San Joaquín y Santa Ana (padres de la virgen María y abuelos de Jesús), fueron escogidos entre todos los
santos de Dios para dar cumplimiento divino y enriquecer al mundo con la gran
Madre de Dios, María Santísima.
Joaquín y Ana son dos nombres llenos de grandeza a los ojos
de Dios, grandeza que se esconde en la sencillez y la humildad. Dos nombres con
un sentido maravilloso y providencial.
Joaquín significa preparación del Señor, trabajo y
constancia. La providencia divina mueve los hilos de la historia. Durante
largos siglos el Señor preparó, por medio de los profetas y patriarcas, la
venida del Deseado de las naciones. El pueblo de Dios esperaba con ansia renovada la llegada del Mesías.
La tardanza no ahogaba los anhelos de Joaquín y Ana. Ellos se
acercaban al ocaso de la vida sin descendencia. Pero seguían rezando y rogando al Señor con oración inflamada. Su esperanza se mantuvo incólume, hasta que Dios les bendijo y realizó sus deseo.
Las oraciones de Ana fueron escuchadas. Un ángel -según
algunos el mismo de la Anunciación- se aparece a Ana, en la Puerta Dorada del
templo y le profetiza el nacimiento de una Niña que se llamará María y será la
predilecta del Señor. "Oh bellísima Niña, dice San Juan Damasceno,
benditas las entrañas y el vientre de los que saliste".
En el seno estéril de Ana germinó la plenitud de la gracia.
En sus entrañas se realizó el sublime misterio de la Concepción Inmaculada de
María "prodigio de prodigios y abismo de milagros", dice el Damasceno.
"Santa tierra estéril, que al cabo produjo, toda la abundancia, que
sustenta el mundo", según se expresa Miguel de Cervantes en "La
Gitanilla".
Todos los antiguos anhelos se habían condensado en Joaquín y
Ana, en ellos se iban a cumplir las promesas. Fueron los padres dichosos de la
niña María, que Dios luego la haría su Madre y nuestra Madre.
Así, Dios se sirve de unos elementos humanos como preparación
del nuevo tiempo: por el hecho de formar parte de nuestra historia, el Hijo de
Dios necesita una madre, y ésta será María; la Virgen también necesita unos
padres que fueron Joaquín y Ana. Ellos, sin saberlo, serán los abuelos del
Mesías. Aplicando las palabras de San Pablo a los Efesios (1,9-10), pueden
decir: Él nos ha dado a conocer sus planes más secretos, los que había decidido
realizar en Cristo llevando la historia a su plenitud.
Con razón san Juan Damasceno felicita a los santos esposos
con estas palabras: «¡Oh matrimonio feliz de Joaquín y Ana, limpio en verdad de
toda culpa! Seréis conocidos por el fruto de vuestras entrañas». Qué felicidad
para los padres que tienen la suerte de tener unos hijos que pueden admirar su
fidelidad y agradecer su comportamiento generoso, por el cual recibieron su
existencia humana y cristiana. Pero también qué felicidad para los hijos que
tienen la suerte de conocer más y mejor a Jesucristo, puesto que han recibido
de sus respectivos padres la formación cristiana, con el ejemplo de vida y de
oración familiar.
De Joaquín y Ana podemos decir que, si Dios los escogió para
una obra tan admirable, grandes tuvieron que ser aquellos dos corazones. Si
habían de educar a la que Dios escogía como Madre de su Hijo, cuánta dulzura,
bondad y hermosura habría en aquellas almas. Pues habían sido destinados por
Dios para ser los padres de una Niña sin par, no sólo sin mácula, sino llena de
gracia "la llena de gracia", la bendita entre las mujeres, la
Hermosa, la Agraciada, María "lugar alto en donde habita Dios".
El culto a San Joaquín es más reciente. Pero el culto a Santa
Ana es muy antiguo. En Jerusalén está la iglesia de Santa Ana, cerca del
templo. Allí vivían, según la tradición, Joaquín y Ana. Y, allí nació la Aurora de nuestra salvación, la Virgen María.
El 26 de julio, coincidiendo con la conmemoración de Santa
Ana y San Joaquín, abuelos de Jesús, se celebra en España el Día de los Abuelos:
un homenaje a la sabiduría y al amor familiar. Esta festividad, instaurada por
la ONG Mensajeros de la Paz en 1998, busca honrar la labor y los consejos de
los abuelos, reconociendo el papel crucial de los abuelos en nuestras vidas.
Según el informe "Abuelos y crianza" de Aldeas
Infantiles SOS, el 35% de los abuelos en España cuida a sus nietos varias veces
a la semana, dedicando un promedio de 16 horas semanales. Este porcentaje es
notablemente superior a la media europea. Los abuelos no solo ayudan en el
cuidado diario, sino que también juegan un papel crucial en la formación de la
identidad y la historia familiar de sus nietos, ofreciendo un sentido de
propósito y satisfacción personal.
Los nietos agradecidos damos gracias a Dios por la vida de nuestros abuelos. Gracias, Señor, porque por medio
de sus historias, de sus experiencias y de su amor tan grande, yo crezco feliz y aprendo. Me
siento bendecido de tenerlos, porque enriquecen y fortalecen mi vida".
Los abuelos son parte fundamental de las familias en la mayoría de hogares del mundo, y su figura está asociada en muchos casos a la ternura, el consentimiento y la sabiduría, por eso, dentro de las oraciones propuestas por el fallecido papa Benedicto XVI, este dedicó una de ellas a las peticiones y gratitud por estos:
Señor Jesús: Tú naciste de la Virgen María, hija de San
Joaquín y Santa Ana. Mira con amor a los abuelos de todo el mundo. ¡Protégelos!
Son una fuente de enriquecimiento para las familias, para la Iglesia y para
toda la sociedad. ¡Sostenlos! Que, cuando envejezcan, sigan siendo para sus
familias pilares fuertes de la fe evangélica, custodios de los nobles ideales
hogareños, tesoros vivos de sólidas tradiciones religiosas.
Haz que sean maestros de sabiduría y valentía; que transmitan
a las generaciones futuras los frutos de su madura experiencia humana y
espiritual.
Señor Jesús, ayuda a las familias y a la sociedad a valorar
la presencia y el papel de los abuelos. Que jamás sean ignorados o excluidos,
sino que siempre encuentren respeto y amor.
Ayúdales a vivir serenamente y a sentirse acogidos durante
todos los años de vida que les concedas.
María, Madre de todos los vivientes, cuida constantemente a
los abuelos. Acompáñalos durante su peregrinación terrena y, con tus oraciones,
haz que todas las familias se reúnan un día en nuestra patria celestial, donde
esperas a toda la humanidad para el gran abrazo de la vida sin fin. Amén.
S.S. Benedicto XVI
Fotografía: Internet
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