“Cuando te das cuenta de que has cometido un error, toma
medidas inmediatas para corregirlo”. Dalai Lama.
A lo largo de la vida enfrentarás momentos difíciles,
situaciones en las que tomarás un camino equivocado. Eres humano y, por tanto,
tendrás fallos y tropiezos. Sin embargo, será la actitud que adoptes ante estas
circunstancias la que definirá quién eres y cómo deseas vivir.
Todos cometemos errores, es parte del crecimiento de la vida.
No por ello somos personas imperfectas, sino al contrario: somos seres en
proceso de aprendizaje, de mejora. Pero sabemos que nos cuesta reconocer nuestros fallos, no
siempre es fácil aceptar los errores.
Aceptar los errores nos ponen en evidencia, sentimos que decepcionamos a los demás, pero los demás no viven tu vida. Tú eres la protagonista de tu historia y eres tú quien va a tener que asumir ese fallo. Y deberás hacerlo para poder avanzar y mejorar. Nadie viene a este mundo sabiendo exactamente cómo tener una vida perfecta. Aprender es un proceso que dura toda la vida, y para aprender la lección hay que aceptar los errores. Asúmelos y aprende a superarlos. Verás cómo, día a día, conduces con más seguridad el timón de tu vida.
“Cometer un error y no corregirlo es otro error”. Confucio.
Cometer errores es un acto humano, pero reconocerlos y trabajar en ellos es un ejercicio de valentía. A nadie le resulta agradable recibir críticas, incluso aunque estas sean para ayudarte a corregir errores. Nos duele, nos enfada y nos altera escuchar en boca de otros, aquello que no hacemos del todo bien. Nos cuesta reconocer los errores, pero es un ejercicio muy sano y necesario para nuestro crecimiento personal. A pesar de lo difícil que resulta asumir nuestros fallos, si logramos hacerlo estaremos más cerca de tener una existencia plena y feliz. En otras palabras, reconocer nuestros errores y hacernos responsables de ellos mejorará tanto nuestro estado interno, como nuestras relaciones personales.
A veces nos cuesta reconocer nuestros errores, porque todos
los seres humanos necesitamos tener una imagen positiva de nosotros mismos.
Hemos de considerar que poseemos cualidades positivas y de valor, para poder
encontrarnos en paz con lo que somos y con los demás.
Muchas veces nos negamos a mirar nuestros defectos en un
intento por preservar nuestra autoestima. Sin embargo, este mecanismo surge de
un enfoque básico erróneo, porque se afirma, que cometer errores es malo. Desde esta perspectiva es
lógico y comprensible que mirar de frente a nuestros fallos nos genere rechazo.
No obstante, la realidad es bien distinta, porque cometer errores es humano. Hacerlo
no nos convierte en personas malas o indignas de cariño. Ante un error podemos juzgarnos,
criticarnos y hundirnos, o podemos tomarlo como la gran oportunidad que se nos brinda
para conocernos mejor y corregir el rumbo de nuestro destino.
“Si arruinas algo, no lo ocultes, no lo racionalices.
Reconócelo, admítelo y aprende de ello. Nunca dejamos de aprender”. John Flanagan.
Nuestra autoestima no ha de estar basada en una imagen ficticia de nosotros como seres perfectos. El amor propio significa conocernos y aceptarnos con todas nuestras cualidades, tanto positivas como negativas y seguir trabajando en nosotros mismos. Las personas con una autoestima dañada son las que encuentran más dificultad en reconocer sus fallos, por eso, pueden exteriorizar una imagen manipuladora y casi narcisista, porque lo que realmente pretenden, es hacer sin que lo parezca; lo que es lo mismo "tirar la piedra y esconder la mano". Pero, quien se encuentra verdaderamente en paz consigo mismo, no necesita adoptar ningún tipo de estrategia para negar sus faltas cometidas.
Cuando falles analiza la situación y extrae una enseñanza. No duele para que sufras, duele para que cambies. Por tanto, evalúa que mensaje te trae el error: ¿qué ocurrió?, ¿qué parte fue tu responsabilidad?, ¿qué pudiste haber hecho diferente? Seguramente ahora te conozcas mejor en términos de tus deseos, tus necesidades y tus límites. Otra cosa es que tu error lo cometas a conciencia, entonces tu error no es un error, es una venganza, algo hecho premeditadamente para dañar y perjudicar, por lo que, errando a conciencia solo complaces tu maldad. El error de los errores es saber que estás cometiendo un error y no rectificas, ahí queda al descubierto tus verdaderos valores.
Asume tu responsabilidad en los hechos, intencionados o no. Es importante reconocer que tenemos
un papel protagonista en lo que nos ocurre y hacernos cargo de nuestros actos.
Asentarnos en el papel de víctima nos deja sin poder, a la deriva ante las
circunstancias de los argumentos. Asumir los errores nos acerca al cambio, del
mismo modo es necesario reconciliarte con tus debilidades y seguir adelante sin rencor.
Está claro que, cuando alguien resalta algo negativo de nuestra persona, nos despierta intensos y desagradables sentimientos. Pero es necesario caer en
la cuenta de que si esto sucede, significa que hay partes de nosotros mismos
que nos negamos a observar. Cuando una crítica nos afecta es porque está
tocando un punto de nosotros que necesita sanar.
Permanecer en una actitud dañina es una situación dolorosa, porque dañas y te dañas; resulta más aceptable que te aventures a cambiar de rumbo. Esto supondría admitir que se ha fallado, pero es mejor que cargar con los errores cometidos como un pesado lastre que mina tu autoestima, recordándote de lo que has sido capaz y de la cobardía de no reconocerlo y corregirlo. Hay que buscar el momento de tomar las riendas y reunir la valentía para conocernos y mirarnos en profundidad. Una vez que te descubres y te aceptas, ninguna opinión ajena puede herirte. Para ello es necesario que tengas claras dos cosas: Cometer errores es humano, todas las personas fallan alguna vez y esto es algo normal, y es necesario aceptar esta realidad y dejar de juzgar y juzgarnos duramente.
“Todo el mundo comete errores. Lo importante es no cometer el
mismo error dos veces”. Stephen Perkins.
Reconocer los errores es un acto de valentía: asumir nuestras faltas requiere el coraje de mirar de frente nuestras sombras más oscuras. Hacerlo es un ejercicio de humildad y un deseo genuino de mejorarnos a nosotros mismos. No debemos culparnos por fallar en ciertos aspectos de nuestra vida, pero si hemos de hacernos responsables. El desarrollo personal pasa inevitablemente por un proceso de introspección en el que descubrimos qué áreas requieren trabajo de nuestra parte, por eso, reconocer nuestros errores nos hace más humanos, más humildes y nos permite mejorar como personas. Por tanto, tratemos de darnos a nosotros mismos la satisfacción de reconocer y aprender de los propios fallos. Nadie necesita ser perfecto para ser apreciado por las personas que le rodean. Errar y asumir los errores es el único camino hacia la madurez emocional.
Un error nos lleva a la reflexión, paso previo al aprendizaje. La enseñanza que se obtiene de un error es muy valiosa, cuando estamos abiertos a recibir las lecciones. Hay quien no quiere aprender las lecciones que se desprenden de sus errores, y como no quiere verlos, se pasa toda su vida repitiéndolos, en un ciclo infinito de infelicidad inconsciente y problemas emocionales y sufrimiento. Fallar nos enseña sobre nosotros y sobre el mundo, nos ayuda a clarificar quienes somos, lo que deseamos y lo que no. Nos muestra qué acciones nos llevan a la felicidad y cuales a la frustración.
La vida es un pequeño paseo en el cual vivir en paz, amar y aprender para crecer, son los valores fundamentales. Pero por desgracia, hay personas que en lugar de reconocer abiertamente los errores y pedir disculpas, tienden a justificarse y a buscar culpables. A esos hay que decirles, que no traten de engañar a nadie, que cuando cometan un error, acepten que se han equivocado, con tranquilidad, responsabilidad y normalidad, y que traten de ser mejor personas. Y que sean objetivos y realistas, porque sin perdonarse por sus malas acciones, difícilmente conseguirán disfrutar del camino que les ofrece la vida, para alcanzar la meta deseada, la de ser una persona admirable.
“Todos los hombres cometen errores, pero solamente los hombres sabios aprenden de sus errores”. Winston Churchill.
Fotografía: Internet
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