"El tiempo no se detiene ni espera por nadie, así que
no detengas tu vida por pequeñeces. Sigue adelante porque en este momento eres
lo más viejo que puedes ser, y lo más joven que nunca jamás volverás a ser".
La lucha contra el tiempo... Más tarde que temprano
perdemos la guerra contra el tiempo. El paso del tiempo es un fenómeno sobre
el que se ha pronunciado la filosofía, la ciencia, la religión y, de hecho, todo el mundo opinamos sobre el tiempo. Resulta complejo y fascinante a la vez. Se trata de un tema
lleno de misterios, que cabe tanto en el mundo de la física como en el de la
poesía.
La física nos ha mostrado que, al menos en teoría, el
paso de los años no siempre se produce hacia adelante, sino que también puede
retroceder. Así mismo, la filosofía ha encontrado que "lo temporal no siempre es
pasajero, ni lo establecido es eterno".
Se trata de un tema inacabado y que siempre despierta la imaginación. “Cinco minutos bastan para soñar toda una vida, así de relativo es el tiempo”. Mario Benedetti.
Nuestra cultura se ha dedicado a medir el tiempo
tratando de asirlo, de aislarlo para pararlo. La cultura del reloj es toda una
forma de vida, una carrera contra la vejez, contra la fugacidad de las
sensaciones, la volatilidad de las emociones, la fragilidad de la memoria. En
vez de vivir con el tiempo luchamos contra él como un enemigo que nos devora
como el Cronos de Goya a sus hijos.
Con ese miedo inventamos mil formas de agarrarlo para
que no se nos escape, "para poder volver", como canta el tango, al instante
pasado y desdibujado. La poesía y la música le cantan al tiempo que marchita
flores y frentes, sabiendo de la imposibilidad de una victoria.
Las palabras son una forma temprana de lucha, escribir
para permanecer. Escribir, con palabras, con luz, con dibujos, con poesía, todo
vale para representar la vida. La carrera se ha acelerado tanto que se
superpone la vida con su representación, superponiéndose casi con simultaneidad
la sensación y el botón de disparo de cámaras, para captar momentos como
queriendo parar el tiempo. Puede ser anecdótico que encerrando imágenes para el
recuerdo nos olvidamos de vivir el momento, como canta Julio Iglesias: "De tanto
correr por la vida sin freno/ Me olvidé que la vida se vive un momento".
Corriendo y corriendo pasa la vida y nos vamos
haciendo viejos sin remedio, a lo Mercedes Sosa, "Viviendo del pasado y
olvidando la realidad que nos quema, luchando para nada y por nada". Y el
tiempo pasa…
Verdaderamente vivimos en una sociedad en la que
podemos afirmar que somos gobernados por la tiranía del reloj. Desde que nos
despertamos hasta que nos vamos a dormir pensamos en cómo aprovechar el tiempo,
ocupando todos los huecos posibles para sentir esa tan ansiada sensación
subjetiva de que somos productivos, que no perdemos el tiempo.
El problema es que, si bien lo ideal es sacarle el
máximo provecho al tiempo, de obsesionarnos no solo sentiremos que lo perdemos,
sino que al final los minutos se acabarán escurriendo entre nuestros dedos como
lo hacen los granos por las paredes de un reloj de arena.
La obsesión por el tiempo y sacarle el máximo provecho
tiene nombre: cronopatía. La cronopatía (Cronos, "dios del tiempo; tiempo" y
pathos "sufrimiento") es el nombre que se le da a la obsesión de ciertas
personas por aprovechar el tiempo al máximo.
Decimos "ciertas", aunque dependiendo de cómo se mire
lo cierto es que todo el mundo tiene este problema en mayor o menor medida, pues en
nuestra sociedad occidental está muy asentada la máxima, casi tiránica, de que
se debe rendir al máximo. Se nos inculca ya desde bien pequeñitos que debemos
hacer todo lo posible para que las 24 horas que conforman nuestro día sean
aprovechadas lo mejor que podamos.
El concepto de cronopatía ha sido popularizado en los últimos
años gracias al libro de la psiquiatra Marian Rojas Estapé, "Cómo hacer que te
pasen cosas buenas" (2018). La tendencia de intentar aprovechar al máximo el
día a día puede acabar siendo perjudicial, haciendo que el individuo sacrifique
su salud mental en la búsqueda de tratar sacarle más horas al día de las que
tiene. Rojas Estapé habla de la falsa idea, muy extendida en nuestra sociedad
occidental, de que "la prisa y la aceleración producen mayores y mejores
resultados".
En nuestra sociedad consideramos que lo correcto, lo
que está bien, es estar ocupado. Si por un casual reconocemos que nuestra
agenda está un poco libre, tiene algo de hueco, nos da la sensación de que nos
van a juzgar, de que nos van a considerar una persona que no aprovecha el tiempo
o que es un poco hedonista y desorganizada. Incluso puede que uno se sorprenda
y juzgue negativamente a la persona que le diga que tiene tiempo libre y no
sabe qué hacer con ello.
"El tiempo nos limita corriendo se nos pasa. El tiempo es la escusa de todo en la vida...", digo yo en uno de mis poemas. Irónicamente, la obsesión por aprovechar el tiempo hace que la percepción del tiempo esté acelerada y como tenemos la sensación de que el tiempo se nos escurre entre los dedos, al final acaba sucediendo. En otras palabras, cuanto más nos obsesionamos por aprovechar el tiempo, mayor es la sensación de que lo desaprovechamos, de que pasa más rápido de lo que debería y de que los días son más cortos. Nos da la sensación de que no nos cunde y nos quedan siempre cosas por hacer.
La preocupación por ser productivos puede llegar a tal
nivel que nos desconectamos de nuestras propias emociones, algo que se puede
considerar como uno de los principales aspectos patológicos de la cronopatía, a
pesar de que, como hemos comentado, no se trata de un trastorno mental.
La cronopatía nos aleja de nuestras propias emociones y nos hace prestar más
atención a cómo aprovechar el tiempo, que en prestar atención a lo que le
sucede a nuestra psique y a nuestro cuerpo.
No disponemos del tiempo ni de la pausa necesaria para
escuchar qué es lo que nos dice nuestro cuerpo, nuestras propias emociones e
identificar reacciones emocionales relevantes. Sin embargo, tarde o temprano los
notaremos, no porque nos hayamos detenido sino porque estos estados emocionales
se habrán vuelto tan intensos que difícilmente podremos seguir ignorándolos. El
exceso de tensión, la ansiedad y el estrés son emociones comunes en las personas
atrapadas en la cronopatía y, aunque pasen desapercibidas en lo consciente,
nuestro cuerpo y salud mental acabarán sufriendo por ello y se manifestaran.
Puede parecer contraintuitivo, pero lo cierto es que
dejar huecos sin planificar ayudará a combatir esa sensación de estar perdiendo
el tiempo. Es muy recomendable dejar un espacio en blanco en nuestro horario o
agenda, una porción de tiempo sin planificar dedicada en exclusiva a nuestro
descanso, un descanso anárquico, casual y en el que lo mejor que podemos hacer
es absolutamente nada. Deteniéndonos una hora encontraremos la forma de
aprovechar de forma sana y productiva el resto de horas del día.
Intentar disfrutar del proceso más que del resultado,
es una buena medida para convertir esa ansia por aprovechar el tiempo en la
sensación subjetiva de que ya se ha alcanzado ese deseo. Dale tiempo al tiempo,
no tengas prisa; hacer una cosa sola bien, es mejor que hacer dos mal.
No pienses en el tiempo, porque el reloj avanza irremediablemente. Tú disfruta del proceso, sé consciente de él y aprende de cualquier error que se pudiera dar durante el transcurso del mismo. Es mediante ese aprendizaje que nos dará la sensación de que estamos aprovechando el tiempo, y encima disfrutaremos de cada momento a la vez que realizamos nuestros proyectos.
Fotografía: Internet
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