Nacer, morir, cara y cruz de la vida. Así lo hemos entendido
y así lo asumimos. Estamos aquí de paso y lo sabemos, aunque intentamos
olvidarlo continuamente mediante la cotidianeidad. El saber que somos seres
perecederos le da un toque especial a cada uno de nuestros pasos por esta
Tierra, que serían muy diferentes en caso de sabernos eternos como los dioses.
Pero también, como es lógico, nos llena de pesadumbre y temor el no saber a
dónde vamos después de morir. Esta obsesión ha perseguido al ser humano desde
que comenzó a tener conciencia de su propia existencia y espiritualidad.
Entonces, para algunos surgieron las religiones, como intento de respuesta a lo
que no entendemos. Para otros, sin embargo, se revelaron, aunque con los mismos
motivos. Gracias a ellas tenemos esa muleta de apoyo que nos recuerda que esta
vida no es la única, y que después de la muerte no desapareceremos.
Nuestra muerte debería ser tan natural como nuestra propia
existencia, pero realmente nos genera una suerte de crisis existencial. Un
reciente estudio ha llegado a la conclusión de que incluso en una sociedad
secularizada como la actual, la mayor parte de los ateos creen en la vida
después de la muerte. Mucho se ha debatido al respecto, pues algunas personas
que han estado clínicamente muertas aseguran haber visto lo que ya se ha
convertido en una leyenda: el famoso túnel, la luz, las voces, un recorrido de
imágenes de los mejores momentos de nuestra vida.
Para los creyentes, es una de las pruebas más irrefutables de que tiene que haber algo después, pero, ¿cómo explica la ciencia todo esto? Y más importante quizás, ¿por qué nos aferramos tanto a ello? Nuestra muerte debería ser tan natural como nuestra propia vida, pero nos genera una suerte de crisis existencial de miedo y temor.
La teoría del manejo del terror daría una explicación a todo ello: se trata de una teoría psicológica, social y evolutiva que viene a decir, que nuestro propio instinto de autoconservación que sabe que la muerte es inevitable, produce terror y tratamos de manejar este terror a través de una combinación de escapismo y creencias culturales. Es decir, aquello que alivia la ansiedad ante la muerte, como es la idea de la vida eterna sería, en realidad, parte de nuestro propio carácter evolutivo.
Nuestro cuerpo quizá se irá, pero nuestra conciencia permanecerá. Según algunos estudios, hay una especie de 'tsunami cerebral', la conciencia todavía puede estar presente muchos minutos después de que el resto del cuerpo haya dejado de mostrar signos de vida. También hay explicaciones a todas esas cosas que ya forman parte de la cultura popular y sabemos que suceden antes de morir. Por ejemplo, la doctora Valeria Page, de la unidad de Cuidados Intensivos del Hospital General de Watford en Londres, tiene una teoría al respecto de ver un túnel e ir hacia la luz: "Se debe a que cuando el nervio óptico pierde sangre lo que se ve es una luz blanca".
La ciencia trata de atajarlo explicando que existen dos tipos
de experiencias cercanas a la muerte. Según los neurocientíficos Olaf Blanke y
Sebastian Dieguez: el tipo uno, que está asociado con el hemisferio izquierdo
del cerebro, presenta una sensación alterada de tiempo e impresiones de volar.
El tipo dos, que involucra el hemisferio derecho, se caracteriza por ver o
comunicarse con espíritus y escuchar voces, sonidos y música.
Según algunos expertos, aceptar nuestra propia mortalidad podría ser beneficioso, porque nos ayudaría a disfrutar cada momento y también a motivarnos e intentar mejorar las cosas. Para los que cuestionan la vida eterna, algunos teólogos tienen claro que el amor solo tiene sentido si existe la muerte, puesto que nos ayuda a entender lo efímero y nos anima reflexionas sobre nuestro comportamiento porque no siempre estaremos aquí. Quizá la verdadera belleza del viaje, al fin y al cabo, es que tiene un final.
Sobre esta cuestión, los filósofos llevan siglos reflexionando y según ellos, todo radica en la física cuántica, y en concreto en la nueva teoría del biocentrismo. Y ¿qué sabe la ciencia sobre la vida después de la muerte? Según el científico e investigador norteamericano de la Escuela de Medicina de la Universidad Wake Forest, de Carolina del Norte, Robert Lanza, la solución a esa cuestión eterna consiste en la idea de que el concepto de la muerte es un mero producto de nuestra conciencia. "Esencialmente, la idea de morir es algo que siempre se nos ha enseñado a aceptar, pero en realidad solo existe en nuestras mentes", argumenta Lanza. El científico afirma que tiene pruebas definitivas para confirmar que la vida después de la muerte existe y que, de hecho, la muerte por sí misma, no existe de la manera en la que la percibimos.
En un mensaje publicado en su sitio web, Lanza argumenta que con esta teoría el concepto de la muerte como la conocemos "no existe en ningún sentido real", ya que no hay verdaderos límites según los cuales se pueda definir. Asimismo, evidentemente, creemos en la muerte porque nos asociamos con nuestro cuerpo y sabemos que los cuerpos físicos mueren. Lanza señala que el biocentrismo es similar a la idea de universos paralelos, la hipótesis formulada por físicos teóricos según la cual hay un número infinito de universos y todo lo que podría suceder ocurre en alguno de ellos.
En términos de cómo afecta ese concepto a la vida después de la muerte, el investigador explica que, cuando morimos, nuestra vida se convierte en una "flor perenne que vuelve a florecer en el multiverso" y agrega que "la vida es una aventura que trasciende nuestra forma lineal ordinaria de pensar; cuando morimos, no lo hacemos según una matriz aleatoria, sino según la matriz ineludible de la vida".
Yo creo que la vida y la muerte no es cuestión de cuestionarla, sino, de aceptarla. Ni nacer ni morir es una idea, es una realidad, que ni la filosofía, ni la ciencia ni la astrología tienen las claves. Los humanos somos muy curiosos y queremos saberlo todo, para los que quieren saber qué hay más allá de la muerte, todo es cuestión de tiempo y que lo podamos experimentar con nuestra propia realidad. Morimos porque nacemos...
Fotografía: Internet
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