Puestos a soñar, soñemos… Supongamos que somos periodistas y
se nos concede el deseo de realizar la más gloriosa entrevista, ir al cielo a
entrevistar a Dios.
—Pasa, —me dijo Dios—. ¿Así que quieres entrevistarme?
—Bueno, —le contesté—, si tiene tiempo...
Se sonríe y me mira tiernamente y dice:
—Mi tiempo se llama Eternidad y alcanza para todo, ¿qué
preguntas quieres hacerme?
—Me gustaría saber: ¿Qué es lo que más que le
sorprende de los hombres?
—Que se aburren de ser niños, apurados por crecer, y luego
suspiran por regresar a ser niños. Que primero pierden la salud para tener
dinero y enseguida pierden el dinero para recuperar la salud. Que, por pensar
ansiosamente en el futuro, descuidan su hora actual, con lo que no viven el
presente ni el futuro. Que viven como si no fueran a morirse, y se mueren como
si no hubieran vivido. Y pensar que Yo...
Con los ojos llenos de lágrimas y la voz entrecortada, dejó
de hablar. Sus manos toman fuertemente las mías y seguimos en silencio. Después
de un largo tiempo y para romper el silencio, le dije:
—¿Me deja que le haga otra pregunta?