es difícil, la recompensa es inigualable.
Sabemos que Jesús era seguido por multitudes, pero cuando Jesús comenzó a enseñar que iba a morir a manos de los líderes judíos y los gentiles feudales (Lucas 9:22), su popularidad se vino abajo. Muchos de los seguidores escandalizados lo rechazaron. Verdaderamente, no fueron capaces de dar muerte a sus propias ideas, planes y deseos, para intercambiarlos por las de Jesús. Seguir a Jesús es fácil cuando la vida va muy bien; nuestro verdadero compromiso con él se revela durante las pruebas. Pruebas que pone a prueba nuestra fe, pero habiendo fe, las pruebas son superadas por las fuerzas que emana de la propia fe. Y con fe nos disponemos a acompañar durante esta Semana Santa a Jesús, que por amor a los hombres, padeció y sufrió hasta morir en la cruz.
El compromiso con Cristo significa tomar la cruz cada día,
renunciando a las esperanzas, sueños, posesiones, incluso la propia vida si es
necesario por la causa de Cristo. Sólo si voluntariamente tomas tu cruz puedes
ser llamado 'discípulos' (Lucas 14:27). La recompensa vale la pena. Jesús
siguió su llamado de muerte a sí mismo ("tome su cruz y sígame") con
el don de la vida en Cristo: "Porque todo el que quiera salvar su vida, la
perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará" (Mateo
16:25).
"Cada uno carga con su cruz" frase trillada y comúnmente usada como dicho de sabiduría popular. Sin embargo, el símbolo de la cruz es muy útil en nuestro día a día, no importa si somos católicos, budistas, ateos o cuales sean nuestras creencias, la cruz nos enseña a vivir.
Según cuenta la historia, la cruz era un elemento de tortura que se usaba para infligir sufrimiento. Jesús tuvo que cargar esa cruz, sus manos y pies fueron clavados en ella y murió en una actitud de total aceptación diciendo: "Señor, perdónalos porque no saben lo que hacen".
En el catolicismo la cruz se convirtió es un elemento de
divinidad, lo cual es un tanto paradójico: ¿Cómo un elemento de tortura puede a
su vez ser un símbolo divino? Pero en realidad es una de las metáforas más
claras que ha sido aportada a la humanidad.
La cruz en nuestro caso son nuestros problemas, nuestros sufrimientos, una enfermedad, la pérdida de un ser querido, en realidad, cualquier situación dolorosa que tengamos que afrontar. Pero a la vez esa situación difícil esconde una bendición: la puerta hacia el crecimiento personal. Leonard Cohen cantaba: "Hay una rajadura en todo, y justamente por ahí es por donde entra la luz", las situaciones desafiantes son invitaciones a evolucionar como personas, son nuestra cruz, es decir, nuestro calvario y, a la vez, nuestra salvación.
En esta vida todos debemos enfrentar toda clase de tribulaciones; en otras palabras, cada uno carga con su propia cruz. No hay en este mundo una sola persona carente de esa cruz. Y, para portar con facilidad la cruz de Cristo, la misma que nos da el Señor, tal como dice: "Mi yugo es suave y mi carga ligera" (Mateo 11, 30), se necesita de la Gracia Divina. ¿Por qué hay enfermos que caen en la desesperanza, se deprimen o se asustan, en tanto que otros se mantienen serenos y dicen: "Hágase la voluntad de Dios"? En virtud del hecho de que unos tienen la gracia, y los otros no.
Si el hombre cumple con los mandamientos de Dios y es
humilde, Dios le envía la Gracia. El Señor no priva al hombre de la cruz, porque
sin la cruz no nos podemos salvar. Sin embargo, Él también le da a cada uno el
don necesario para soportar las aflicciones. Y si en nuestro corazón vive la
Gracia de Dios, soportaremos cualquier tribulación con facilidad, tranquilos y
firmes en Cristo, buscando la salvación de nuestra alma y librarnos del pecado.
Reconociendo que el padecer y sufrir es ley de vida, el que
más y el que menos, en algún momento de su existencia, le ha tocado cargar con
un pesado fardo que no ha podido compartir con otros ni pedirles que lo
ayudasen a arrastrar por él. El fardo y más específicamente, la cruz, son una
metáfora de las penalidades y sufrimientos que pueden afligir al ser humano y
que debemos soportar solos sin que nadie pueda padecerlas por nosotros.
Pero la soledad de Cristo arrastrando su cruz camino del
calvario cuenta con un elemento excepcional del que se hacen eco los textos
evangélicos que narran la pasión, esto es, la irrupción de aquel que las
escrituras identifican como Simón el Cirineo que ayudó a Jesús a llevar la
cruz. Un acto de "compasión" que da significado a esta voz: ‘sentimiento de
pena, de ternura y de empatía ante un mal o sufrimiento ajeno’; términos estos: "pasión" y "compasión" que parecen compartir parentela gramatical y
etimológica.
Así, pues, "pasión" evoca en el imaginario la visión arquetípica
de Jesús cargando con su pesada cruz camino del calvario. Este padecer en
soledad parece tener una excepción en su origen: la mano del compasivo Cirineo
que lo ayuda a cargar con su cruz por puro altruismo. Confrontando la narración
de origen con la frase "cada uno lleva su cruz", casaría con el soporte
semántico del primero de los significados (que se identifica con el sufrimiento
de Cristo en soledad).
Por tanto, el dicho "cada uno lleva su cruz" nos viene a confirmar lo difícil que resulta librarse de ciertas penalidades que nos afligen, pues en mayor o menor medida, todos pasamos por ellas, lo que parece excluir la intervención piadosa de un cirineo que nos ayude a aliviar el peso de la carga. Pero, cuando estamos rodeados de las personas que nos quieren, el peso de la cruz se hace más soportable.
Señor, Jesús, te pido que ilumines nuestro camino para poder
seguir tu proyecto de amor, y que no nos falte la fortaleza que nos ayude a
vencer el miedo frente a las de las vicisitudes de la vida, para permanecer
fieles a la cruz que cargaste por nuestros pecados. Nos predisponemos como el
Cirineo a dar hasta el último aliento del espíritu por el Reino de Dios.
Seños, somos débiles, pero tu amor es tan grande, tan bondadoso, que si nos acompañas no vamos a fallar, nada es imposible estando a tu lado. Padre no dejes de mirarnos; el sabernos mirados por Ti nos mantiene fuertes en tu amor. Y como dice Pablo: "Nadie podrá separarnos jamás del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, Nuestro Señor".
Ojalá, que esta Semana Santa que hoy comienza, conscientes de su significado, acompañemos a Jesús durante todo el camino por las diferentes estaciones del Vía Crucis: Cena de amor fraterno. Muerte de entrega y Resurrección gloriosa.
"Tome su cruz y sígame". Cada uno de nosotros tiene una cruz que cargar. Pues, déjate acompañar por Cristo y acompáñalo también a llevar esa cruz que carga él por ti.
¡Bendita cruz! Esa cruz santa que cargó Cristo para morir en ella, por amor a los que creen en Él; muerte de cruz que nos ha devuelto a la vida eterna.
¡Victoria, tú reinarás, oh, cruz, tú nos salvarás!
Fotografía: Internet
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