“Somos como islas en el mar, separadas de la superficie, pero conectadas en la profundidad”. William.
La vida está llena de oportunidades y de casualidades; sin
embargo, todas no están a nuestro alcance y cuando creemos que no las tenemos,
en realidad no es porque no las tengamos, lo que pasa es que en la mayor parte
de las ocasiones no logramos verlas.
No existe la casualidad, existe la sincronicidad. ¿No te ha
pasado que un día de pronto te viene a la memoria alguien que hace tiempo no
ves, y ese día, sorprendentemente te llama por teléfono, o te la encuentras en
la calle, o alguien te habla de ella? Lo que parece una casualidad, puede ser
una sincronicidad de eventos, una fuerza mucho más mágica que el azar. Dicen
que no existe la casualidad, existe la sincronicidad. Si, si, seguro que te ha
pasado; que ibas a llamar por teléfono a una persona y en ese mismo instante,
es ella la que te llama; que has tenido un encuentro inesperado en un lugar que
ni siquiera pensabas o que has encontrado a la persona exacta cuando la
necesitabas apareciendo de la nada…
Todos hemos experimentado en alguna ocasión una coincidencia
que parecía tan improbable que nos resulta mágica y epifánica, como si
existieran conexiones entre sucesos, personas o informaciones a través de hilos
invisibles que tan sólo podemos vislumbrar por momentos. Según el psiquiatra
suizo Carl Jung esto no es casualidad, sino sincronicidad, uno de los aspectos
más enigmáticos y sorprendentes de nuestro universo.
Y ¿qué es la sincronicidad? Este concepto existe al menos
desde los Vedas, pero fue Carl G. Jung quien acuñó el término de sincronicidad,
refiriéndose a “la simultaneidad de dos sucesos vinculados por el sentido, pero
de manera no causal” como la unión de los acontecimientos interiores y
exteriores de un modo que no se puede explicar, y que tiene cierto sentido
para la persona que lo observa.
Carl Jung, hombre de mente iluminada, llegó a la conclusión
de que hay una íntima conexión entre el individuo y su entorno, que en
determinados momentos ejerce una atracción que acaba creando circunstancias
coincidentes, teniendo un valor específico para las personas que lo viven, con un
significado simbólico siendo una manifestación externa del inconsciente
colectivo. Son este tipo de eventos los que solemos achacar a la casualidad, al
azar, a la suerte o incluso a la magia, según nuestras creencias. La
sincronicidad nos representaría en el plano físico, por ejemplo, la idea o
solución que se esconde en nuestra mente, maquillada de sorpresa y
coincidencia, siendo de esta manera mucho más fácil materializar.
Al igual que Jung, Wolfgang Pauli, premio nobel de la física
pensaba que la sincronicidad era una de las expresiones que caracterizaban al ‘unus
mundus’, una realidad unificada de la que emerge y regresa todo lo existente.
Coincidiendo esta concepción con la Teoría de la Totalidad y el Orden Implicado
de la Mecánica Cuántica del físico estadounidense David Bohm.
Una experiencia sincrónica suele venir a nuestras vidas
cuando menos lo esperamos, pero en el momento exacto, cambiando en ocasiones la
dirección de nuestro camino e influyendo en nuestros pensamientos. Pero para
ello, tenemos que estar receptivos y atentos al mundo que nos rodea, creando la
apertura a esa posibilidad de sincronicidad de los momentos mágicos e inexplicables.
Cuanto más alertas estemos con respecto a nuestro entorno, más probabilidades
habrá de que ocurra a nuestro alrededor momentos aparentemente “fortuitos” que
nos llevan a pensar que la magia existe.
Si dejamos a las circunstancias fluir y no presionamos ni forzamos la ocurrencia de sucesos o la voluntad de las personas, mientras mantenemos una actitud receptiva y de apertura, dejándonos llevar por nuestra intuición y nuestra sabiduría interior, nos abriremos a “la magia” que nos ofrece la experiencia de la sincronicidad. Si sabemos escucharla puede convertirse en una buena guía para nuestra vida. Por casualidad, muchas veces experimentamos sensaciones que nos sorprenden y nos emocionan.
Quizás esta sea una de las muchas leyes universales que no puedan ser probadas con demasiada seguridad, pero que sin embargo su presencia ha guiado la vida de multitud de personas y está presente a lo largo de la historia de la humanidad, siendo algunas de las razones para mantener este concepto vigente. Recordemos que ya Don Juan le dijo a Carlos Castaneda que la suerte en realidad era una forma de poder.
Podemos pensar en la casualidad. ¿Casualidad? Unos dicen que
la casualidad no existe, que todo ‘pasa por algo’ y ‘ese algo’ te hace crecer,
y que gracias a ‘ese algo’ que llamamos casualidad somos quienes somos. Otros
dicen que la casualidad existe y es parte del caos en el universo.
Es cierto que a veces suceden cosas que no controlamos y que nos sorprenden:
conocer a alguien en un determinado lugar en curiosas circunstancias; esa
suerte que un día aparece de modo inesperado; esa elección que tomamos sin
saber muy bien por qué…
Podríamos hablar de causalidad o sincronización, porque
cuando algo pasa el universo está moviendo sus hilos para que eso suceda. Y
tiene sus motivos, unos motivos que nosotros desconocemos y lo vemos como
casualidad, cuando en realidad es que tenía que ser así. Suceden porque,
misteriosamente ¿algo, alguien? interviene para que ocurra, porque todo tiene
una causa o un por qué. A nuestro alrededor pasan tantas cosas de las que no nos
damos cuenta, porque nuestro foco quizá no esté ahí o porque aún no estamos
preparados para verlas.
Verdaderamente a nuestro alrededor suceden muchas cosas que
no entendemos, seguramente se escapan a nuestra capacidad de entendimiento, pero seguro, que cuando
estemos preparados se desvelarán esos misteriosos misterios...
Fotografía: Internet
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